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Daniel Blanco

Este Madrid nunca muere

Muchos daban por muerto a un Madrid que demostró en Sevilla que aún tiene mucho que decir.

Muchos daban por muerto a un Madrid que demostró en Sevilla que aún tiene mucho que decir.
Zidane y su equipo dieron un golpe en la mesa en el Pizjuán | EFE

En este histerismo instalado en el mundo del fútbol, varios aficionados habían dado por muerto al Real Madrid esta semana, a mitad de septiembre. Esto no es lo peor, porque los hinchas de un equipo, con toda la lógica, suelen ser los más agónicos, los más angustiados. Ven el éxito total en lo que sólo es una gota de fútbol y ven la cara más amarga, la peor de las cosas, cuando su equipo pierde un partido o dos. El aficionado es el alma de un equipo y padecen lo que ven en la cancha, pero no es el termómetro ideal.

Tampoco lo son los periodistas y analistas que se han encargado de comentar esta semana que el equipo está muerto, que no hay nada que hacer (insisto, septiembre) con esta plantilla. Que el Real Madrid ha tirado la temporada y que no hay vuelta atrás. Ver un desastre absoluto por una derrota (sí, insostenible, en París, pero solucionable) sin darse cuenta que cuatro días después, con una victoria (que parecía lejana, pero no inalcanzable) el equipo estaría arriba en la tabla.

Esto es el fútbol actual. Decir en voz alta algo que no es categórico para convertirlo en realidad. Hablar antes de tiempo, pensar que nada tiene solución y que las cosas se hicieron mal desde junio. En todo puede haber algo de razón, pero no es la verdad absoluta. Todos los equipos pasarán por fases y no será hasta abril cuando esto se decida. Eso, si no lo hace entrado mayo.

En su versión más solidaria del curso, en su afán de levantar la voz como equipo grande que es, el Madrid dio un golpe en la mesa en Sevilla. Dejó a un lado el fútbol y se empeñó en hacer un partido entero, serio. Con lo mismo que en París, más Ramos, este Real Madrid ofreció la solidez de un equipo propio de su historia. Fue a Sevilla, a campo del líder, para contestarle a los locales ese liderato que tenían. Y lo consiguió anulando antes al Sevilla que ofreciendo espectáculo. Sólo con cuentagotas hemos visto a un Madrid soberbio este año (algunos minutos de Vigo, de Villarreal y la primera parte ante el Levante). Este Real del Pizjuán fue todo menos espectacular, pero se ganó el respeto de la Liga.

Con Casemiro y Kroos en paralelo, en un doble pivote fuerte, con James de mediapunta, con Bale y Hazard en las bandas, en un 4-2-3-1 claro, sin opciones para el rival, que no entró en juego en ningún momento. Con Ramos de capitán general, eso que le sale de maravilla cuando está verdaderamente centrado. Con el camero a buen nivel, este Madrid es casi indestructible, pero con Ramos a otras cosas y sin forma física, el equipo lo nota. Y no digamos sin él en el campo.

En esta locura en la que se ha convertido el fútbol, de idas y venidas de opiniones, de vaivenes emocionales, de twitter, y de análisis peligrosos, no nos damos cuenta que estamos en septiembre y que, como ese alumno que comienza vago, sin ganas de estudiar, lo que se valora es el final de curso. Me decía ayer un buen amigo, blanco hasta la médula, que sólo los aficionados dramáticos habían empezado a tirar la toalla. Estoy de acuerdo porque en el Madrid, como en tantos grandes, se bajan del barco los propios madridistas a las primeras de cambio, cuando algo no funciona o cuando atisban dudas. Será el Madrid el único equipo en el mundo al que los enemigos nunca dan por muerto. Por algo será.

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