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Marcel Gascón Barberá

Ante el órdago de Putin, armar más rápido a Ucrania

Es momento de armar más y más rápido a Ucrania, para que aproveche el impulso y derribe al último Hitler, o si lo prefieren al último Stalin.

Es momento de armar más y más rápido a Ucrania, para que aproveche el impulso y derribe al último Hitler, o si lo prefieren al último Stalin.
Soldados del ejército ucraniano. | Europa Press

El autócrata ruso Vladímir Putin ha anunciado una movilización militar parcial de la población para reforzar su campaña militar en Ucrania. Esta extensión de los recursos humanos dedicados a invadir el país vecino comenzará este miércoles con la llamada a filas de los reservistas, y viene acompañada de otra novedad importante: la convocatoria exprés de pseudo-referéndums en las regiones ocupadas de Ucrania mediante los que dar cierta apariencia de legitimidad a su anexión a Rusia.

Esta maniobra de Putin se produce días después de que la contraofensiva del ejército ucraniano recuperara para Kiev cerca de 10.000 kilómetros cuadrados, sobre todo en la región de Járkiv. Es la mayor victoria militar de Ucrania desde que comenzó esta guerra y ha provocado niveles de malestar y desafección inéditos en círculos más o menos cercanos al poder favorables a la invasión.

La movilización de la población, y la anexión de los territorios ocupados a Rusia, coinciden también con la resaca de una humillación inimaginable para Putin hasta hace poco: la que le dispensaron la semana pasada en Uzbekistán los líderes de potencias cercanas como Turquía e India, pero también los de exrepúblicas sumisas como Azerbaiyán y Kirguistán, haciendo esperar a un zar que nunca ha estado tan cerca de dejar de serlo.

En primer lugar, la movilización parcial decretada por Putin permitirá al Kremlin oxigenar a unas tropas cansadas, desmoralizadas y diezmadas por pérdidas de técnica militar colosales y más de cincuenta mil bajas. Está por ver el efecto que esta infusión de recursos humanos pueda tener en los distintos teatros de operaciones, pero es casi seguro lo que provocará en casa: que una capa de la sociedad que hasta ahora era inmune al coste de la guerra empiece a sentirlo en sus propias carnes.

Con la incorporación a los esfuerzos de guerra de los primeros 300.000 reservistas anunciados por el ministro de Defensa Shoigu, Rusia repartirá una carga que hasta ahora recaía abrumadoramente sobre las espaldas de jóvenes cuasianalfabetos de las regiones del país más asiáticas. Estos jóvenes son hijos de familias completamente ajenas al concepto de ciudadanía y derechos, lo que garantizaba a Putin silencio y obediencia en medio del goteo de muertos e informaciones de los peores abusos dentro del propio ejército.

Al menos una parte de los nuevos movilizados provendrá de ambientes más cultivados e influyentes en la opinión pública. Esto podría contribuir al crecimiento de un movimiento cívico contra la guerra que Putin no ha logrado apagar pese a los asesinatos por accidente y las detenciones masivas.

Por lo que respecta a la anexión de territorios, que puede contribuir a cimentar la adhesión a la autoridad ocupante de los colaboracionistas y la población local pro-rusa, su principal consecuencia se antoja simbólica, psicológica. Según la retorcida lógica rusa, al intentar recuperar lo que el Kremlin le arrebató por la fuerza, Ucrania ya no estará atacando un territorio ocupado, sino a la propia Rusia. Kiev ya ha dejado claro que esta variación no alterará su estrategia ni mermará su voluntad de justicia, pero a Putin le queda la esperanza de volver a achantar a Occidente.

En el mejor de los casos para el Kremlin, los líderes occidentales más temerosos verán en el uso de sus armas contra lo que Putin ha decretado que es Rusia un riesgo de escalada inasumible, aunque Moscú haya sido incapaz de cumplir sus amenazas cada vez que el apoyo europeo y americano a Kiev rebasaba uno de los límites trazados por Putin.

Para conjurar este riesgo de la tan cacareada escalada, algunos (como el Macron que sonriendo ante las cámaras le ha dado la mano a Raisi mientras sus esbirros disparan contra las mujeres y los jóvenes que piden libertad en Irán) podrían presionar a Ucrania para que renuncie a lo que es suyo y ponga fin a la guerra. Si la estrategia del Kremlin surte efecto, los socios democráticos de Ucrania también podrían verse tentados de ralentizar el suministro de armas.

Esta respuesta al nuevo órdago del Kremlin sería un error mayúsculo. Estamos, a todas luces, ante el momento de mayor debilidad de Putin. Es momento de armar más y más rápido a Ucrania, para que su ejército aproveche el impulso y derribe al último Hitler, o si lo prefieren al último Stalin, que busca imponerse en Europa.

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