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José García Domínguez

"Referéndum, ¡ya!"

En nombre de los sagrados principios de la democracia, ansían destruir la democracia. Como apelan al referéndum para orillar a las cámaras parlamentarias.

Por un lado, la calle berreando a coro su desprecio hacia los fundamentos mismos de la democracia, aireando el repudio a que sea la representación surgida de las urnas la única competente a fin de administrar los asuntos públicos. Pues, según parece, que el Partido Popular acabe de ganar las elecciones por mayoría más que absoluta es asunto irrelevante, trivial anécdota carente de la menor trascendencia a ojos de los señores Toxo y Méndez. Por otro, el despotismo pretendidamente ilustrado de unas elites tecnocráticas cada día más ajenas a ese mismo principio del sufragio universal. He ahí los sindicalistas y su extravagante exigencia de que se convoque nada menos que un referéndum para validar las políticas de un Ejecutivo recién salido de las urnas.

O repárese en su igual, ese atildado caballero elegido por nadie, el gobernador Draghi, y su afición a impartir órdenes apenas veladas a las encarnaciones de las soberanías nacionales de varios Estados independientes. Inquietantes rasgos de la Europa de los treinta que hoy vuelven a ocupar la escena continental. Genuino remake del proceso intelectual de acoso y derribo contra la democracia parlamentaria que entonces abrió las puertas a los totalitarismos de derecha e izquierda. Y es que asistimos a un cuestionamiento cotidiano de los principios del orden demoliberal que ya no se restringe a círculos marginales. Bien al contrario, el "no nos representan" ha saltado del tumulto de la plaza al discurso de círculos cada vez más amplios del establishment, y no solo del sindical.

Es el propio sistema quien está empezando a interiorizar la retórica antisistema. Otra vez, pues, el indiscriminado desprecio a los representantes electos de la nación. Otra vez la ciega furia iconoclasta de entreguerras, ésa que hoy comparten los rescoldos de la derecha populista y de la izquierda más descerebrada. Nada extraño en el fondo. A fin de cuentas, su común desdén por los votos constituye un revival del odio a los principios del orden constitucional que siempre hermanó a reaccionarios y revolucionarios de todo pelaje. Así, en nombre de los sagrados principios de la democracia, ansían destruir la democracia. Como apelan al referéndum para orillar a las cámaras parlamentarias. Igual que Mussolini, que Franco, que todos los liberticidas que en el mundo han sido.

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