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José García Domínguez

El Plan B de Artur Mas

Tan pronto como ya mismo, y gracias a la alegre muchachada de la CUP, los convergentes van a tener que elegir entre sus principios y sus piscinas.

Tan pronto como ya mismo, y gracias a la alegre muchachada de la CUP, los convergentes van a tener que elegir entre sus principios y sus piscinas.
EFE

Con el despliegue tipográfico propio de las grandes exclusivas, el primer periódico de Cataluña, La Vanguardia, alertaba en la portada del domingo pasado a sus aturdidos lectores sobre el contenido de cierto "Plan B", el que en la soledad de su despacho habría diseñado Artur Mas para el caso harto probable de no verse investido por la CUP en el pleno del Parlament. Así, y a cinco columnas, la portada del rotativo de Godó aseguraba saber de muy buena tinta que "Mas se prepara para otras elecciones por el no de la CUP". Elecciones que, a decir del diario, se celebrarían en marzo. Como si con la ley en la mano el presidente en funciones de la Generalitat pudiese hacer cualquier otra cosa distinta. Es fama que el Estatuto de Cataluña posee una extensión muy superior a la de la Constitución de Corea del Norte, elemento disuasorio que hace que no lo haya leído nadie.

De ahí que, al parecer, todavía alguien ignore que Mas está obligado a convocar otros comicios si ningún candidato resultase designado por el Parlament antes de transcurridos dos meses a contar desde el martes. A todos los efectos, que quisiera o no daría igual. Pero así se fabrica la opinión pública en el país petit. Que no por casualidad al gran Willi Münzenberg lo sorprendió la muerte justo en la frontera de Francia con Cataluña. Sea como fuere, Artur Mas es un cadáver insepulto a la espera de que el inminente fiasco del 20 de diciembre, cuando la también difunta CDC pase a ocupar la tercera plaza en su feudo presunto, ofrezca la coartada definitiva a su gente para defenestrarlo.

Tan pronto como ya mismo, y gracias a la alegre muchachada de la CUP, los convergentes van a tener que elegir entre sus principios y sus piscinas. O Mas o las dulces mieles del poder. ¿Alguien puede tener la más mínima duda de qué van a hacer? Mas yace muerto y bien muerto. Es un tupé de cuerpo presente. Apenas eso. Mujer, sindicalista y mediocre, Neus Munté i Fernández, su segunda de a bordo, será con toda seguridad quien lo sustituya en el cargo. En cuanto a esa tosca talibán de comarcas que aún preside el Parlament, Carme Forcadell, su irredento cerrilismo acaso abra la vía a que los mozos de escuadra pasen a operar bajo el control directo del Gobierno de España. Y sin necesidad alguna, por cierto, de recurrir al 155. Nadie olvide a ese respecto que, desde el punto de vista jurídico, el jefe supremo de la Policía catalana depende orgánicamente del Ministerio del Interior. En consecuencia, la previsible negativa de Forcadell a acatar su no menos previsible inhabilitación obligaría a los mozos a intervenir a fin de hacer efectiva la orden. Instante escénico en el que su mando supremo recibiría el preceptivo telegrama de Madrid. Ya lo dijo Franco cuando lo de Carrero: no hay mal que por bien no venga.

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