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'THE ZERO-SUM WORLD'

Cómo empieza el final

Occidente está en crisis y el mundo que estaba creándose a su imagen y semejanza es un sueño que se aleja a velocidad de vértigo. Pero ese orden multipolar que tantos preconizan, lejos de segregar un mundo más igualitario y estable, va a producir uno más dividido, lleno de rivalidades, fricciones y conflictos. Prepárense para lo que nos espera.


	Occidente está en crisis y el mundo que estaba creándose a su imagen y semejanza es un sueño que se aleja a velocidad de vértigo. Pero ese orden multipolar que tantos preconizan, lejos de segregar un mundo más igualitario y estable, va a producir uno más dividido, lleno de rivalidades, fricciones y conflictos. Prepárense para lo que nos espera.

Dicen que las crisis están cargadas de oportunidades. Quizá sea cierto, pero si la tesis de Rachman es acertada, las oportunidades que se puedan presentar no favorecerán a Occidente, sino a sus rivales y enemigos.

El poder está en relación con la capacidad militar, el dinamismo económico, la demografía, el territorio y, tal vez lo más relevante, la voluntad política. Pues bien, en todas y cada una de estas cuestiones los países dominantes desde el final de la Segunda Guerra Mundial, esto es, las democracias liberales, están siendo retados por potencias emergentes de signo bien distinto: unas simpatizan con el orden liberal, pero otras, las más, conforman un auténtico eje autoritario con una visión del mundo, la política, la economía, la sociedad, muy alejada de la nuestra.

Durante décadas el enfrentamiento por antonomasia fue el que oponía el Este al Oeste, el totalitarismo a la libertad, la economía planificada al libre mercado. Con la caída del Muro de Berlín (1989) y la posterior desaparición de la URSS se abrió una era de inusitado optimismo. A las promesas de un mundo que había llegado al final de la Historia (Fukuyama) se sumaron en poco tiempo las inagotables posibilidades que ofrecían las nuevas tecnologías, particularmente las relacionadas con la informática e internet. El mundo se abría a la libertad al tiempo que se adentraba en una revolución tecnológica que, a su vez, aceleraría todos los aspectos de la globalización. La muerte del comunismo trajo igualmente la muerte del tiempo y la distancia, que diría la periodista del Economist Frances Cairncross.

En los 90, Estados Unidos se desembarazaba simultáneamente del síndrome de Vietnam –con su fulminante victoria sobre Sadam Husein, a quien expulsó de Kuwait en 25 días– y del déficit presupuestario de los años de Reagan. Europa se ampliaba hacia el Este y se planteaba el reto del mercado único, la moneda común y una unión política más estrecha. En esos años, Rusia se mostraba tan cooperativa que se pensó en abrirle las puertas de la OTAN. Fue un tiempo en que las bases militares pasaban a convertirse en campos de golf y todo el mundo se aprestaba a cobrarse los llamados "dividendos de la paz". Fueron, recuerda aquí Gideon Rachman, los años del optimismo.

Pero el nuevo orden mundial augurado por Bush padre duraría poco, si es que en verdad llegó a existir. El optimismo acabaría convirtiéndose en pesadumbre, desconcierto, pesimismo, incluso desesperación: poca gente piensa hoy que nuestros hijos vivirán mejor que nuestra generación. Son pocos y además están equivocados.

¿Cómo ha sido posible tan brusco cambio? Esta es la pregunta subyacente en estas páginas. Gideon Rachman, editorialista de The Economist y luego del Financial Times, se deja tentar, como todos sus compañeros de profesión, por el recurso fácil de culpar de mucho de lo malo que nos aflige a George W. Bush y, por supuesto, a la guerra de Irak, que considera fue un error estratégico, pero está lo suficientemente viajado como para buscar de igual manera otras explicaciones, que trascienden con mucho las políticas neoconservadoras y son las que, en realidad, elucidan los cambios profundos, geoestratégicos, aquí abordados.

Posiblemente muchos analistas, de tener que escoger una fecha distintiva del declive de Occidente, escogerían el 11 de septiembre de 2001, el día en que una insurgencia global fundamentalista se atrevió con la única superpotencia del planeta... y en el propio territorio de ésta. Pero Rachman no va por esos derroteros, y de hecho sostiene que, luego del 11-S, América cambió menos de lo que parece. La Guerra contra el Terror no mermaría la legitimidad ni la capacidad de actuación de Estados Unidos, pero el fiasco de Irak sí, pues ahí quedarían de manifiesto ante todo el mundo los límites prácticos del poder americano. El Afganistán en que anda enfangado la OTAN añadiría esa sensación fatalista de victoria imposible.

La fecha que elige nuestro autor es mucho más reciente, y tiene que ver con otro tipo de desastre. Para él, el principio del fin de Occidente hay que datarlo en septiembre de 2008, concretamente en el día en que quebró Lehman Brothers y se precipitó la actual crisis económica. En Irak, Estados Unidos y sus aliados se equivocaron y sufrieron las consecuencias, pero con la crisis a los occidentales se les quebró su principal herramienta de poder: su economía, su modelo económico. Con el capitalismo cowboy americano y el socialdemócrata de Europa colapsaron también los principios que habían regido el mundo libre desde los años 40.

En todo caso, The Zero-Sum World no es un ensayo más sobre la crisis y sus implicaciones sobre el reparto del poder mundial. Se trata más bien de un retrato impresionista y lúcido del estado del mundo y de las tendencias que se apuntan para un futuro no muy lejano. No hay zona o país relevante que quede al margen, y las conclusiones siguen lógicamente a lo expuesto en el planteamiento y el desarrollo, a saber: nos encaminamos a un escenario en que va a primar la rivalidad sobre la cooperación, en un marco de proteccionismo y nacionalismo no declarado y de competencia estratégica entre naciones, particularmente entre Estados Unidos y China, que hará casi imposible abordar los asuntos globales de forma constructiva. El mundo que viene será más pobre, fragmentario, tensionado y proclive a las fricciones de todo tipo. Un mundo donde primarán los juegos de suma cero, en los que las ganancias de unos se producen siempre a expensas de otros.

¿Podría evitarse, estamos a tiempo de cambiar de rumbo? Tal vez con mucha voluntad y decisión política... Lástima que también estemos en una era de líderes "descafeinados y lights", como le gusta decir a Aznar. Si además son malos dirigiendo y gestionando, como el inefable Zapatero, sólo cabe esperar lo peor. Si leen este libro, sabrán por qué.

 

GIDEON RACHMAN: THE ZERO-SUM WORLD. Simon & Schuster (Nueva York), 2011, 336 páginas.

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