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EDITORIAL

Chanel: del odio de la izquierda a la conquista de Europa

El tercer puesto conseguido ayer por España en el Festival de Eurovisión es un hito que pone fin a varias décadas de continuas decepciones.

El tercer puesto conseguido ayer por España en el Festival de Eurovisión es un hito que pone fin a varias décadas de continuas decepciones. La actuación espectacular de la cantante española, Chanel Terrero, encandiló al público europeo que hace de este certamen una de las citas más importantes del año en el ámbito de la música. La representante española consiguió la puntuación más alta de nuestro país en Eurovisión, gracias a los 459 puntos que le valieron el tercer puesto, alcanzando la mejor clasificación de los últimos 27 años. Pero no solo obtuvo la máxima valoración del jurado de ocho de los países participantes, sino que también quedó tercera en la votación popular en la que se impuso Ucrania, consecuencia lógica de la corriente de afecto y apoyo de toda Europa hacia el pueblo que lucha por su independencia frente a la agresión criminal de las tropas rusas.

La gala tuvo el mejor dato de audiencia de los últimos años con una media superior al 50% de espectadores, lo que da una idea del seguimiento de este espectáculo musical que ya se ha convertido en una de las grandes citas anuales del entretenimiento. La apuesta española por Chanel, una artista que recuerda a las grandes estrellas del espectáculo, se reveló como un éxito a pesar de la oposición con que contó desde el principio por cuestiones que, en muchos casos, nada tienen que ver con la música.

La izquierda española, especialmente su facción podemita, se distinguió desde el principio por sus insultos y menosprecios a la cantante española, a la que acusaron de haberse impuesto injustamente en el certamen clasificatorio celebrado en Benidorm. Los líderes ultraizquierdistas y no pocos dirigentes socialistas habían tomado partido por otras dos opciones, no por su (discutible) calidad musical sino por el contenido ideológico de unos mensajes basados en el nacionalismo identitario o el feminismo más radical y trasnochado. Tras el éxito de la madrugada del domingo, los mismos que insultaban a Chanel y hasta denunciaron a RTVE por un delito imaginario de leso feminismo se deshacían en elogios y trataban de apropiarse de un triunfo conseguido, no con su apoyo, sino a pesar de su feroz oposición.

Chanel dio una alegría a todos los españoles que ven con simpatía un certamen que cada vez tiene más calidad y se consagró como una cantante que puede hacer una carrera importante en el mundo de la música. A su vez, su saber estar y la confianza mostrada en sus posibilidades, a pesar de las injustas maniobras orquestadas contra su candidatura, dejan en ridículo a unas élites izquierdistas cada vez más desprestigiadas, que todo lo interpretan bajo el prisma deformado de su sectarismo incurable.

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