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Guillermo Dupuy

Rajoy y el 'todo absurdo es posible'

Pocos dirigentes políticos como Rajoy han demostrado, pese a su cabal y engañosa apariencia, que “en política no hay absurdo imposible”.

Qué gran frase y qué gran verdad pronunció Rajoy el otro día en el Congreso, cuando tras escuchar al representante de ERC, Gabriel Rufián, le espetó: "En política no hay absurdo imposible". Ignoro si tan brillante aseveración es original del presidente del Gobierno; pero paradójicamente Mariano Rajoy demuestra, mucho mejor que Rufián, hasta qué punto es cierta. Valga unos pocos ejemplos de lo que daría para escribir un libro.

Parecía imposible superar algo tan absurdo como la contratación, en tiempos de Zapatero, de traductores de lenguas regionales en el Senado para que nuestros representantes no tuvieran que hablar entre sí en español, única lengua oficial y que todos ellos conocen. Aquel peaje de Zapatero a sus socios nacionalistas llevó entonces justificadamente a Rajoy a pronunciar aquella frase, también muy acertada, de: "Esto en un país normal no ocurre". Aquel absurdo espectáculo fue, sin embargo, superado una vez que Rajoy, tras lograr la mayoría absoluta, lo sostuvo contra la petición de suprimirlo de UPyD.

El más difícil todavía, en este asunto de la lengua, se conseguía recientemente al ver al Gobierno de Rajoy y al PSOE liderar la protesta contra la decisión del nuevo Gobierno estadounidense de suprimir la versión en español de la web de la Casa Blanca.

¿Y que decir de la derogación del Plan Hidrológico Nacional y la oposición a los trasvases de agua desde donde sobra hacia donde falta? Aquello de Zapatero al dictado de los nacionalistas fue tan demencial, tan disparatado, tan radicalmente absurdo que recuerdo al bueno de Amando de Miguel dar por seguro en Alicante que el Gobierno socialista terminaría por recapacitar y reactivarlo aun con otro nombre. Sin embargo, el absurdo fue superado años después, cuando el Partido Popular, el mismo que había sacado la gente a la calle contra la derogación de los trasvases, se apuntaba, una vez alcanzada la mayoría absoluta, a las desaladoras de ZP.

¿Y que decir, tras ver al PP sacar la gente a la calle contra la dispersión de los Papeles de Salamanca o contra la excarcelación de etarras, del espectáculo de ver cómo el Gobierno de Rajoy consumaba la dispersión del Archivo o protagonizaba la mayor excarcelación de etarras que se recuerda?

¿Y qué decir de algo tan absurdo como justificar una política continuista de la de Zapatero en materia de impuestos y de gasto público sobre la base de la "mala herencia" que el socialista dejó?

Pero volviendo a la actualidad, y al rifirrafe con Rufián que desató la acertada frase de Rajoy: ciertamente, es absurdo que los separatistas pretendan que la política no se judicialice, cuando su política consiste en saltarse la ley. Pero ¿acaso esa absurda pretensión de impunidad no fue ampliamente superada por un presidente del Gobierno que, con tal de hacernos crecer que hizo cumplir la ley en Cataluña, dio una versión tan edulcorada del 9-N que absolvería a todos los imputados de la comisión de cualquier delito? Tan absurdo fue lo de Rajoy que los imputados del 9-N consideraron conveniente para su defensa que el presidente del Gobierno testificase en el juicio.

En conclusión: bien sea por falta de lecturas o de carácter, bien sea por su vaga y acomodaticia renuencia a dar la batalla de las ideas, bien sea por una combinación de todo lo anterior, pocos dirigentes políticos como Rajoy han demostrado, pese a su cabal y engañosa apariencia, que "en política no hay absurdo imposible".

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