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EDITORIAL

Cataluña: el golpe sigue; y el Gobierno sigue consintiéndolo

El Ejecutivo demuestra que no sabe qué hacer. O, mucho peor, que no quiere hacer lo que debe.

La sesión del Parlament de este jueves ha evocado de forma lamentable lo ocurrido unos meses atrás, en la anterior fase del golpe de Estado separatista, cuando la Cámara regional decidió dinamitar el autogobierno catalán.

Aunque exhiben algo más de prudencia tras las advertencias de la Fiscalía, y con la experiencia que les ha brindado el paso por el Supremo de parte de sus cabecillas y el encarcelamiento de varios de ellos, los partidos separatistas siguen exactamente donde lo dejaron en octubre: en la ruptura del orden constitucional, en el golpismo.

Por si el esperpento del Parlament fuera poco, el mensaje de Puigdemont desde Bruselas ha dejado muy claro que hay una nueva ofensiva rupturista: el de Junts per Catalunya renuncia a la Presidencia de la Generalidad, pero lo hace encomendando la tarea de sustituirle a un preso, a fin de crear un nuevo conflicto institucional, y a cambio de la creación de un Consejo de la República cuya misión es hacer efectiva la independencia proclamada el 27 de octubre. Está claro que, lejos del alcance de la Justicia española, Puigdemont no tiene la necesidad de hablar de gestos simbólicos.

Lo más preocupante es que la respuesta institucional prácticamente no existe. Pareciera que el Gobierno no encuentra la manera de frenar los órdagos del separatismo y que ni tan siquiera es capaz de articular una respuesta política: tristemente, en lugar de eso critica a Ciudadanos, que al menos sí da la réplica a los liberticidas, como ha hecho este jueves en sus espléndidas intervenciones Inés Arrimadas.

No es casualidad que el cobarde Puigdemont haya dedicado parte de su discurso a atacar a Felipe VI: el monarca ha sido, junto con la Administración de Justicia, el valladar institucional frente a un golpe cuya gravedad ha acentuado la inoperancia del Gobierno. Un Gobierno que, tras permitir la celebración del 1-O y su nefasta decisión de aplicar el 155 para convocar de inmediato nuevas elecciones regionales, que se saldaron con una nueva mayoría parlamentaria de los golpistas, demuestra que no sabe qué hacer. O, mucho peor, que no quiere hacer lo que debe.

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