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José Bastida

La rancia política no hace prisioneros

Las fuerzas mediáticas y financieras reaccionarias, siempre detrás de todo el tinglado político, promueven esta situación que sume a España en un marasmo y caos controlado.

Con gran interés, preocupación y cobertura mediática se han desarrollado las primarias del Partido Popular. La izquierda, cuya existencia ontológica se basaba en el vesánico sentimiento de odio al PP ahora muestra inquietud por el destino de los populares, abandonados por su necio presidente. No hay más que leer las declaraciones de la vicepresidenta de ZPedro, Carmen Calvo ("la alternativa a este gobierno es el PP"), para darse cuenta de la farsa castiza. Se trata de moverlo todo para que nada cambie como en la vieja política europea de principios del siglo XX, que trajo después una guerra devastadora de dos capítulos.

El cinismo ha sido el gran motor de la política española en la era postfranquista. Porque si hace poco más de un año volvió Sánchez a la secretaría del PSOE, en "segundas náuseas", después de una maniobra de salvamento mediático y lobista con Fernández de apagafuegos, ahora toca acudir en auxilio del PP, un partido de 800.000 afiliados virtuales y 80.000 reales. Todo en aras de mantener un rancio Estado bipartidista aliado con el más que rancio nacionalismo periférico.

El escenario se quiere momificar. Ya se ha conseguido el primer objetivo: restaurar al PSOE en el gobierno para recuperar votos podemitas; y el segundo: recomponer el PP con Soraya para volver al ignominioso bipartidismo, siempre rehén de las castas económico-políticas del nacionalismo.

Las fuerzas mediáticas y financieras reaccionarias, siempre detrás de todo el tinglado político, promueven esta situación que sume a España en un marasmo y caos controlado. La foto de ZPedro Sánchez con el supremacista del lazo amarillo en Moncloa lo dice todo; eso sí, será narrada con el pie de foto del órgano mediático-global de guardia permanente y hará alusión al "diálogo constructivo". Es la apoteosis del pensamiento cínico español, que permite a las sectas destructivas nacionalistas en Vascongadas y Cataluña empoderarse para crear una situación de apartheid, mientras que el Jefe del Estado tiene que esconderse en Gerona de los catanazis para hacer su trabajo (su papel de taxista con Mas no valió de nada) o admite sin reparos que las libertades lingüísticas no están garantizadas en parte del territorio nacional.

Pero además de esta arquitectura política oxidada, en paralelo se crea una estructura ideológica tendente a crear sentimiento de culpa en la sociedad española por el franquismo y, además, generar un caos emocional con supuestos nuevos valores trans. Todo en aras de promocionar la industria cultural progre y políticamente correcta. La foto de Obama y el Rey ante el rancio y sobrevalorado Guernica es un ejemplo de cómo hasta la Jefatura del Estado se pliega a este imaginario acultural. ¿Por qué no posar ante el monumento a las víctimas del 11-M? Sería más serio pero los asesores zarzueleros también están en la onda frívola.

Enfrente, hay un partido reformista, Ciudadanos, que ha osado cuestionar esta momificación política y contra él se crean todo tipo de estrategias para neutralizarlo como sea y acabar con su tendencia alcista en las encuestas negándole protagonismo social y mediático. El rancio sistema político no hace prisioneros.

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