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José T. Raga

¿De qué se sonríe el presidente?

¿Recuerdan cuando Sánchez se comprometió a converger en déficit (3% del PIB) y deuda pública (60% del PIB)? Pues ya ven dónde quedaron aquellas promesas.

Inicialmente pensé que se trataba no tanto de una sonrisa como de un rictus, pero su permanencia en situaciones bien distintas me inclina a pensar que se trata de una sonrisa, quizá para las cámaras.

Pero de esta conclusión primaria me surgía una pregunta, para la que no encuentro respuesta satisfactoria. Por donde mire a la nación española que gobierna, no encontrará más que caos, conflicto, depresión, paro y un volumen de gasto público que hace temblar a los analistas más rigurosos. En las proyecciones para el año realizadas en septiembre por el Banco de España –Escenario 2, que creo el más probable–, nadie encuentra algo a lo que poder agarrarse para justificar una sonrisa.

El Producto Interior Bruto se espera que disminuya respecto del año anterior en un 12,6%, porque, quiérase o no, estamos en recesión. Pero, asómbrense, esa disminución lo será pese a que el consumo público –que en buena parte es despilfarro–, lejos de disminuir, ha crecido en un 5,6%, intentando compensar, sin éxito, la disminución del privado, estimada en un 13,1%. ¿En qué se ha materializado el consumo público? Por ejemplo, en productos sanitarios procedentes de China y en gastos corrientes que todos tienen en mente; lo que gusta al Gobierno que sonríe.

La exportación de bienes y servicios se estima que disminuirá en un 25,2%, cuando la importación sólo lo hará en un 22%, lo que indica, además, una pérdida de competitividad de nuestra economía frente al exterior. Pero el presidente sonríe y viaja permanentemente.

En las horas trabajadas, sin las que no se genera PIB, se estima una disminución del 14,1%, lo que llevará la tasa de paro al 18,6%, y prefiero no pensar en el nivel que alcanzará cuando una parte, quizá importante, de los ERTE pase al paro por cierre de los negocios abatidos por la regulación y las dificultades creadas por el Gobierno. Pero el presidente sigue sonriendo y viajando.

Si miramos a la ejecución del presupuesto de las Administraciones Públicas, se calcula que el déficit esperado alcance el 12,1%, lo que situará la deuda pública en el 120,6% del PIB. Es decir, que las Administraciones deben un veinte por ciento más de lo que España es capaz de producir en todo un año.

¿Recuerdan cuando Sánchez se comprometió a converger en déficit (3% del PIB) y deuda pública (60% del PIB)? Pues ya ven dónde quedaron aquellas promesas. Y no me hablen del covid-19; ya empezó, mucho antes, con su presidencia.

Mientras tanto, el presidente, a lo suyo, y su Gobierno, fiel a su única constitución: el documento Sánchez-Iglesias para la investidura.

Esto es, exactamente, lo contrario a lo que se debe hacer para crear un clima de confianza que haga creíble al Gobierno y dé seguridad jurídica al sector privado.

¡Qué más puedo decirles! Sonrían.

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