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INVOLUCION DEMOCRATICA

Los medios, la izquierda y el PP

Con alegría que trastoca la realidad, se dice que el Gobierno del PP controla los medios de difusión. Obviamente no controla ninguna de las TV y radios autonómicas donde ellos no gobiernan. Y quien piense que las televisiones autonómicas, vasca, andaluza, catalana, etc, mantienen un sesgo más neutral que TVE, simplemente están en un error mayúsculo.

Desconozco las cadenas locales, pero Localia es, en el conjunto de su programación, antigubernamental, y las locales de Vizcaya poco sesgo tienen de apoyo al Gobierno o al PP, incluso de mucha subjetividad hay que echar mano, para no percibir un especial esfuerzo de equilibrio y neutralidad política de TVE en la sección del País Vasco.
 
El principal grupo de Comunicación de España, el grupo Prisa, que dispone de la única TV de pago existente en España, el diario nacional de más tirada, El País, y la cadena de radio con mayor audiencia, la Ser, mantiene una constante y durísima crítica contra el Gobierno actual y el PP. Y es tan explícito su apoyo al PSOE, especialmente a las políticas dentro del PSOE más coadyuvantes con los nacionalismos, que hay quien piensa que en realidad es Prisa quien dirige al PSOE. Algunos analistas estiman que el orientar la política del PSOE en el estimulo de una política contraria a los intereses del Estado, como fórmula de golpear al gobierno, sirve a la desvertebración de la sociedad española, a través de propuestas de apoyo a políticas de reformas de ampliación estatutaria, tendentes a una mayor desunión territorial interior. Y el que se critique y no se apoye la política del gobierno, incluso en los asuntos donde se defiende los intereses de España, incidiendo en que se acentúen los eslabones más débiles en política exterior, se debe, entre otros motivos, a intereses de este grupo con los gestores nacionalistas en algunas comunidades autónomas y con posibles vistas a otros intereses franco-alemanes.
 
En otro orden de cosas la Ser, hay que reconocerlo, ya no juega a ser independiente, después de tener el record de censura, materializada en el gran número de contertulios que han sido apartados por ser críticos con las posiciones de contemporización con los nacionalismos por parte de alguna izquierda. Todas las políticas contra el PP y el Gobierno de España encuentran eco y comprensión en los medios del grupo Prisa, singularmente en la Ser.
 
En Cataluña el PP no dispone de ningún soporte mediático. Todos los diarios, en catalán o en español, son beligerantes con ese partido. En el País Vasco, además de los dos diarios claramente partidistas, Deia del PNV y Gara de ETA-BATASUNA, los dos grandes diarios El Correo español (con minúscula) y El Diario vasco (con mayúscula) marcan pautas provinciales diferenciadas, con mayor o menor sesgo de independencia y “prudencia” informativa. Pero está fuera de toda duda que, el trato informativo con el nacionalismo gobernante, en las diferentes instituciones, está muy alejado de cualquier tono de dureza. Hay un estilo que proyecta un poco disimulado cálculo de neutralidad y guante blanco, incluso sobre asuntos de notoria enjundia. Nadie como el nacionalismo tiene a su servicio tanto escudo informativo.
 
En ese escenario, la dificultad objetiva de trasladar la posible bondad de otras ofertas políticas y proyectos, incluso una simple versión más real y menos ficticia de la realidad circundante, que se haga percepción y opción de voto en la opinión pública, es realmente de una dificultad enorme. Máxime si los portavoces de ello son perseguidos a muerte. Pero en fin, en una Comunidad en la que uno de los principales dirigentes del PNV dice en el Parlamento que le gustaría que no existiera más televisión que la nacionalista, se tiende a convivir y tolerar cualquier ignominia, incluso dar por cierta cualquier necedad. Hay quien piensa que TV5, que es absolutamente beligerante con el Gobierno, incluso en los mensajes de los programas de las criadillas más que del corazón, es pro-gubernamental. Pero ya se sabe que en la CAV todo está al revés. El problema es que con los medios al servicio de los nacionalismos y de la izquierda desvariada, también en el resto de España empiezan las grandes mentiras a tomar visos de realidad ante la opinión pública.
 
Dos consecuencias del gran cinismo analítico que estamos viviendo son la constante referencia al franquismo, que para los que nos opusimos al mismo, resulta una extravagante maledicencia, para argumentar de inmediato que hay una recesión democrática propiciada por el gobierno del PP..Y que esta recesión está a su vez acompañada por una involución autonómica. Por eso no es de extrañar que dicho discurso encuentre sus protagonistas fundamentales entre los nacionalistas y los portavoces de esa progresía desvariada, que tanto eco tiene en los medios nacionalistas y el grupo Prisa. Y resulta especialmente incomprensible para las organizaciones cívicas del País Vasco, que son las que acogen el mayor número de militantes del antifranquismo organizado en la “prodigiosa” década de los sesenta. Los que promueven, como la Plataforma Basta Ya, las manifestaciones donde, sin ninguna duda, y apuesto lo que sea a que se me demuestre lo contrario, se junta con libertad y respeto, la mayor exposición de ideas y sentimientos simbólicamente expresados, incluida la bandera constitucional de todos los ciudadanos de España. Lo que no consigue ninguna convocatoria, contra o por lo que sea, a las que suelen acudir los que afirman que existe involución democrática. Por cierto repasemos algunos datos recientes.
 
El mismo día en que comienza oficialmente la campaña electoral, Zapatero se fotografía con Joaquín Sabina, que es un notable bardo urbano, pero muy mal exponente de la libertad de expresión. Toda España fue testigo de aquella escena en la que le negaba la palabra a Mendiluce si no era para decir y posicionarse en lo que él, y otros notables expertos en hablar del “pensamiento único”, querían y le exigían. En aquellas elecciones autonómicas y municipales eran constantes los ataques a los candidatos del PP. Supongo que los de “la involución democrática” consideraban finura liberal el avasallar a Ana Botella y a Esperanza Aguirre en la calle, y las constantes  provocaciones a los candidatos de su partido. Sería, tal vez, más acorde con una convencional educación democrática la grosería de varios actores en la recepción de Ruiz Gallardón, que la elegante respuesta de éste, de que a pesar de aquella impertinencia “volvería a invitarles si resultara otra vez elegido”. O con la actitud de Aznar, pidiendo calma y mesura a sus seguidores, frente algunas provocaciones en los actos de su partido. No existe ni un solo dato de peso, salvo los acosos que sufren los demócratas en el País Vasco y en algunos actos en Cataluña, incluidos en alguna de sus Universidades, protagonizados por nacionalistas radicales catalanes, que avale un diagnóstico tan falso de la existencia de una involución en la libertad de expresión promovida por el PP y el Gobierno. Más bien la fascistización de actitudes se ubica en otros latitudes políticas e ideológicas.
 
Pero vayamos a parámetros parlamentarios. Tomemos el propio cuadro que El País publicaba en domingo, ya disueltas las Cortes Generales. Cualquier comparación en lo referente a leyes aprobadas con consenso o por cualificada mayoría; o sobre comparecencias de control del Gobierno, y en concreto comparecencias del presidente del Gobierno, respecto a legislaturas en las que el presidente era Felipe González, debiera abrumar tanto a los inquilinos de Feraz, como a algunos que se reclaman de izquierdas. Pero éstos se están contagiando tanto de los nacionalistas, que incluso su sentimentalidad ideológica se está haciendo impermeable a los datos.
 
¿Qué motivos hay para suponer con un mínimo de rigor de credibilidad que se está produciendo una involución autonómica? Al margen de que la gestión más unitaria o más autónoma de una nación no confiere cualidad democrática. Esa cualidad está referenciada a otros valores que relacionan los poderes públicos con la ciudadanía. Pues ninguno. Los datos de trasferencias realizadas a las Comunidades Autónomas, la, por otro lado, criticable generosidad del Gobierno en la negociación del Cupo y el Concierto Económico Vasco. O la oferta de participación de CIU en el Gobierno de España, a pesar de la mayoría absoluta, desmiente la veracidad de ese diagnóstico. Es más, algunos creemos que el desarrollo del llamado “Estado de las Autonomías”, la estructura institucional de su gestión, y el acomodo de las estructuras de partido a la misma, ha generado un fuerte déficit democrático, que se revela en situaciones de desigualdad ante la ley de los ciudadanos. Y por otro lado se percibe que la lucha por el poder, de una gestión crecientemente alimentada por la segmentación territorial, está generando que los partidos políticos de corte nacionalista presenten artificiosamente como demanda ciudadana, crecimientos de poder institucional autonómico, para cubrir ambiciones de gestión partidaria. Tarea a la que se suman, con frivolidad pasmosa en la exposición de argumentos, demasiados profesionales de los medios de comunicación.
 
Obviamente el intento de avalar estas actitudes políticas, al margen del resultado de credibilidad que puedan encontrar en la opinión pública, apelando a una voluntad de regeneración democrática, sólo puede ser calificado de falacia descomunal. Tampoco es de recibo amparar este dislate con lo que se consideran valores tradicionales del socialismo. La gran paradoja es que es entre sectores, que así mismo se denominan de izquierda, donde se ubica la peor práctica política en España desde la perspectiva de la libertad, igualdad ante la ley, y progreso de los ciudadanos.
 
Javier Elorrieta es ex parlamentario vasco independiente del PSE-EE
 
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