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EDITORIAL

'Podemizar' el PSOE

El Partido Socialista no necesita emular a una formación comandada por alabarderos de los criminales regímenes bolivarianos para recuperar el pulso. Todo lo contrario.

Puño en alto, Pedro Sánchez ha decidido seguir a Eduardo Madina por los derroteros del sectarismo cerril y demagógico, con lo que parecen confirmarse los rumores de que el PSOE va a salir de Guatemala para enfangarse en Guatepeor, donde quizá se produzca lo impensable hace sólo unos años: la implosión suicida de uno de los partidos más determinantes de la historia de España.

Para decepción de quienes aún albergaban alguna esperanza de ver emerger una candidatura medianamente sensata, Pedro Sánchez se descolgó este domingo en Zaragoza con una arenga anticlerical que incluyó la denuncia del concordato con la Santa Sede y el llamamiento a la instauración de un régimen laico en sustitución del aconfesional de que disfrutamos. Además, abominó de cualquier posible coalición o entendimiento con el PP y proclamó que lo que necesita España es una ración extra de socialismo, por si no fuera suficiente con las dosis letales que se le administraron durante el zapaterato… y con las que le está infligiendo Mariano Rajoy Brey, autor de la más terrible subida de impuestos de las últimas décadas.

Por lo visto, Pedro Sánchez –el protegido de Susana Díaz– y Eduardo Madina –el niño mimado de Rodríguez Zapatero–, los dos aspirantes que, a día de hoy, parecen tener más posibilidades a hacerse con la Secretaría General del PSOE, han apostado por podemizar el PSOE, es decir, por escorarlo a la izquierda impresentable de Pablo Iglesias, ese charlatán con ínfulas. Quizá piensen que así llevarán el barco centenario a buen puerto, pero con seguridad lo cierto sería lo opuesto: acabarían por encallarlo y, probablemente, hundirlo.

Habrá que insistir: el Partido Socialista no necesita emular a una formación comandada por alabarderos de los criminales regímenes bolivarianos para recuperar el pulso. Todo lo contrario: necesita denunciarla, aislarla políticamente como el peligro liberticida que representa y hacer política de altos vuelos, con la vista puesta en el interés de la Nación. El PSOE, en definitiva, no necesita un sucedáneo de Pablo Iglesias sino un Manuel Valls o un Martin Schulz, con sentido de Estado, firmeza y resolución, que sepa poner en su sitio a la izquierda más siniestra.

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