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Emilio Campmany

Burguesía catalana, independencia y corrupción

Tras conducir a todos los catalanes al borde del precipicio, esos mismos poderosos tratan de soslayar el 155 como sea para evitar que el Estado empiece a abrir cajones.

Tras conducir a todos los catalanes al borde del precipicio, esos mismos poderosos tratan de soslayar el 155 como sea para evitar que el Estado empiece a abrir cajones.
Jordi Pujol | EFE

Analizando las causas de la deriva independentista, nos hemos creído, unos más que otros, la propaganda golpista y hemos dado por hecho que el enfado de los separatistas proviene de la mutilación que a manos del Constitucional sufrió un estatuto de autonomía aprobado en referéndum por todos los catalanes. El independentismo transmite la idea de que la voluntad del pueblo catalán fue doblegada por un tribunal político que carece de genuina independencia. La mentira es tanto más creíble desde que, en efecto, el Tribunal Constitucional está controlado por los políticos. Pero no por eso deja de ser una mentira. En aquel referéndum votó el 48% del censo y el estatuto fue aprobado por el 73% de los votantes. Es decir, tan sólo un tercio de los catalanes se tomó la molestia de votar el ilusionante estatuto. Para colmo, Esquerra y la CUP pidieron el no.

Lo que motivó en realidad la huida hacia la independencia fue la negativa del Gobierno a beneficiar a Cataluña con un sistema de financiación similar al del País Vasco. Los nacionalistas recurrieron entonces a amenazar con la independencia ofreciendo renunciar a ella a cambio del cupo. Cuando el Gobierno respondió exponiendo a escarnio público el injustificado y abultadísimo patrimonio de los Pujol, obtener el cupo dejó de ser una ambición económicamente interesante para convertirse en una perentoria necesidad. Hasta el punto de estar los nacionalistas dispuestos a arrojarse al vacío antes que renunciar a él. Nada extrañan en la Esquerra y la CUP las tendencias suicidas. Pero ¿los convergentes? No me refiero sólo a los políticos, sino a lo que se ha venido llamando burguesía catalana, y que no es otra cosa que el conjunto de quienes detentan en Cataluña el poder económico. ¿Por qué gente habitualmente timorata cuando está en juego su bienestar económico arriesga tanto?

La respuesta está en la corrupción. El cupo no es ya sólo una forma de hurtarle al Estado parte de sus legítimos ingresos. Es también el modo de tapar decenios de corrupción durante los cuales Pujol y su familia no fueron más que los administradores del podrido sistema donde chapoteó buena parte de la alta sociedad catalana. Recuérdese que donde amenazó Pujol con hacer caer todas las ramas si alguien tiraba abajo la suya fue en el Parlamento de Cataluña. Ahora, tras conducir a todos los catalanes al borde del precipicio, esos mismos poderosos tratan de soslayar el 155 como sea para evitar que el Estado empiece a abrir cajones.

Para quien no crea que el cupo podría tapar toda la corrupción de Cataluña, que se pregunte por qué en el País Vasco no se destapa nunca ningún caso de corrupción. La clave está en la inspección tributaria. Quien la controla decide quién ha de ser inspeccionado y quién no. El contribuyente seguro de que no lo será podrá ocultar o disfrazar cualquier ingreso. El problema que tienen ahora quienes esperaban beneficiarse es encontrar el modo de parar a la Esquerra y a la CUP. Todo lo que les pase se lo habrán ganado a pulso.

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