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PANORÁMICAS

Ha muerto Robert Extraño McNamara, "the best man"

Esta semana ha muerto Robert S. McNamara,a los 93 años. Cuando tenía 85 aceptó ser entrevistado por el documentalista Errol Morris para extraer "conclusiones de sus acciones". Lo que emergió de aquello no fue la típica entrevista al uso, sino una obra de arte. Uno de esos raros momentos en los que la belleza y la verdad se abrazan armoniosamente.

Esta semana ha muerto Robert S. McNamara,a los 93 años. Cuando tenía 85 aceptó ser entrevistado por el documentalista Errol Morris para extraer "conclusiones de sus acciones". Lo que emergió de aquello no fue la típica entrevista al uso, sino una obra de arte. Uno de esos raros momentos en los que la belleza y la verdad se abrazan armoniosamente.
Robert S. McNamara.
Brillante gestor en la compañía de automóviles Ford, Kennedy lo reclamó como secretario de Defensa para su Camelot, donde tenían que estar los más inteligentes y preparados para convertir de una vez por todas a los Estados Unidos en el paraíso terrenal soñado por los Padres Fundadores. Posteriormente fue director, durante bastantes años, del Banco Mundial. Es decir, McNamara estuvo durante mucho tiempo en primerísima fila de los acontecimientos, y fue un actor determinante.

"Eficiente", "computadora con patas", "dictador arrogante", "the best man", "la revolución en el Pentágono": su nombramiento (1962) no dejó a nadie indiferente en Washington. Llevó la gestión profesional al Departamento de Defensa, obligando a los militares a someterse al corsé de la racionalidad burocrática. Representó mejor que nadie la figura del tecnócrata cuyo principal objetivo es no sólo la eficacia (consecución de los objetivos), también la eficiencia (control de gastos).

La cuestión que trata de resolver el documental es cómo esa generación tan soberbia llevó el país al infierno de la guerra de Vietnam y al abismo de la guerra nuclear ("Soberbio": dicho ordinariamente de un caballo: fogoso, orgulloso, violento). Si McNamara se hubiese ido por las ramas o hubiese jugado a hacerse el interesante usando eufemismos y administrando los silencios, el documental se habría quedado en una serie de malabarismos formales adornados por la extraordinaria banda sonora minimalista de Philip Glass.

Pero McNamara, viejo y lúcido, transparente y demoledor, se lanza a tumba abierta a desgranar los gigantescos problemas con que se tuvieron que enfrentar, asistidos por su inteligencia de tecnócratas a la vez que animados por su ánimo utópico. Morris va sintetizando su discurso, dominante y sentenciador, a través de 11 reglas. Las 11 reglas de Robert S. McNamara, que se sintetizan en la que él hace explícitamente suya:
Mi regla ha sido tratar de aprender, tratar de comprender lo que pasó, desarrollar las lecciones y compartirlas. 
Esas 11 lecciones maquiavélicas son:

1. Empatiza con tu enemigo

O cómo pensar como tu adversario para adelantarse a sus movimientos (sobre el enfrentamiento nuclear con la URSS y Cuba, con Kennedy a punto de un ataque de nervios y Jruschev, borracho).
Yo he participado en dos guerras, y sé que la guerra acaba cuando ha pasado por ciudades y pueblos sembrando muerte y destrucción. Pues esa es la lógica de la guerra. Y si la gente no muestra sabiduría, terminará chocando como dos topos ciegos. Y comenzará la aniquilación mutua.
2. La racionalidad no nos salvará
Fue la suerte lo que nos salvó del desastre nuclear (...) individuos racionales casi destruyen a sus sociedades (...) la combinación de falibilidad humana y poder nuclear destruirá a la especie humana.
Un par de ejemplos de la estúpida racionalidad de los seres humanos. Fidel Castrole reconoció a McNamara que había animado a Jruschev a usar el armamento nuclear, aunque sabía que en ese caso Cuba sería destruida por completo. En el bando contrario, el general LeMay quería provocar la guerra argumentando (recordad que somos racionales, es decir, podemos justificar todo con estupendas razones) que en ese momento EEUU tenía una ventaja estratégica y de material considerable sobre la URSS.

3. Hay algo más allá de uno mismo

Es impresionante la anécdota del entonces comandante LeMay para impedir que los aviones que sobrevolaban Alemania no abortasen las misiones por miedo. El problema de LeMay es que era de los que pensaba que la distancia más corta entre dos puntos es siempre una línea recta, cuando en política no suele ser esa la regla. Pero era más que valiente.

4. Maximiza la eficiencia

¿Y si la eficiencia pasa por matar, quemándolos, a cien mil civiles, hombres, mujeres, niños? Responde McNamara, titubeando un poco: "Yo era parte de un mecanismo que, en esencia, lo recomendó". La banalidad del mal según Hannah Arendt y la dictardura de la racionalidad instrumental según Adorno y Horkheimer,expresadas de la forma más ingenua, a la vez que cínica, posible. Números cayendo como bombas sobre individuos indefensos. Los nazis llamaban "ratas" a los judíos para deshumanizarlos. Los burócratas se refugian en la abstracción numérica para desconcretizar a sus víctimas.

5. La proporcionalidad debería ser una guía de acción en la guerra 

La cuestión es: ¿para ganar una guerra debes quemar a cien mil personas en una noche con nocturnidad y alevosía? LeMay, el hombre que sólo empleaba monosílabos, oscilaría en su respuesta entre un "sí" y un "ajá". Y añadiría: "Y los que haga falta". Y todo eso antes de tirar un par de bombas atómicas sobre dos ciudades. La respuesta de McNamara es un poco más extensa.

6. Consigue los datos

El filósofo Francis Bacon lo había dicho unos siglos antes: "La información es poder". Y si es presentada en bonitos gráficos, tanto mejor. Terminada la II Guerra Mundial, fue la época de las estadísticas. Alfred Kinsey lo aplicó al sexo (humano: antes lo había hecho con el de las avispas pero no causó mucho revuelo) y McNamara a los coches Ford, en los que introdujo el cinturón de seguridad. No sin críticas.

Pero ninguna de estas reglas le sirvieron de mucho cuando Kennedy le invitó a participar del clan de los irlandeses que se iba a hacer con el control político de Washington, el posterior asesinato del presidente –cuyo relato por parte de McNamara constituye la secuencia más emocionante del documental– y la posterior guerra de Vietnam.

7. Lo que crees y lo que ves, con frecuencia ambos resultan erróneos

Como si fuera un empedernido seguidor de Karl Popper, McNamara insiste en la falibilidad del conocimiento humano. La necesidad de saber que incluso nuestras creencias más sólidas, y queridas, pueden verse refutadas. Que estamos envueltos en la niebla y apenas vemos con claridad unos cuantos metros e la realidad. "Vemos incorrectamente o vemos sólo la mitad de la historia. Vemos lo que queremos ver". Y lo dice el hombre al que acusaban de fatal arrogancia respecto al conocimiento.

8. Hay que estar dispuesto a reexaminar los razonamientos propios

9. Para hacer algo bueno, quizá tenga uno que hacer algo malo

10. Nunca digas nunca. Nunca, nunca, nunca 

Y, sobre todo, nunca contestes lo que te han preguntado. Contesta lo que desearías que te hubiesen preguntado.

11. No puedes cambiar la naturaleza humana

El influjo de Hayek, el filósofo liberal, en McNamara parece evidente. La complejidad del mundo es tan grande, que se daba cuenta de que nuestro juicio, nuestra comprensión, no pueden asumirla en su totalidad, y mucho menos controlarla. Al final, McNamara, el hombre que al principio pensaba que lo sabía todo, se impregnó del espíritu socrático y vino a admitir que sólo sabía que no sabía nada. O, al menos, al fin y al cabo era un arrogante irlandés, que sabía pocas cosas y que incluso respecto a ellas podía estar equivocado. Cita unos versos de T. S. Eliot:

No dejaremos de explorar.
Y al final de la exploración
regresaremos a donde empezamos.
Y conoceremos el lugar por primera vez.
El uso de imágenes de archivo, de grabaciones de conversaciones en el interior del Ala Oeste de la Casa Blanca y de la propia entrevista a McNamara (usando una invención de Morris, el Interrotrón, un sistema que combina dos teleprompters modificados y dos cámaras con el objetivo de que los entrevistados hablen mirando directamente a cámara –en realidad, a la imagen de Morris en un monitor– en lugar de a un costado, como sucede en la mayoría de las entrevistas documentales y televisivas, lo que facilita el contacto visual con el público) hace de este documental (que pueden ver íntegro aquí) un valioso testimonio para todos los que están interesados por la Política y el Cine con mayúsculas.


RUMORES DE GUERRA (2003, 105 minutos). Dirección y guión: Errol Morris. Música: Philip Glass. Documental. Calificación: Apabullante (10/10).

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