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Emilio Campmany

¿Por qué la derecha se ha hecho de izquierdas?

¿Por qué a la derecha que sigue siéndolo se la considera extrema? ¿Por qué en otros países parte de la izquierda se ha hecho de extrema derecha?

¿Por qué a la derecha que sigue siéndolo se la considera extrema? ¿Por qué en otros países parte de la izquierda se ha hecho de extrema derecha?
Cristina Cifuentes y Mariano Rajoy | Moncloa.

Ésta no es la única pregunta. Habría que plantearse también ésta: ¿por qué a la derecha que sigue siéndolo se la considera extrema? Y ésta: ¿por qué en otros países parte de la izquierda se ha hecho de extrema derecha? Creo que hay una única respuesta para las tres: el buenismo. La derecha, por influencia del cristianismo o por lo que sea, quiere ser buena. La izquierda ha socializado la caridad, que ha pasado de ser una virtud teologal a una exigencia social y se llama solidaridad. Gobierne quien gobierne, al Estado compete que la sociedad sea tan solidaria como sea posible. Nadie, y menos la derecha, lo discute. Ya no sólo hay obligación de atender las necesidades mínimas de los más desafortunados. Ahora sólo se es bueno si se persigue cuanta más igualdad, mejor. La idea de una renta mínima garantizada va por ahí.

Sin embargo, todos, incluidos los socialistas, saben que el sistema no puede llegar al punto de que quienes reciben y dan ingresen y paguen tanto que no les compense trabajar. Pero ocurre que, conforme la conciencia buenista se afirma, cada vez se está en condiciones de atender a más necesidades con impuestos cada vez más altos. Y por supuesto, una vez que se ha decidido que es de justicia que el Estado cubra tal o cual necesidad, por extravagante que sea, no hay circunstancia económica adversa que disculpe dejar de satisfacerla.

Naturalmente, lo malo de esta política que busca la máxima igualdad no es que sea de izquierdas, es que es equivocada. Está empíricamente demostrado que ninguna nación ha prosperado a base de subsidios y ayudas. Entonces, ¿por qué la abraza también la derecha? Porque su característica esencial no es ser de izquierdas, sino ser moralmente buena. Y cualquier otra que se oponga a ella es mala. Y por eso no importa que no sea eficaz. La derecha quiere ser tan buena como la izquierda y, para serlo, tiene que dejar de defender que cada cual tenga según su esfuerzo y méritos. Los pocos que hoy defienden eso ya no son liberales, son ultraliberales, o sea, no son malos, son ultramalos y por lo tanto de extrema derecha. Poco importa que la extrema derecha sea en realidad antiliberal.

A base de incrementar una y otra vez los derechos de quienes no contribuyen y subir los impuestos para poder atenderlos, ya no basta esquilmar a los ricos, sino que se ha hecho necesario saquear a la clase media, que en parte es gente que, gracias a su ahorro, a su esfuerzo y a la izquierda a la que en su día votó, logró salir del proletariado. Estos nuevos contribuyentes netos no entienden que tengan que ayudar a satisfacer necesidades que a ellos nadie les cubrió. Ahora que habían logrado acceder a servicios sociales de primer nivel gracias a su esfuerzo, no sólo se ven obligados a contribuir a su sostenimiento, sino tienen que compartirlos con otros que ellos creen se esfuerzan mucho menos de lo que ellos lo hicieron. Maltratados por la izquierda e ignorados por la derecha, la única que se preocupa de ellos es la extrema derecha, que desde luego no es socialista ni liberal, pero sobre todo no es buenista, que es lo crucial aquí.

De estos tres fenómenos de los que es testigo Occidente, aquí tan sólo hemos asistido a los dos primeros. Veremos si nos toca también vivir el tercero.

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