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Javier Somalo

Contra Davos

Ellos mismos nos avisan de que estaremos perdidos en 2100 si no les hacemos caso, si no hacemos lo que ellos dicen y no hacen.

Ellos mismos nos avisan de que estaremos perdidos en 2100 si no les hacemos caso, si no hacemos lo que ellos dicen y no hacen.
Klaus Schwab, fundador y Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial. | EFE

Carne sin carne, personas sin sexo y fin del universo que, pese a su infinitud, dará paso al metaverso: viajaremos sin viajar para comer carne sin carne y lo demás también, o tampoco. Pastilla azul o pastilla roja. Ya se sabe: si mueres en Matrix… y esas cosas de los avatares. Resulta que el mundo se acaba, que queda muy poco (como siempre) y el populacho ha de hacer sacrificios para evitarlo. Pero siempre con la claridad filantrópica de la izquierda mundial, o sea la China de Xi Jinping, el comunismo de siempre, empujado y maquillado por la izquierda millonaria americana que por fin ha echado a Trump, un imbécil que se lo puso más fácil que nunca.

Hace un siglo ya existía Davos, la ciudad, el lago, el monte… Pero no el Foro que nos hace augurios letales como esa cronología de desaparición de los insectos y la llegada espontánea de dromedarios a Málaga, poco antes de morir malformados sobre brasas o con el agua al cuello. Este año el Foro Económico Mundial que se reúne —virtualmente todavía— en la ciudad suiza para hacernos la vida imposible nos ha regalado un calendario letal que culmina en 2100. Lo titula Fast Forward to 2100. Década a década, nos van matando desde sus jets privados, culpándonos de los males venideros.

Propongo pasar de ese Fast Forward to 2100 a un Rewind to 1900. ¿Podría algún "sabio" de Davos haber adivinado cómo sería el mundo del siglo XX? Dudo que hubieran soportado la visión aun siendo ellos los "futuros" responsables. Un horror, prepárense:

Octubre de 1917. Una revolución ensangrentará Rusia y se extenderá como una letal pandemia al resto del mundo. Francia, tan revolucionaria como siempre, lo defenderá a ciegas, poniendo sordina a las denuncias que alertaron con angustia desde el primer momento. ¡Qué pena no poder parar aquí el rebobinado! El germen, llamado comunismo, será responsable de más de 100 millones de muertos por hambre, enfermedad y, en cualquier caso, por genocidio planificado en todo el mundo. A este paso, nunca habrá problemas de recursos naturales… pero vayamos a los detalles.

Años 20. El promotor de la revolución, un ruso apodado Lenin, será el responsable de una cadena de hambrunas y del Mal que asolará el mundo entero durante muchos años. El llamado comunismo, no la falta de recursos o alimentos, provocará en adelante millones de muertos. La falsa escasez, fruto de un plan metódico de venganza contra pequeños propietarios, abocará al canibalismo en familias campesinas que hasta intercambiarán cadáveres para no reconocer la comida. Las técnicas de este iluminado inspirarán futuros desastres en Alemania.

Años 30. Un sucesor del iluminado, éste apodado Stalin, continuará con las ideas genocidas a través del hambre, el aislamiento, el trabajo forzado, el abuso y el asesinato directo. Su objetivo principal será Ucrania y los kulaks, esos campesinos con propiedades, pero toda Rusia y después toda Europa, conocerán su horror. Hasta 9 millones de personas morirán solo de hambre y enfermedades asociadas. Habrá muchos más por muchas otras causas. Los graneros rebosarán de cereal confiscado. Será genocidio pero, sobre todo, morirá el individuo.

A principios de la década (1932-33), en Alemania llegará al poder el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán liderado por Adolf Hitler, un intervencionista dolido por la dura salida para Alemania tras la Primera Guerra Mundial. Asesinará a 6 millones y medio de personas. Serán principalmente judíos. Eso, sin contar las vidas que se llevará por delante la guerra mundial que provocará al borde de los años 40 en su afán por montar un imperio de raza aria.

Se discutirá si Hitler y Stalin o Lenin son extremos opuestos. La verdadera Historia, que no será la más conocida, establecerá la enorme similitud entre ellos: expansionismo, nacionalización, antisemitismo... industrialización del asesinato. La colaboración en la mencionada guerra mundial del ruso Stalin contra el alemán Hitler, al que primero ayudará en sus invasiones, ocultará durante muchos años el horror soviético paralelo, hecho a imagen de su propia historia en los años 20 e indudable ejemplo para el nazismo. Habrá supervivientes que levantarán acta notarial de todo. Tardarán en creerles. Primero los perseguirán.

1937-1938. Una Gran Purga costará casi un millón de muertos en ejecuciones ordenadas directa o indirectamente por Stalin. Muchas fosas comunes darán testimonio de este enésimo horror como las de Vinnystia (Ucrania) o Bykivnia (Kiev).

1939-1945. La tónica seguirá durante la guerra mundial (Katyn) y después de ésta en una franja de Europa oriental que terminará siendo las Tierras de Sangre (sobre todo Polonia pero también Ucrania, Bielorrusia y las repúblicas bálticas), donde las idas y venidas de nazis y soviéticos sembrarán siempre más muerte que cereal. Terror, Holocausto y Holodomor, tan parecidos. Siempre por el control del individuo y de su propiedad.

Las deportaciones y aislamientos mortales se conjugarán con el asesinato directo en una red de cárceles o "campos de trabajo correccional". Tendrán un acrónimo: GULAG. Habrá tantas, medio millar, que parecerá un archipiélago salpicando de sangre el mapa de Europa. Cuando todo parezca calmarse, de hecho la gran guerra que se librará dará paso a una fase más contenida en muertes por la amenaza de destrucción global, China comenzará su particular carnicería como si nada hubiera sucedido antes.

Años 50. China y Cuba aportarán su revolución al mundo y el legado de Lenin seguirá intacto. El gigante de la Gran Muralla guarda aún mucha muerte para repartir en lo que queda de siglo XX. Todo en China es grande: La Larga Marcha (1934), el Gran salto adelante (1958-1961), la Revolución cultural (1966-76) y la Muerte. El apóstol encargado de continuar la obra de Lenin será Mao Tse Tung o Mao Zedong, todo un campeón de la guadaña.

Una gran hambruna por colectivización y cambio de modelo de producción del agro al acero ocasionará en 1959 en torno a 35 millones de muertos. No faltará el alimento, se confiscará, se enviará al exterior, porque sólo lo colectivo es viable. China se llenará de hornos para fabricar acero y de cadáveres.

Una predicción a muy largo plazo en esta macabra ficción: en el primer cuarto del siglo XXI China será el gran eje —China siempre es "gran"— del comunismo resurgido que dominará buena parte del mundo y que costeará las predicciones más apocalípticas organizadas por foros europeos. Como sucedió con la Francia de 1917, una parte de Europa se rendirá a los pies del país que más mata, más tortura, más oculta y más contamina.

1953. Muerte en Cuba. A imagen y semejanza de muchas de las anteriores "revoluciones", Cuba protagonizará la suya de la mano de Fidel Alejandro Castro Ruz. También será comunista y perdurará mucho en el tiempo, de hecho no se le ve final en las predicciones. La tortura, el asesinato, la delación, la humillación y la reducción del individuo a un poso del caldo colectivo serán las señas de identidad. Nada nuevo. Se perderán muchas vidas y, sorprendentemente, nadie querrá evitarlo salvo los que estén en la lista. Algo similar sucederá más tarde en Venezuela, que mantendrá su enorme riqueza natural pero dejará que sus hijos mueran de hambre o asesinados en cárceles. Por lo mismo que el resto: ese comunismo cada vez más contaminante que consentimos sin pestañear.

Años 70. Camboya (1975-1979) Pol Pot, enésimo discípulo de Lenin, y sus Jemeres Rojos se llevarán por delante la vida de más de dos millones de personas, un quinto de la población total de Camboya. Llevar gafas, posible señal de ejercicio de la lectura, será causa de ejecución. Si se cumple tanta muerte no habrá donde almacenar tantos cráneos y esqueletos. O quizá sí.

Faltan Vietnam, Corea del Norte, Etiopía…

¿Las cifras reales?

No hubo avatares ni elección de pastilla roja o azul ni polos derretidos o desertizaciones ni predicciones del Monte Davos. Hubo muertos. Millones de muertos de verdad, quizá más de cien. Muchos lo denunciaron, gritaron desde los campos de sangre, laogais, granjas, desde el Gulag. Esto fue verdad y ya no podemos rebobinar salvo para lamentar, recordar, instruir y evitar su avance. Era, es y será el comunismo. Con perdón, nos jodieron todo el siglo y ellos mismos nos avisan de que estaremos perdidos en 2100 si no les hacemos caso, si no hacemos lo que ellos dicen y no hacen.

El estudio más reciente sobre el comunismo lo tenemos bien cercano en el tiempo y en la causa. Así que para cifras, además de las ofrecidas en el coral Libro Negro del Comunismo, baste con este párrafo de Memoria del Comunismo, de Federico Jiménez Losantos:

Las cifras terribles del humanicidio comunista solo se descubren en la frialdad matemática de la estadística: en 1924 debería haber 17 millones más en Rusia pero, tras el paso de Lenin, no están. A los muertos que el comunismo mata se añaden los que el comunismo no deja vivir, nacer, envejecer o enfermar sin morir. Al morir Stalin se le contaron 20 millones de cadáveres, pero en Rusia faltaban 40. Con Mao desaparecieron entre 40 y 60 millones de chinos, pero su retrato preside la plaza de Tien Anmen. Pol Pot mató a dos millones y medio pero en Camboya, de siete y medio, faltan tres. En Corea del Norte sigue corriendo el muertómetro: ¿dos, cuatro millones? En Vietnam se rompió al huir el último periodista americano a los brazos de Jane Fonda. Decenas, tal vez centenares de miles de cubanos han muerto en el estrecho de la Florida huyendo en sus armatostes de neumáticos entre los tiburones del agua y los del régimen de los Castro, pero aunque hay casi tres millones de cubanos en el exilio y solo diez en la envejecida Cuba, Obama se fotografía feliz con Raúl Castro (…) El problema moral y político de las cifras atroces del comunismo, cien años después de su nacimiento, es que olvidamos o no llegamos siquiera a saber el nombre, lo único suyo, de las víctimas.

Predicciones a nosotros, ¡bah!

Contra Davos, algunos libros de los muchos que sirven:

  • Stéphane Courtois y otros. El Libro Negro del Comunismo. Ediciones B, 2010.
  • Frank Dikötter. La gran hambruna de la China de Mao. Acantilado, 2017.
  • Federico Jiménez Losantos. Memoria del comunismo. La Esfera de los libros, 2018. Del mismo autor: La vuelta del comunismo. Espasa, 2020.
  • Christian Jelen. La ceguera voluntaria. Planeta, 1985.
  • Alexandr Solzhenitsyn. Archipiélago Gulag. Edición de 3 tomos en Tusquets, 2005. Del mismo autor: Un día en la vida de Iván Denísovich. Tusquets, 2008
  • Stéphane Courtois. Lenin, el inventor del totalitarismo. La Esfera de los libros, 2021.
  • Martin Amis. Koba el temible. Anagrama, 2006.
  • Leon Poliakov. Auswitz. Orbis, 1985.
  • Vasili Grossman. Vida y destino. Galaxia Gutenberg.
  • Timothy Snyder. Tierras de Sangre. Galaxia Gutenberg, 2011.

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