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FIGURAS DE PAPEL

Diez años sin Onetti

Es el mejor novelista uruguayo y, con sus exploraciones sobre el malestar urbano, con los mismos personajes y en medio de tantas desdichas, ofreció su idea del mundo, alcanzando alto relieve en las letras iberoamericanas, como lo muestran sus libros que lucen con todo esplendor.

Es el mejor novelista uruguayo y, con sus exploraciones sobre el malestar urbano, con los mismos personajes y en medio de tantas desdichas, ofreció su idea del mundo, alcanzando alto relieve en las letras iberoamericanas, como lo muestran sus libros que lucen con todo esplendor.
Diez años sin Juan Carlos Onetti, el escritor uruguayo que vino al mundo en 1909, en Montevideo. Jovencito escribió y vendió avisos para la revista “La tijera de Colón” (apenas siete números), abandonó luego los estudios para dedicarse a trabajar y, como él mismo dijera de su maestro, Faulkner, jamás jugo para el Liverpool Club de Fútbol uruguayo, de los llamados “chicos”. Más adelante fue periodista y, naturalmente, escritor. En 1980 fue galardonado con el Premio Cervantes.
 
Onetti vivió en Buenos Aires en más de una oportunidad: desde 1930 a 1939, y desde 1941 a 1955. Sus primeros cuentos aparecieron en periódicos de Argentina, a partir de 1933. En ellos se verifica la presencia de la ciudad como tema y telón de fondo en tiempos en que reinaban las letras criollistas. Onetti, un conocedor profundo de las formas literarias que imponían Joyce, Celine, Hemingway y, especialmente, William Faulkner, su maestro.
 
En 1939 publicó El pozo, una "nouvelle" sobre el desasosiego espiritual, centrada en un hombre solitario encerrado una calurosa noche en una pequeña habitación situada en una zona ruidosa y triste de Montevideo; este personaje llamado Eladio Linacero, ingresa a las letras rioplatenses la angustia existencial y la incomunicación humana.
 
A la manera de Faulkner, creador de Yoknapatawpha, Onetti inventó, luego y para siempre, a la lluviosa Santa María, como, bajo la misma influencia faulkneriana, lo hiciera García Márquez con Macondo. El de Onetti fue un universo representativo de una zona que podría ubicarse en el litoral argentino y no lejos del uruguayo. Brausen fue el personaje creador de Santa María; ello ocurrió en La vida breve (1950). Ya fundada la ciudad, comenzaron a aparecer sus principales habitantes; entre ellos, en uno y otro libro a la manera balzaciana, reencontramos a Díaz Grey y Larsen, protagonistas de aventuras y de calamidades. Los grandes títulos iniciales fueron Los adioses, Para una tumba sin nombre y algunos cuentos notables como El infierno tan temido y Ebsjerg, en la costa.
 
En la novela Tierra de nadie Larsen es un personaje secundario, mientras Brausen ha pasado a ser un monumento en una plaza. Díaz Grey sigue siendo testigo marginal de lo bueno, lo malo y lo feo de santa María, donde, por ejemplo, en la celebrada novela Juntacadáveres (1964), vemos a Larsen intentando dirigir un prostíbulo modélico pero termina siendo expulsado. Volverá cinco años más tarde en El astillero, novela cronológicamente anterior, de 1961, y que Onetti dedicara al presidente uruguayo Luis Batlle Berres, padre del actual presidente de Uruguay.
 
Radicado en España a principios de 1975, en tiempos de la dictadura en Uruguay, Onetti jamás quiso retornar a su país y murió en Madrid en 1994. Es el mejor novelista uruguayo y, con sus exploraciones sobre el malestar urbano, con los mismos personajes y en medio de tantas desdichas, ofreció su idea del mundo, alcanzando alto relieve en las letras iberoamericanas, como lo muestran sus libros que lucen con todo esplendor.
 
 
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