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José García Domínguez

Un 'Piolín' cargado de psiquiatras

Asegura que la República invisible se proclamó por mor del soberano e inapelable mandato de eso que él llama "pueblo catalán" pero aceptará pasarse por la entrepierna la soberanía el 21-D.

Asegura que la República invisible se proclamó por mor del soberano e inapelable mandato de eso que él llama "pueblo catalán" pero aceptará pasarse por la entrepierna la soberanía el 21-D.
Carles Puigdemont | EFE

Vamos a ver si lo he entendido bien. De entrada, parece ser que que la muy democrática República de Cataluña posee un flamante presidente que no ha sido votado por ninguno de los siete millones y medio de habitantes con que cuenta esa nación presunta. En segundo lugar, también parece ser que el presidente al que nadie votó jamás ha decidido partir al exilio, pues consideraría que en el territorio bajo su mandato no se dan las mínimas garantías democráticas propias de cualquier ámbito europeo y occidental. En tercer lugar, se constata que el expatriado ha abandonado a su suerte al vicepresidente, quien en ningún momento se habría ausentado de ese aciago territorio carente de garantías. Un divorcio entre las dos altas encarnaciones del país que solo puede obedecer a una u otra del par de circunstancias que acto seguido paso a exponer. O el presidente de la República considera que en el territorio abandonado no existen salvaguardas jurídicas para él pero sí, en cambio, para el vicepresidente. O, segunda y última posibilidad, el presidente barrunta que tampoco su vicepresidente puede gozar allí de la protección de jueces imparciales y leyes justas pero la suerte final que vaya a correr le trae sin cuidado.

En cuarto lugar, el presidente ha alegado como una de las razones accesorias de su exilio la inexistencia de separación de poderes en el Estado miembro de la Unión Europea que ha dejado atrás. Y para denunciar ante el mundo tan grave carencia no se le ha ocurrido nada mejor que instalarse en la capital de esa misma Unión Europea de la que forma parte, y muy principal, el país del que ha huido a todo correr. En quinto lugar, el presidente apeló nada más aterrizar en el país receptor a su triste condición de perseguido político, pero descartó de plano la posibilidad de demandar el estatus de asilado, puesto que, según propia confesión, puede moverse libremente por cualquier rincón de Europa, España incluida, con plena libertad. En sexto lugar, el presidente no electo ha denunciado el carácter no legítimo de las elecciones en las que se procederá a designar de forma democrática al próximo presidente electo. En consecuencia, y dado ese profundo vicio de origen que invalidaría los resultados salidos de las urnas, aprovechó su primera aparición pública en la diáspora para anunciar su firme, decidida e inequívoca voluntad de participar de forma entusiasta en esa consulta.

En séptimo lugar, el ido se reafirma en su decisión de no admitir bajo ningún concepto la legitimidad de las elecciones a las que piensa concurrir, pero, al tiempo, desafía a quienes las han convocado, esto es al Gobierno de España, a que acepten como legítimos sus resultados ilegítimos. En octavo lugar, el fugitivo ha querido necesario denunciar en cuatro idiomas que España le ha impedido incumplir su programa electoral. Pues, según él mismo confesó ante la aturdida audiencia de Bruselas, el programa de Junts pel Sí incluía la solemne promesa, jamás materializada, de que el Govern de la Generalitat, o sea Puigdemont en persona, procedería a proclamar la independencia, y sin encomendarse ni a Dios ni al diablo ni a los diputados del Parlament. Pero, puesto que eso no ocurrió, fue su flagrante incumplimiento lo que al cabo le forzaría a violentar la legalidad con la convocatoria del referéndum del 1 de octubre. En noveno lugar, en fin, el transeúnte asegura que la República invisible se proclamó por mor del soberano e inapelable mandato de eso que él llama "pueblo catalán", pero que, por supuesto, aceptará pasarse por la entrepierna la soberanía, el mandato y el pueblo mismo el 21 de diciembre.

El próximo Piolín, por favor, que nos lo manden cargado de psiquiatras.

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