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Javier Somalo

El Prestige ya suelta hilillos

La izquierda está cayendo en las encuestas y, como le confesó Zapatero a Iñaki Gabilondo ante un micrófono indiscreto, "nos conviene que haya tensión".

La izquierda está cayendo en las encuestas y, como le confesó Zapatero a Iñaki Gabilondo ante un micrófono indiscreto, "nos conviene que haya tensión".
EFE

Begoña Villacís relató el jueves en el programa de Dieter Brandau que ella estaba en la manifestación sin compartir el manifiesto. Me cuesta entenderlo. Al final resultó como si Rita Maestre hubiera enjugado su despecho en una mezquita. Megáfono en mano, varias manifestantes acordonaron a la líder de la oposición en el Ayuntamiento de Madrid y a la diputada de su partido Patricia Reyes: "¡No a la brecha, fuera la derecha!". Así que, al final, la contradicción de Villacís –que sigo sin comprender– ha servido como augurio de lo que va a llegar.

"¡A-anti-anticapitalistas!" gritaban como harían los tartajas imitados por el gran Arévalo. Les pasa lo mismo a los de "in-inde-indepen-den-cia". Hoy lo de diseñar la cadencia de los lemas se ha convertido en un infierno, sobre todo cuando no está muy claro el hecho manifestado, su origen o sus verdaderas razones y el único objetivo es salir a la calle. También hubo momento para los zafios pareados con la talla 38 o con el menú para la cena de las que dicen estar hasta el moño. Personas de buena voluntad, por supuesto, habría muchas pero ya sabemos con qué está empedrado el camino al infierno.

Alberto Núñez Feijóo dice que los hombres tienen que entender "el mensaje que nos mandaron nuestras parejas, nuestras madres o nuestras hijas" este 8 de marzo. Tengo las tres y no me llegó ese eco pero comprendo que los políticos conocen la verdad y los demás somos simples aberraciones en la norma. Añade el posible delfín que calificar la manifestación del 8-M de política "es una falta de respeto". A mí, sinceramente, me lo parece el hecho de decirlo faltando a la verdad: "¡Fuera la derecha!", le decían a Villacís. Qué le dirán a Núñez Feijóo.

El caso es que el 8-M ha funcionado como la sirena del puerto que llama al Prestige de 2018 hacia nuestras costas con la incontinente panza cargada de meconio. Supongo que lo recordarán bien los presidentes gallegos. Por ahí andan siempre, a la deriva, fantasmagóricos buques tóxicos hasta que son atraídos desde tierra por la bulla: la izquierda está cayendo en las encuestas y, como le confesó Zapatero a Iñaki Gabilondo ante un micrófono indiscreto, "nos conviene que haya tensión". El figurado naufragio de un petrolero puede obrar maravillas.

Si no hay una guerra por la que protestar no importa, todo se puede celebrar, destruir o boicotear sin esperar a una justificación: feliz no-cumpleaños. Las cabezas de los ministros siempre pueden pasearse clavadas en picas, como se hizo, y tartamudear lemas genéricos si la izquierda anda baja de audiencia. Pero resulta que, además, el calendario acompaña: Mayo del 68, Constitución del 78 o el cuadragésimo aniversario de Amnistía Internacional España. Sobre esto último, y según cuenta El Confidencial Digital, Mediapro ya tiene el encargo de un documental que, suponemos, será un catálogo de torturas y violaciones de derechos humanos sucedidas en la España de ayer y hoy –o sea, Franco, Aznar, Rajoy y lo que interese de Felipe González– que dejarán a Irán, Cuba, Venezuela o Corea del Norte como paraísos de los derechos humanos.

Los pensionistas, los estudiantes y puede que algunos jueces harán sonar también sus sirenas porque todo lo que ocurre en España resulta intolerable cuando gobierna la derecha y obliga al reclutamiento de hombres y mujeres de bien que ayuden a la izquierda, realidad social única y verdadera, a salir del hoyo. Y el partido de Rajoy se irá poniendo lazos de colores en la solapa mientras le van ajustando al cuello otro de color soga. Zapatero, el de la tensión, era un experto en encabezar las manifestaciones contra su gobierno y parece que el PP y Ciudadanos han tomado mal las notas.

El Prestige de 2018 ya ha soltado los primeros hilillos. Pronto llegará a borbotones el pringoso y negro chapapote que, para disgusto de algunos, había desaparecido por completo de las costas gallegas.

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