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José García Domínguez

Boris Johnson está muerto

Los diputados le han dado sus votos, pero no su lealtad. Exactamente lo mismo que ocurrió con Thatcher hace ya tantos años.

Los diputados le han dado sus votos, pero no su lealtad. Exactamente lo mismo que ocurrió con Thatcher hace ya tantos años.
El primer ministro británico, Boris Johnson. | EFE

Los diputados le han dado sus votos, pero no su lealtad. Exactamente lo mismo que ocurrió con Thatcher hace ya tantos años, cuando el prólogo de su defenestración definitiva. Porque a Thatcher también la liquidaron los suyos, no unos laboristas que por entonces habían girado tanto y tan deprisa a la derecha que, al final, ya casi resultaban indistinguibles de los conservadores. O sin el "casi". Boris Johnson es ahora mismo, sí, un cadáver insepulto. Por lo demás, todas esas historias truculentas, lo de las fiestas, solo son la coartada para su ejecución extrajudicial, apenas eso. Como Theresa May, como la propia Thatcher, Johnson va a caer no por darle al frasco, sino por la gran decisión estratégica del Reino Unido de cara a los próximos cien años, a saber: el Brexit.

Aunque, más que por el Brexit en sí, por los términos concretos y precisos en que se terminará de llevar a la práctica. Porque a Thatcher tampoco la defenestraron sus pares por la poll tax, el impuesto que gravaría con idéntica carga a un basurero y a la Reina. Thatcher fue apuñalada por la espalda no por un prosaico asunto de tasas, sino por su personal resistencia a que el Mercado Común dejara de ser eso, un simple mercado compartido, para avanzar hacia la unión monetaria y política. Tras la caída del Muro, muchos británicos intuyeron que algún día les tocaría pagar de sus bolsillos la reconstrucción de todo el Este, Ucrania incluida, si permanecían dentro de la Unión. Y optaron, tal vez de modo acertado, por irse.

Pero tras el gran consenso del Brexit había dos concepciones distintas del futuro del Reino Unido. Por un lado, la de la élite cosmopolita que opera en Londres, esa que aspira a hacer de la isla una especie de gran paraíso fiscal desregulado, una cabeza de puente libertaria entre Estados Unidos y Europa. Algo en lo que andaría el propio Johnson. Pero la otra pata de la coalición euroescéptica, la más populista y nacionalista, ansía, por el contrario, un Estado intervencionista y muy protector frente a la competencia extranjera, en la línea original del Ukip. Esa tensión es lo que hay detrás de la muerte anunciada del primer ministro. Sin duda.

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