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PERSECUCIÓN RELIGIOSA EN CHINA

Un silencio que avergüenza

Hace un par de semanas, el Presidente chino Hu Jin Tao fue recibido con alfombra roja en Madrid, entre loas por el empuje y la modernización del gigante asiático y sustanciosos acuerdos de inversión para empresas españolas. Por supuesto, al ilustre huésped del Gobierno español se le ahorró el mal trago de tener que escuchar cualquier incómoda recomendación sobre la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales en su país.

Hace un par de semanas, el Presidente chino Hu Jin Tao fue recibido con alfombra roja en Madrid, entre loas por el empuje y la modernización del gigante asiático y sustanciosos acuerdos de inversión para empresas españolas. Por supuesto, al ilustre huésped del Gobierno español se le ahorró el mal trago de tener que escuchar cualquier incómoda recomendación sobre la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales en su país.
Zapatero brindando con Hu Jin Tao en su visita previa a China; entonces tampoco preguntó por los derechos humanos

No hubo un solo político español que tuviese la osadía de mencionar, siquiera como inquietud intelectual, el aplastamiento de la disidencia política, las brutales prácticas de la Justicia china o la persecución sistemática de las comunidades religiosas. Recordemos que Zapatero, siempre en vanguardia, ha sido uno de los primeros en reclamar que concluya el embargo de venta de armas a China, impuesto tras la matanza de Tiananmen, porque según dijo, las circunstancias han cambiado. Desde luego que han cambiado, pero no tanto como para correr un tupido velo sobre las arbitrariedades y violencias de una dictadura que sabe jugar como nadie al gato y al ratón con aquellos que albergan un ansia infinita de paz, o más bien de que les dejen hacer negocios en paz.

Seguramente el Gobierno español no lo sabría, o preferiría no saberlo, pero en las mismas fechas en que Hu Jin Tao gozaba de nuestra hospitalidad, Mons. Julio Jia Zhiguo, obispo de Zhengding (Hebei), fue arrestado por la policía y conducido a un lugar desconocido. Nada nuevo para este valeroso obispo que ha pasado veinte de sus setenta años de vida, en las cárceles de un régimen tan alegremente recibido por las cancillerías occidentales. Desde inicios de 2004, el obispo Jia ha visitado ocho veces los calabozos de la seguridad de Hebei, la región china con mayor densidad de católicos “descontrolados”. En cada una de estas ocasiones, los funcionarios del partido comunista han tratado de “reeducar” al obispo para que sea razonable y acepte integrarse en la Asociación de los Católicos Patrióticos, pero en vista de su testarudez lo dejan marchar…. Hasta la próxima. Es curioso que mientras China ocupa cada vez más espacio en los medios de comunicación occidentales, apenas nos lleguen noticias sobre la persecución sistemática de los católicos que no aceptan someterse a la dependencia del régimen. Esta misma semana, seis sacerdotes de la misma diócesis de Mons. Jia han sido apaleados y detenidos por la policía, según denuncia la Fundación Cardenal Kung, que goza de estrechos contactos con las comunidades clandestinas en el interior de China. La represión del régimen no cede, pero los valerosos católicos chinos le tienen tomada la medida. Ellos conocen bien sus mecanismos, y han sobrevivido a épocas mucho más crueles. Lo que produce vergüenza es el silencio espeso que por desgracia envuelve a esta persecución, la primera en regla del estrenado siglo XXI.

Hace pocos días, el Presidente Bush, la bestia negra de todos los progresistas del mundo, ha visitado China. Evidentemente él también buscaba réditos para las empresas norteamericanas y un razonable modus vivendi con el gigante asiático, pero al menos ha tenido el decoro de realizar algunos gestos a favor de las minorías perseguidas y de reclamar avances concretos en la libertad religiosa. Nadie puede ignorar a China en estos momentos, pero cada uno puede orientar su influencia a favor de una evolución hacia la libertad, o para blindar los esquemas de la tiranía. Que cada cual se examine.
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