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CHÁVEZ Y ALLENDE

La vía "pacífica" al socialismo

Las recientes amenazas de Hugo Chávez: “Si las oligarquías (curioso término para designar a la mayoría absoluta de la población: según los últimos sondeos alrededor del 60 por ciento de la población se opone a Chávez) no aceptan los cambios, ruidos de combate y ráfagas de ametralladora tronarán”, vuelven a poner de manifiesto lo que muchos izquierdistas se empeñan en querer ignorar.

El socialismo, para establecerse y prevalecer, necesita violencia en grandísimas dosis. Como escribe George ReismanIncluso si un gobierno socialista fuera elegido democráticamente, [la] implementación del socialismo tendría que ser un acto de enorme violencia, llamado expropiación forzosa de los medios de producción. La elección democrática de un gobierno socialista no cambiará el hecho de que la confiscación de la propiedad en contra de la voluntad de sus dueños es un acto de fuerza. Una expropiación forzosa de la propiedad basada en un voto democrático es aproximadamente tan pacífica como un linchamiento aprobado por las urnas”.

El caso de Hugo Chávez —que ya amenaza con controles de precios y cierre de medios de comunicación— se parece demasiado al episodio de Salvador Allende como para no establecer paralelismos y extraer conclusiones. En Venezuela, es verdad, el ejército parece controlado de momento por el chavismo. La sociedad civil, a cambio, parece todavía más movilizada que en el Chile de principios de los 70, aunque también allí fueron las manifestaciones y las huelgas de amas de casa, transportistas, profesionales, comerciantes, sindicatos no marxistas, etc. las que lideraron la oposición al marxismo.

Si el supuesto mérito de Hugo Chávez es haber ganado unas elecciones, el de Salvador Allende, se nos cuenta, fue optar por la “vía pacífica al socialismo”. Todo falsedades. Convendrá recordar sin embargo algunos datos, como por ejemplo que el 11 de marzo de 1972 Eduardo “Coco” Paredes, jefe del Servicio de Investigaciones chileno, aterrizó en el aeropuerto de Santiago de Chile, en retorno de su viaje a Cuba, con trece grandes contenedores, seguramente cargados de armas. Cuando los funcionarios de aduanas solicitaron examinar el contenido, Paredes se negó en redondo. Acto seguido apareció el ministro del Interior Hernán del Canto que, tras tomar nota del nombre y apellidos de ambos empleados, ordenó la expedición inmediata del cargamento en patrulleras hacia la residencia personal de Salvador Allende. Los aduaneros fueron posteriormente amonestados por negligencia. Ante una concentración de trabajadores en Concepción fechas después, Allende afirmó que los cubanos le habían enviado unos cuantos “helados de mango”.

La cosa venía de lejos. Durante la visita de Castro a Chile, el tirano de La Habana obsequió a Allende con una metralleta que llevaba la siguiente dedicatoria: “A Salvador Allende, de su compañero Fidel Castro”. En la misma visita, prevista originalmente para durar nueve días y que se prolongó más de tres semanas, Castro habló así respecto del sentido revolucionario del gobierno allendista: “Nosotros los revolucionarios cubanos celebramos el triunfo de Salvador Allende. ¿Cómo podíamos ver aquel hecho? ¿Con tristeza, mortificados porque se producía una victoria electoral y sin las armas? Habría que suponernos unos cretinos completos, unos incapaces, unos estúpidos. No. Nosotros vemos el proceso chileno con las mismas metas que el nuestro”.

Tan pacífica era la vía chilena al socialismo que la comisión política del Partido Socialista —el de Allende— acabó presentando un informe reservado a los dirigentes, ordenando la infiltración del ejército con el fin de lograr el amotinamiento de soldados y suboficiales contra sus superiores militares. El citado documento contenía instrucciones para preparar la insurrección y una eventual guerra civil. Reproducimos algunos extractos tomados del libro El día que ardió la moneda de Emilio De la Cruz Hermosilla:

1.- El desarrollo de la situación política de Chile afecta a las Fuerzas Armadas, que no son una institución al margen de las contradicciones económicas, políticas y sociales del país y aprovechando la existencia de contradicciones dentro del Ejército es posible realizar un buen trabajo de captación y neutralización de sectores dentro de éste (...).

De aquí surge una tarea de fundamental importancia, cual es la de racionalizar la penetración en las filas del Ejército (...) La primera tarea a realizar es a través de los contactos ya establecidos; elaborar fichas de toda la oficialidad y suboficialidad. Formar células dentro de las unidades militares a las cuales, a través de un contacto permanente, se les haga una educación política intensiva. A través de estas células, obtener, centralizar y evaluar las informaciones confidenciales recibidas. Obtener material de guerra.

2.- En este enfrentamiento se usarán tácticas de tipo convencional y de guerra irregular, ya que se enfrentarán por un lado fuerzas convencionales y por otro fuerzas que por su gran número, falta de organización y armamento deberán emplear tácticas irregulares.

3.- El enfrentamiento va a ser masivo, esto es, gran parte de la población estará incluida en la lucha.


Bajo el epígrafe “Golpe de Estado”, la circular hacía la siguiente exposición:

La burguesía, como clase, depende para un enfrentamiento de las posibilidades que tengan de aglutinar hacia sus posiciones a las Fuerzas Armadas y para esto requiere de una homogeneidad política y de una gran organicidad. La forma de lucha ideal trazada por ella para derrocar al Gobierno de la Unidad Popular es el golpe de Estado.

Debemos preocuparnos de analizar con cierto detalle cuáles sean las leyes que rigen esta forma de lucha para tratar de contrarrestarlo con una mayor efectividad.


Se daban instrucciones a continuación para acudir a los centros neurálgicos a fin de intentar colapsar el intento militar en su misma aparición. El documento incluía asimismo un plan de “acuartelamiento de la masa” en las fábricas nacionalizadas y los locales de los partidos, la entrega de armas y todo el aparato subversivo para el contragolpe en el que se contemplaba también el asesinato de jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas en sus propios domicilios.

La vía al socialismo tenía un buen modelo pionero que seguir, como había manifestado Salvador Allende en su reciente visita a la URSS: “Estimado camarada Podgorny, usted expresó simpatías hacia Chile, habló de ayuda a nuestro país por parte del Gobierno soviético, del pueblo soviético. Nosotros sentimos esa simpatía, ese calor fraternal, la solidaridad, la ayuda, la firmeza inalterable de la Unión Soviética en defensa de la libertad y la paz de los pueblos. En nombre de Chile agradezco emocionado esas palabras, confiando en ustedes, pioneros de la construcción del socialismo”.

Era el mismo Allende en conversación con Regis Debray el que había manifestado:

—¿Cómo aceptaste, Salvador, el estatuto de garantías constitucionales?

—Muy sencillo: Necesité llegar al poder como fuese. Era un recurso táctico, pero ten la seguridad que en ningún momento tuve el propósito de cumplir lo prometido.


Ante el fracaso de un primer motín en la Marina, se puso en marcha un segundo plan denominado Plan Zeta. Su ejecución estaba prevista para el día 19 de septiembre de 1973, festividad del ejército. Su organización estaba dirigida por Carlos Rafael Rodríguez, primer viceministro cubano y de Manuel Piñero “Barbarroja”, jefe de la Policía Secreta también de Cuba. El plan final era el siguiente. En la comida ofrecida por Allende a los altos mandos de las FF.AA., alguien se acercaría a Allende para que acudiera al teléfono. En cuanto abandonase la sala, entrarían los pistoleros de la UP que acabarían rápidamente con los invitados. Otros agentes marxistas darían muerte a todos los oficiales preparados para el desfile en el Parque Cousiño. Matanzas simultáneas se producirían en diversas capitales del país. La operación incluiría también el asesinato de diputados y senadores de la oposición, miembros de la Corte Suprema, periodistas, etc. En un remedo de los paseos de nuestra Guerra Civil y bajo la consigna “fascistas al paredón”, se tenía previsto exterminar a todos los “enemigos del pueblo” en cada ciudad. Asimismo, se llevaría a cabo el incendio de las sedes gremiales: Colegio de Abogados, Cámara de Diputados, etc.

Para la historia quedó la carta en la que Fidel Castro anuncia a Allende la visita de estos dos agentes.

La Habana, 29 de Julio de 1973

Querido Salvador:

Con el pretexto de discutir contigo cuestiones referentes a la reunión de países no alineados, Carlos y Piñeiro realizan un viaje a ésa. El objetivo real es informarse contigo sobre la situación y ofrecerte como siempre nuestra disposición a cooperar frente a las dificultades y peligros que obstaculizan y amenazan el proceso. La estancia de ellos será muy breve por cuanto tienen aquí muchas obligaciones pendientes y, no sin sacrificio de sus trabajos, decidimos que hicieran el viaje.

Veo que están ahora en la delicada cuestión del diálogo con la D. C. en medio de acontecimientos graves como el brutal asesinato de tu edecán naval y la nueva huelga de los dueños de camiones. Imagino por ello la gran tensión existente y tus deseos de ganar tiempo, mejorar la correlación de fuerzas para caso de que estalle la lucha y, de ser posible, hallar un cauce que permita seguir adelante el proceso revolucionario sin contienda civil, a la vez que salvar tu responsabilidad histórica por lo que pueda ocurrir. Estos son propósitos loables. Pero en caso de que la otra parte, cuyas intenciones reales no estamos en condiciones de valorar desde aquí, se empeñase en una política pérfida e irresponsable exigiendo un precio imposible de pagar por la Unidad Popular y la Revolución, lo cual es, incluso, bastante probable, no olvides por un segundo la formidable fuerza de la clase obrera chilena y el respaldo enérgico que te ha brindado en todos los momentos difíciles; ella puede a tu llamado ante la Revolución en peligro, paralizar los golpistas, mantener la adhesión de los vacilantes, imponer sus condiciones y decidir de una vez, si es preciso, el destino de Chile. El enemigo debe saber que está apercibida y lista para entrar en acción. Su fuerza y su combatividad pueden inclinar la balanza en la capital a tu favor aun cuando otras circunstancias sean desfavorables.

Tu decisión de defender el proceso con firmeza y con honor hasta el precio de tu propia vida, que todos te saben capaz de cumplir, arrastrarán a tu lado todas las fuerzas capaces de combatir y todos los hombres y mujeres dignos de Chile. Tu valor, tu serenidad y tu audacia en esta hora histórica de tu patria y, sobre todo, tu jefatura firme, resuelta y heroicamente ejercida constituyen la clave de la situación.

Hazle saber a Carlos y a Manuel en qué podemos cooperar tus leales amigos cubanos.

Te reitero el cariño y la ilimitada confianza de nuestro pueblo.

Fraternalmente,

Fidel Castro.


Tiempos de guerra civil parecen abatirse desgraciadamente ahora sobre Venezuela y quizás perezcan decenas de miles de personas. Los izquierdistas que se manifiestan conjuntamente “contra la pena de muerte” y con carteles del Che Guevara, “por la paz” y “por el socialismo” serán una vez más responsables con su irresponsabilidad de este previsible baño de sangre. Hasta el siguiente.


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