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Daniel Blanco

Messi y su control de todo

Messi cumple su decimosexta temporada en el equipo, Koeman está de paso y sabe que, gane lo que gane, el nuevo presidente traerá a otro entrenador.

Messi cumple su decimosexta temporada en el equipo, Koeman está de paso y sabe que, gane lo que gane, el nuevo presidente traerá a otro entrenador.
Leo Messi, en acción contra el Alavés en Mendizorroza. | EFE

Cuentan que en enero de 2015, tras una derrota dolorosa en San Sebastián, Luis Enrique tenía los días contados en el banquillo del Barcelona. Esa noche el técnico asturiano había decidido que ni Neymar ni Messi fueran de la partida en un encuentro incómodo e importante para la general. Dicen los más cercanos a aquel vestuario que, en el viaje de vuelta, Luis Enrique convenció a un directivo cercano al presidente para abrirle un expediente a Leo Messi. No estaba contento el míster con el retraso en la llegada después de vacaciones de Navidad del astro argentino y de su rendimiento en los últimos encuentros.

La semana posterior fue una de las más duras que vivió el actual seleccionador en el banquillo azulgrana, su primera temporada se estaba torciendo y la figura no estaba con él. Cuentan que una reunión de urgencia lo salvó todo. Fue una cita en la que estaba presente también el presidente y Andoni Zubizarreta. Fue una reunión en la que se acercaron posturas y en las que Luis Enrique aceptó todo por el bien del equipo. Cinco meses después celebraban en Berlín, con la Champions conseguida ante la Juve, el triplete del equipo.

Viene esto porque Ronald Koeman le dijo a Messi, nada más llegar, que era básico en el equipo. En una reunión entre el técnico y el jugador, poco antes del burofax maldito que acabó, luego se ha visto que fue así, con la cabeza del presidente rodando por loa aires, Koeman le dijo a Messi. “Usted jugará, encárguese de hacerlo como sabe que yo me encargo de los diez restantes”. Y la reunión terminó de forma cordial.

La reflexión a la que debemos llegar es sólo una. Manda Messi. Algo que no sabíamos a ciencia cierta pero que intuíamos desde hace tiempo. Y una reflexión nos debe conducir a otra. Es lógico en cierta manera que Koeman se entregue a su jugador. Messi cumple su decimosexta temporada en el primer equipo, Ronald está de paso y sabe que, tras las elecciones, el nuevo presidente traerá a otro entrenador, gane Koeman lo que gane. El holandés ha entendido su rol en el equipo. Es el encargado de que cada domingo las alineaciones no sean ilógicas. Tan sólo con poner a diez jugadores que rodeen a Messi está todo solucionado.

Lo que sucede es que la tozuda realidad le está dando la espalda. El Barcelona encadena cuatro partidos sin ganar, lo máximo desde abril de 2016, y las cosas no se puede decir que vayan bien en el campeonato doméstico. Pero, al contrario que en otras ocasiones, el juego del equipo no es malo en estos tiempos. Es más, hay muchas más cosas buenas que malas aún llevando un mes sin ganar en Liga. Son complicadas de ver ahora porque el resultado es un juez demasiado severo. Pero se verán, no hay duda.

Porque si un equipo como el Barcelona juega como en Turín, como en Vitoria, como en muchos minutos del partido ante el Sevilla, como en la mayoría del partido en Getafe, como la primera parte ante el Madrid, tienes que darte cuenta que los resultados van a llegar. Las ocasiones de gol están llegando y los delanteros de un club como el azulgrana acabarán llevándolas a buen puerto. Es ilógico pensar lo contrario.

Y, aunque parece impopular ahora, me quedo con este Messi. Un jugador que se ha echado el equipo a la espalda en toda la temporada. Que parece que está peor que nunca cuando lo que sucede es que la actitud es mejor. A Messi le fallaba últimamente ese deambular por el campo y lo que se ha visto esta última semana es totalmente distinto. Fue el mejor en los tres partidos (Real Madrid, Juventus y Alavés). Pero es fácil decir ahora que es el peor momento del argentino.

Parece que la dimisión de Bartomeu le ha sentado bien. Le echó un pulso al presidente a comienzos de septiembre y lo ganó. Como ha ganado todos los pulsos que ha echado, a excepción del de Ernesto Valverde. Ese lo perdió porque al argentino le gustaba el técnico, que acabó siendo degollado por una directiva imprudente que prescindía del extremeño siendo líder. Quizá por ello empezó a alejarse de la presidencia, porque no le gusta perder ni con sus hijos. Por eso, cuando peor dadas vienen, le sale el gen competitivo. Parece que ha muerto y está muy vivo. Ese es Leo Messi.

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