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Eduardo Goligorsky

La revolución de los gamberros

Los gamberros se incrustan en los movimientos totalitarios como los piojos de mar en las ballenas.

Los gamberros se incrustan en los movimientos totalitarios como los piojos de mar en las ballenas.
Europa Press

Si preguntas a un mosso d’esquadra cómo cataloga a quienes los acorralaron contra las puertas del Parlament en la noche del 1-O, contestará con rigor profesional: gamberros. Ni defensores de la repúblika ni nacionalistas radicales: gamberros. Y tendrá más razón que un santo. Gamberros jaleados por el presidente putativo de la Generalitat que los exhortaba a "apretar". Una mirada retrospectiva confirma que toda la revolución protagonizada por los nacionalistas radicales para fundar la repúblika contranatura ha sido un grotesco episodio de gamberrismo.

Desguazar el país

Los cabecillas del golpe subversivo y sus amanuenses no se cansaron de hacer hincapié en la naturaleza pacífica que aparentaban inicialmente –y han dejado de aparentar– sus movilizaciones, como si no fuera un acto de violencia encarnizada el hecho de alzarse contra la Constitución y el Estatut, con el fin explícito de desguazar el país donde desarrollan sus actividades políticas. De desguazarlo y de levantar fronteras entre compatriotas, atentando también contra la legislación cohesiva de la Unión Europea. Gamberrismo institucional puro y duro. Unos gamberros mandan en los despachos y otros gamberros obedecen en las calles.

Los gamberros se incrustan en los movimientos totalitarios como los piojos de mar en las ballenas. Las SA de Ernst Röhm intentaron copar el Partido Nazi hasta que Hitler ordenó aniquilarlas en la Noche de los Cuchillos Largos; los squadristi de Roberto Farinacci se convirtieron en la fuerza de choque del Partido Nacional Fascista que Mussolini utilizaba para las purgas y los asesinatos de opositores y disidentes; los Guardias Rojos eran los instrumentos del terror maoísta; y los Comités de Defensa de la Revolución (la coincidencia de su sigla CDR con la de los Comités de Defensa de la República no es casual) son el brazo civil de la represión castrista.

Todo estaba premeditado

Tampoco aquí los gamberros son producto de la generación espontánea. Han sido reclutados expresamente entre un puñado de desclasados sin oficio ni beneficio, disponibles a toda hora para acampadas y para operaciones de acoso, intimidación y vandalismo en perjuicio de la inmensa mayoría de ciudadanos que estudian o trabajan. En plena campaña por la libertad de los responsables de las agresiones del 20 de septiembre de 2017 contra las fuerzas de la ley, los caciques de la tribu alzada ponen cara de sorpresa cuando la chusma que perpetró aquellos y otros muchos desafueros en vías férreas, carreteras, calles urbanas e instituciones públicas reincide en los mismos delitos en las puertas del Parlament.

Todo estaba premeditado. Los preparativos vienen de lejos. El 12 de marzo del 2017, La Vanguardia informó en un titular: "Operación Xirinacs – Un documento interno de la ANC propone escenarios de choque y plantea acampadas indefinidas o la ocupación de infraestructuras si hay inhabilitaciones". Recordemos que Lluís Maria Xirinacs, exsacerdote, fue un nacionalista furibundo que no ocultaba su solidaridad con los terroristas de ETA. Suma y sigue. Otro titular: "El independentismo cede la iniciativa a los grupos de acción radical" (LV, 9/11/2017). Y así llegamos al asalto al Parlament.

La cronista Mayka Navarro revela que este 1 de octubre las fuerzas de seguridad de Cataluña no estaban gobernadas por sus mandos naturales sino por una célula de políticos sectarios: ("‘Hoy toca aguantar’– El número dos de Interior, Brauli Duart, dirigió personalmente el controvertido dispositivo de seguridad del pasado lunes, 1 de octubre" LV, 4/10). Fue Duart quien dio a los mossos la consigna de "aguantar" las embestidas de los gamberros sin reprimirlos, y el artículo describe un escenario de claudicaciones que solo se interrumpió cuando la integridad física de los defensores del edificio corría serio peligro y faltaba poco para que este fuera invadido.

Dosificar la testosterona

El predicador Francesc-Marc Álvaro está muy preocupado. Ya hace tiempo que procura dosificar la testosterona de los más delirantes, sin renunciar por eso al trampantojo de la repúblika. Sabe que "no es cierto que Catalunya sea una sociedad pacífica por definición" y reconoce ("El guion del adversario", LV, 4/10):

A lo largo de nuestra historia, como en toda Europa, las violencias han sido agudas, profundas, incontables y traumáticas. Los catalanes hemos hecho la guerra, hemos matado y nos han matado, y hemos participado de la cultura bélica propia del mundo occidental.

Ahora, sostiene Álvaro, existe el riesgo de que esa violencia vuelva a eclosionar, desbaratando los planes cuidadosamente urdidos para desmembrar España. Lo inquieta, en este contexto, comprobar que

la falta de una estrategia clara y compartida y la ausencia de un liderazgo efectivo con autoridad generan un vacío de dimensiones gigantescas en el mundo de la estelada.

Relato fidedigno

Álvaro saca del armario el fantasma favorito de los supremacistas para asustar a la masa: un interlocutor anónimo del PP le habría confiado que el objetivo del Gobierno español era: "Conseguir que el independentismo se radicalizara, se fragmentara, cayera en la tentación de la violencia". Cuidado, clama Álvaro, este es el guion del adversario y no debemos aplicarlo. Falso: este no es el guion de un adversario ficticio sino el relato fidedigno de lo que está ocurriendo en Cataluña como consecuencia de una revolución planificada desde arriba por gamberros con corbata y trasladada a la calle por pelotones de gamberros descamisados. El efecto de esta gamberrada es precisamente el que, según transcribe el relator de la entrevista, preveía su confidente virtual:

"Hace falta que las clases medias que han abrazado la estelada –explicaba esta personalidad del partido de Rajoy– vuelvan a casa, asustadas y desorientadas, cuando se den cuenta de que están tomando parte en una ceremonia destructiva y caótica".

Imposible sintetizarlo con más precisión. Lo que pone en marcha lo que prevé este guion no es el partido de Rajoy sino el sentido común y el instinto de supervivencia social, económica y cultural de los catalanes embaucados, que ven motivos de sobra para volver a casa, asustados y desorientados, porque se dan cuenta de que están participando en una ceremonia destructiva y caótica abrazados a la estelada. Ejemplos: "Catalunya dedica a sanidad un 27,5 % menos que antes de la crisis económica" (LV, 9/9). "Catalunya es la tercera por la cola en asistencia sanitaria" (LV, 11/9). "Catalunya perdió 3.700 sedes de empresas entre octubre y julio" (LV, 30/9). Y diagnostica el economista Manel Pérez ("Las finanzas y el poder: el caso catalán", LV, 7/10):

La marcha de los dos grandes de las finanzas catalanas fue la primera entrega de un tsunami de traslados de sedes que ha dejado descolocado al mundo económico barcelonés.

'Vade retro'

Y la ceremonia destructiva y caótica la pone negro sobre blanco, sin remilgos, el gurú Enric Juliana, testigo del quilombo que él contribuyó a montar con la gamberrada de aquel editorial conjunto de la prensa catalana gestado para coaccionar al Tribunal Constitucional en 2010. Ahora lamenta ("Torra no es Underwood", LV, 4/10):

La lucha de facciones se está multiplicando en el Palau de la Generalitat, todos contra todos, mientras el editor Torra recorre sus viejos salones rememorando los años treinta, que conoce muy bien, presa de un dolor insoportable: "…traidor… traidor… traidor…".

Cada vez le quedan menos comparsas a la chirigota. El equilibrista Antoni Puigverd también sucumbe a la vergüenza, aunque, para no caer de la cuerda floja sin red, alterna su crítica de los depredadores con dardos contra quien los procesa con impecable ecuanimidad: el juez Llarena ("Tragicomedia de otoño", LV, 8/10):

Esto no es una república virtual. ¡Es parque de atracciones! Son niños jugando a la república. Niños jugando, sí, pero entre sus juguetes están el presupuesto de miles de millones del que dependen los hospitales, la seguridad de las calles, el buen funcionamiento de las escuelas, la reducción de las colas del paro y los proyectos que van a decidir el bienestar o la ruina económica de nuestros hijos y nietos.

(…)

Ignoran todo aquello que no forma parte del círculo independentista. Obligan a todo el país a contemplar sus comedias de enredo, pero prescinden olímpicamente de los que no votan o no comparten sus emociones o excitaciones. Y todo esto con una mayoría parlamentaria tan exigua que no les serviría para cambiar la ley electoral.

Ni los veteranos parteros del proceso se identifican con el adefesio en que se ha convertido su criatura. Imaginemos lo que sería una repúblika independiente gobernada por gamberros políticos y sustentada por gamberros callejeros, como la que está asomando del huevo de la serpiente. Vade retro.

PD: Barcelona, paraíso de los gamberros: Colau desmantela la unidad antidisturbios de la Guardia Urbana y ordena reeducar a sus miembros ("Vivir", LV, 8/10).

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