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José García Domínguez

Los separatistas han perdido

Los no independentistas sacaron 200.000 votos más que los independentistas. Jodidos números que solo se limitan a señalar quiénes están empezando a perder esta guerra.

Los no independentistas sacaron 200.000 votos más que los independentistas. Jodidos números que solo se limitan a señalar quiénes están empezando a perder esta guerra.
Quim Torra | EFE

Esa derrota tan ostententóreamente aparatosa del Partido Popular el domingo pasado está sirviendo para apartar el foco de los otros grandes fracasados de la jornada, que no resultaron ser más que los separatistas catalanes. No se está diciendo, pero el batacazo de los sediciosos ha sido también de dimensiones históricas. Y es que una cosa es el éxito sin paliativos de una fuerza política muy singular y concreta, ERC, sigla que ha logrado saltar de nueve a quince escaños de una sola tacada, y otra bien distinta la suerte electoral corrida por el bloque independentista en su conjunto, la suma algebraica de los apoyos obtenidos por Esquerra, Junts per Catalunya y el chiringuito de Dante Fachín. En esos términos, los agregados, que son los que en realidad cuentan a efectos políticos en Cataluña, el fiasco de los separatistas tiene que resultar incuestionable para cualquiera que se maneje con una mínima soltura con los rudimentos de la aritmética más elemental.

Porque la cruda realidad que se esconde tras el espejismo de los óptimos resultados de Esquerra es que el bloque separatista ni tan siquiera ha conseguido superar esta vez la mísera barrera del 40% de los votos válidos emitidos en las cuatro provincias. A esa gente que se llena la boca todos los días y a todas horas perorando en nombre del pueblo catalán resulta que, llegado el instante de la verdad, le ha votado apenas el 39% de los censados que decidieron acudir a sus colegios electorales. Única y exclusivamente cosecharon un magro 39%. Eso no es una derrota. Eso, se mire como se mire, es una gran derrota. Esa gente, los de la boca llena, vive obsesionada con el mantra de ampliar la base. Eran dos millones escasos, el 48% de las papeletas, cuando sus pastores les condujeron monte arriba entre cancioncillas de Lluís Llach y promesas de patinetes gratis para todos cuando llegasen a la cumbre. Pero había que ampliar la base. Sobre todo, había que ampliar la base. El problema es que, tras un año y medio con el racista haciendo dieta, con las lavadoras mediáticas de cerebros a toda máquina y con las raholas de guardia facturando horas extras en la Televisión de las Tres Mil Colinas, resulta que, en lugar de ampliarse, la base famosa ha encogido. Y mucho.

Basta con saber sumar para comprobarlo. Así, las fuerzas que respetan la legalidad constitucional y que en todo momento se han manifestado contrarias de modo inequívoco a la independencia de Cataluña –Ciudadanos, Partido Popular, PSC y Vox– obtuvieron el domingo pasado un millón ochocientos mil votos en la región. Por su parte, el sumatorio de los sufragios de las tres formaciones que se definen a sí mismas como secesionistas sólo rozó la cifra de un millón seiscientos mil. Doscientos mil de diferencia a favor de los leales. No es charlatanería de todo a cien, no es mística patriotera, no son consignas baratas, no son proclamas inflamadas, no son coplas de Lluís Llach, no son berridos histriónicos de Puigdemont, no son lacitos amarillos. Son simples, elementales, prosaicos, anodinos guarismos. Jodidos números que solo se limitan a señalar quiénes están empezando a perder esta guerra.

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