Menú
Guillermo Dupuy

Esperpento de alta velocidad

Ay mi pobre terreta. Aún tan lejos de Madrid y tan cerca de Valencia

La inauguración de la línea de alta velocidad que, por fin, va a unir Madrid con Alicante no ha podido ser, desgraciadamente, más esperpéntica. Los pitidos y petardos de un heterogéneo grupo de manifestantes y los descarados intentos de Rajoy por evitar la foto y hasta el saludo de la alcaldesa de Alicante se han llevado todo el protagonismo.

No digo yo que los alicantinos y madrileños no tengamos derecho a protestar por lo mucho que ha tardado la alta velocidad en cubrir uno de los trayectos más demandados y rentables para Renfe, como es el que une la capital de España y la capital de la Costa Blanca. Pero los manifestantes que esperaban en la estación de Alicante al Príncipe, al presidente del Gobierno, a los ministros de Exteriores y de Fomento y al presidente de la Generalidad no protestaban por que el AVE haya llegado casi tres años después de lo que lo hizo a Valencia. Tampoco lo hacían por que las frecuencias semanales entre la capital de España y su principal destino de playa sean 113, en lugar de las 184 que, según un informe de la Cámara de Comercio de Alicante, son las necesarias para atender la demanda que tiene este trayecto. Sus quejas tampoco obedecían a las 2 horas y 40 minutos que va a durar el viaje, una hora más de lo que tarda el AVE Madrid-Valencia, ni tampoco por la maquinaria elegida por que Fomento para operar este nuevo servicio sean trenes de Alstom, que ya tienen, según dicen, unos cuantos añitos.

No. Los manifestantes que con sus pitidos y anticipada mascletà han amargado la fiesta a los ilustres inauguradores de la línea ferroviaria no protestaban por nada que tuviera relación con ella, sino que eran un heterogéneo grupo de indignados compuesto por nostálgicos de la república, afectados por las preferentes y simples antisistema que... en fin, ni ellos mismos sabían muy bien el porqué de su protesta.

No menos bochornoso ha sido el numerito que los organizadores del evento se han montado para evitar a los ilustres visitantes de Alicante el inevitable saludo de la máxima autoridad de la ciudad, su alcaldesa, Sonia Castedo. Rajoy no ha movido un dedo durante meses para evitarnos a los alicantinos el bochornoso espectáculo de tener una alcaldesa imputada por un clamoroso asunto de corrupción, como es el caso Brugal. La indiferencia de Rajoy y de Frabra hacia la corrupción que asuela Alicante ha sido tal que la alcaldesa Castedo ha seguido adjudicando contratos al constructor Enrique Ortiz incluso después de que ambos fueran imputados.

Y es que, hasta la fecha, a Fabra no le ha importado que la gentecilla que gobierna mi ciudad esté inmersa en corruptelas, mientras no alcen la voz contra el expolio de recursos y el abandono que Alicante sufre por parte de la Generalidad valenciana. Otro tanto podríamos decir de la desidia de Rajoy, a quien parece que lo que le preocupa no es que imputados de su partido ocupen alcaldías, sino que pueda ser fotografiado con ellos.

El resultado ha sido que este lunes la máxima autoridad de la ciudad ha sido excluida a la hora de los discursos y apartada de la comitiva de los ilustres inauguradores del AVE; que la bandera de Alicante ha sido retirada de la palestra y que los guardaespaldas de Rajoy parecían más preocupados con la presencia de la alcaldesa de la ciudad que con la de los alborotadores que protestaban a las afueras de la estación.

Ay, mi pobre terreta. Aún tan lejos de Madrid y tan cerca de Valencia.

Temas

En España

    0
    comentarios