Menú
David Vinuesa

Correa bendice el regreso rojiblanco de 24.926 campeones de Liga

Las gradas del Metropolitano volvieron a tener aficionados tras un año y medio de ausencia por la pandemia.

Las gradas del Metropolitano volvieron a tener aficionados tras un año y medio de ausencia por la pandemia.
Gol de Ángel Correa con su gente en la grada. | EFE

No era un partido normal. No era un día normal. Independientemente del resultado que tuviese lugar entre Atlético de Madrid y Elche ayer domingo 22 de agosto, justo tres meses después de que los rojiblancos ganasen la Liga en Valladolid, la gente iba al estadio y debía volver a casa con una sonrisa en su cara. ¿Por qué? Porque volver a tu hogar cuando llevas mucho tiempo echando de menos cada centímetro de ella te ‘gallinea’ la piel, como dice un amigo mío de manera coloquial.

Reconozco que ayer, al menos en mi caso, estaba nervioso. En el metro ya se notaba que había un partido de fútbol por jugarse, algo que durante un año medio dejó de percibirse. Cuatro o cinco camisetas en el vagón te indicaban que algo se estaba fraguando otra vez. Eso, para mí, siempre ha sido un emocionante indicador de que la previa de un encuentro está en marcha. Puedes ir a cualquier ciudad del mundo que si ves a varias personas con la misma camiseta, ojo, aquí se va a jugar al fútbol. Eso se respira en el ambiente. Se transmite sin palabras. Y la maldita pandemia de la covid-19 nos lo había arrebatado de manera cruel y durante demasiado tiempo.

Llegué al Metropolitano pronto, casi 90 minutos antes de los 90 reglamentarios, y sentado en la tribuna de prensa preparando todo para el partido me dio por mirar a la gente que iba llegando poco a poco al estadio. "Las caras, Juan, las caras", como se suele decir en tono de broma recordando la mítica seria de ‘Aquí no hay quién viva’. Desde los más pequeños hasta los más veteranos, sus rostros reflejaban una mezcla de ilusión, nerviosismo y también alivio. Aún no hemos ganado del todo a la pandemia, pero lo de ayer fue la celebración de una batalla ganada y también un homenaje a los que cayeron y siempre serán recordados.

Antes del inicio, todo lo que habitualmente no destaca, porque es cotidiano, se hizo emocionante y novedoso otra vez. El comienzo del calentamiento, los onces, la salida de Simeone, el nombre de Luis Suárez en el vídeomarcador, el himno coreado por la gente, el minuto de silencio por los que ya no están... lo habitual ahora es extraordinario y así se disfrutó como tal en un Wanda Metropolitano con 24.926 campeones de Liga en la grada. Sí, así es, campeones de Liga, porque ayer Koke y el socio número 1 del club ofrecieron al público un título liguero que muchos insistieron en quitarle al Atlético el año pasado a base de presiones externas. ¡Sorpresa! No funcionó y ayer la afición colchonera coreó el famoso "campeones, campeones" dejándose la garganta que tanto tiempo había estado encerrada lejos de casa.

El partido, eso sí, fue otra cosa. Si lo que rodeó al choque fue extremadamente emocionante, lo que pasó durante el mismo fue extremadamente soporífero. Tanto Atlético como Elche, seguramente por esa mezcla entre la falta de rodaje y el jugar un partido en Madrid con 37 grados a la sombra, ofrecieron un ‘espectáculo’ deportivo a medio gas. La sensación constante de los 22 jugadores que había sobre el campo era la de acelerón y parón para coger aire. Si hago un esfuerzo durante 5 minutos, me recupero durante 10. Si en el grada la gente acabó agotada por el calor, en el terreno de juego más de lo mismo y multiplicado por 10.

Lo único destacable del encuentro fue la victoria y, como no, Diego Armando... perdón, Ángel Correa. Sí, lo sé, comparar ambos jugadores es un sacrilegio, pero es que el ‘10’ rojiblanco se siente ahora mismo como el ‘Pelusa’. Se nota en su cara, en sus movimientos y en el sonido que se produce en la grada cada vez que toca el balón. Antes se miraba a Correa con dudas. Ahora se mira con devoción religiosa al Ángel rojiblanco. En el Atlético se ha instalado una nueva religión, el ‘Correísmo’ y si alguien quiere peregrinar en esta nueva fe debe visitar Valladolid como una de sus primeras paradas. Mismo caso que Lemar o Marcos Llorente, por ejemplo. Los tres, sin gente en la grada, se han ganado durante más de un año el respeto y la admiración de su hinchada y ayer empezaron a recoger los aplausos que durante muchos meses merecieron en silencio.

Lo dicho, lo mejor del domingo, el gol de Correa con ayuda de Casilla y con asistencia del debutante De Paul, y la victoria, porque todo lo demás fue como el tiempo, agobiante y espeso, muy espeso. Nadie puso chispa al encuentro y cuando hubo algún amago de ritmo Ricardo de Burgos Bengoetxea se encargó de aguar la fiesta pitando todo. Absolutamente todo. Si una mosca chocaba con un jugador, pitido. Si se respiraba fuerte, pitido. Sinceramente y lo digo muy en serio, la Liga actual, sin grandes estrellas como en el pasado, no se puede permitir además tener a colegiados que conviertan los partidos en carruseles de faltas al más mínimo contacto. Atlético y Elche aún necesitan rodaje y los 37 grados a la sombra no ayudaron, pero por favor, que tampoco pongan piedras en el camino con arbitrajes que van a dar aún más ventaja a otras ligas respecto a la nuestra. Si aquí no hay ritmo, los equipos que jueguen Europa serán arrasados por conjunto acostumbrados a no parar de correr.

Por ir acabando ya esta primera columna del curso, ganar es ganar, que nadie lo olvide. Si algo nos ha enseñado los últimos tiempos es que el Atlético, partido a partido, debe ir a ganar y punto. Ganar bonito, feo, maravilloso, horrible, divertido, aburrido... lo que sea. Ayer ganó con un partido soporífero, sí. ¿Resultado final? Meter 2 puntos a Madrid y Barcelona. Un campeón gana y el Atlético lo sigue haciendo.

Temas

En Deportes

    0
    comentarios