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Cristina Losada

Un par de prejuicios para opinar sobre la vacuna

Toda la cautela que no hubo cuando empezó la epidemia del coronavirus, la hay ahora con las vacunas que arrojan buenos resultados.

Toda la cautela que no hubo cuando empezó la epidemia del coronavirus, la hay ahora con las vacunas que arrojan buenos resultados.
Fotografía de un sanitario procediendo a poner una vacuna. | EFE

Los sensacionales avances hacia la vacuna del coronavirus se han recibido en nuestro país con un escepticismo variable, pero escepticismo al fin y al cabo. Las pruebas de esa afirmación, que no está escrita a vuelapluma, se encuentran diseminadas por el pequeño universo que frecuentamos, ése donde medios y redes sociales se influyen mutuamente para destilar un estado de opinión, o algo parecido. No hay más que bucear en ese líquido elemento para toparse con el recelo y la incredulidad. Unas veces son llamadas a la cautela, porque vaya usted a saber; otras, sospechas sobre los propios anuncios de las farmacéuticas, porque ya se sabe. No son los antivacunas de siempre, pero al igual que ellos, siembran desconfianza.

El mayor escepticismo lo provocó en nuestro país, el primer anuncio de buenos resultados, que fue el de Pfizer. Yo he podido escuchar y leer, y como yo, cualquiera, que el anuncio de Pfizer no era más que un comunicado de prensa. Sólo un comunicado de prensa. Como quien dice papel mojado. Y sí, naturalmente que era un comunicado de prensa. Lo distintivo, sin embargo, era que ese papelito venía con el aval, por así decir, de la evaluación de los resultados del ensayo realizada por un panel de expertos independiente. No podía ser de otra manera. Pero en ese pequeño universo que frecuentamos ninguna empresa es de fiar, una multinacional estadounidense es lo menos fiable del mundo, y si resulta que es farmacéutica, ¡cuidado!, porque va a hacer negocio. No hay como un buen juego de prejuicios para opinar sobre las vacunas contra el coronavirus. 

Toda la cautela que no hubo cuando empezó la epidemia del coronavirus, la hay ahora con las vacunas que arrojan buenos resultados. Y eso que los cautelosos suelen acogerse a la ciencia como quien se acoge a sagrado. Pero lo que dan a entender, si algo se les entiende, es que las empresas farmacéuticas que desarrollan y ensayan las vacunas son ajenas a la ciencia. ¿Será  porque son empresas privadas? Será. ¿Porque son estadounidenses? Probable. De hecho, está teniendo mejor recepción, en el pequeño universo, el anuncio de la vacuna de Oxford. EE.UU. es una potencia indiscutible en investigación, pero aquí no nos fiamos tanto de la FDA, como de los reguladores europeos. Nada como un par de prejuicios bien asentados para formarse opinión sobre las vacunas. 

Lástima que la nueva y abundante hornada de expertos en vacunas apenas se ocupe de cómo está lo nuestro: nuestra investigación. Es un trabajo que están haciendo, prácticamente sin personal y sin financiación, tres jubilados, como muestran estas entrevistas con Luis Enjuanes, Mariano Esteban y Pedro José Alcolea, del equipo de Vicente Larraga. Pintan un panorama que ciertamente pone en su sitio todo cuanto ha dicho el Gobierno sobre la importancia de la ciencia y el necesario apoyo a la investigación. Pero en este pequeño universo que frecuentamos sólo se reciben con escepticismo e incredulidad los buenos resultados de las vacunas de las grandes farmacéuticas. 
 

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