No es la primera vez que Felipe VI da muestras de su determinación a cumplir su promesa de "observar una conducta íntegra, honesta y transparente", que hiciera en su discurso de proclamación ante las Cortes Generales (2014), aun cuando le acarree sacrificios y obligue a tomar decisiones dolorosas.
Así, en pleno escándalo Nóos, que llevó a su hermana Cristina a los tribunales como imputada por los negocios de su marido, Iñaki Urdangarin, restringió la consideración de Familia Real a su persona, la reina Letizia, sus hijas y sus padres. Fue una decisión, seguramente muy difícil para él, adoptada para evitar que la Corona fuera vinculada a graves acusaciones de corrupción.
Aún más firme y ejemplar ha sido su decisión de, por un lado, renunciar a la herencia que le pudiera corresponder a la muerte de su padre y, por otro, privar a Don Juan Carlos de la asignación que tenía en los Presupuestos de la Casa del Rey, ante las informaciones aparecidas en diferentes medios nacionales e internacionales –y la investigación abierta por la Fiscalía suiza– sobre presuntas actividades irregulares del Emérito que lo vincularían con el cobro de 100 millones de euros de Arabia Saudí cuando aún era Jefe del Estado.
Don Felipe vendría madurando tamaña ruptura institucional y familiar al menos desde el pasado 12 de abril, cuando acudió a un notario para manifestar que desconocía el dinero que su padre podía tener en paraísos fiscales y que, en caso de aparecer él o sus hijas como beneficiarios, aquél habría actuado "sin su consentimiento ni conocimiento". Don Felipe manifestó ante fedatario público su determinación a "no aceptar participación o beneficio alguno en dichos activos y a renunciar a cualquier derecho, expectativa o interés que pudiera corresponderle en el futuro".
A esto hay que sumar la dedicación de Felipe VI a la hora de "arbitrar y moderar" las instituciones del Estado, tal y como la Constitución le encomienda y tal y como tan encomiablemente hizo en 2017, con ocasión del golpe de Estado separatista. Tal vez por ello los secesionistas catalanes tratan de infectar a Su Majestad con el dudoso proceder de su padre, a fin de debilitar a la Corona como "símbolo de unidad y permanencia" de la Nación.
Don Felipe se desempeña con entrega admirable en la defensa de la unidad y permanencia de la Nación, que la Corona simboliza, y cumple de manera ejemplar con su deber de dar aliento a los españoles en momentos tan dramáticos como los actuales. Volverá a hacerlo este miércoles a las 21 horas, como titular de una Corona a salvo del virus de la corrupción.