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Miguel del Pino

Gatos abandonados, un gran problema

Vamos controlando el abandono de perros, pero nos hemos olvidado de los gatos.

Vamos controlando el abandono de perros, pero nos hemos olvidado de los gatos.
gato callejero, gato grecia, animal | Pixabay/CC/Yolanda

Un gato abandonado tiene muchas más posibilidades de sobrevivir que un perro en las mismas circunstancias, pero suele convertirse en un serio problema ambiental.

Vamos a empezar aportando la solución antes de profundizar más en el problema: todos los gatos domésticos deben estar provistos de su preceptivo chip informático subcutáneo, así de sencillo.

Un gato, o un perro con chip, cuenta con el respaldo de un "amo", es decir de una persona que se responsabiliza de su vida, de su bienestar y de sus cuidados, entre ellos, por supuesto, los veterinarios.

Toda la vida ha habido gatos asilvestrados o domésticos que campan por sus respetos prácticamente en todos los pueblos de España; también las ciudades han contado con sus colonias felinas formadas por individuos nacidos en libertad o escapados de las casas donde se alojaban como mascotas. Pueblos y ciudades han tenido que establecer medidas para evitar el descontrol, el exceso de población y las subsiguientes enfermedades, peleas y epidemias, y el descuido y la negligencia han conducido en muchas ocasiones a prácticas poco o nada humanitarias de exterminio de las colonias.

En los pueblos, sobre todo en los de pequeñas dimensiones, la situación tiende a estabilizarse por su propia dinámica: limitación de alimento, peleas entre machos a veces muy cruentas, y enfermedades sin control veterinario. En las ciudades, con Barcelona y Madrid a la cabeza, hace años comenzó a desarrollarse un programa de gestión de colonias felinas consistente en la captura, esterilización y posterior liberación in situ de aquellos ejemplares cuya salud lo permitía.

Limitada de esa manera la proliferación excesiva, la colonia felina "gestionada" dejaba de suponer un peligro urbano, tanto ecológico como sanitario, cabía incluso la colocación estratégica de recursos o el aporte de alimentos; los gatos controlados podían capturar alguna pequeña ave pero compensaban su acción predadora presionando los roedores que se ocultan en el subsuelo: gatos contra ratas y ratones.

Pero el grave problema ambiental que está generando el abandono de gatos en la naturaleza y su proliferación en espacios protegidos está en crecimiento en esas urbanizaciones o pueblos convertidos en segunda residencia de las personas "urbanitas", "ni corte ni cortijo", una situación de frontera entre la vivienda unifamiliar y los espacios protegidos que se convierte en vivero de gatos asilvestrados o incluso cimarrones.

Hasta las escasas poblaciones de gatos monteses (Felis sylvestris) acusan un marcado descenso en el número de ejemplares genéticamente puros; a pesar del rechazo que los ejemplares domésticos suelen despertar por parte de los monteses, alguna hembra doméstica en celo escapada o abandonada puede ser cubierta por un macho montés y esto es lo peor que le puede pasar al acervo genético de la especie silvestre, una joya felina de la fauna ibérica, el gato montés.

Hay suficientes ejemplos de la capacidad destructiva de la introducción de gatos en espacios protegidos de diferentes países del mundo; algunos casos, como los de las Islas Galápagos o Australia son verdaderamente demoledores, ya que llevaron al borde de la extinción a especies endémicas de incalculable valor científico. En el caso español ¿qué decir de gatos abandonados o cimarrones que aprenden a apostarse y cazar en colonias de abejarucos u otras aves, muchas de ellas protegidas?

En muchos pueblos y urbanizaciones el descuido de las medidas legales obligatorias, como la colocación de chips y la lucha contra el abandono no solo está provocando un grave problema ambiental sino también una "guerra entre vecinos": los gatófilos suelen decir que toda la vida ha habido gatos en los pueblos y llaman injustamente gatófobos a aquellos que pretenden fomentar la captura y alojamiento en albergues de aquellos ejemplares que se han acostumbrado a depredar sobre la fauna silvestre.

Nadie pretende volver a los tiempos de la captura y sacrificio masivo de gatos asilvestrados: estamos a tiempo de tomar las medidas incruentas necesarias, que pasan en primer lugar por el control, dotación de chips y apoyos, incluso económico, a los albergues felinos, y campañas didácticas para conseguir que quienes tienen gatos en urbanizaciones o pueblos enclavados en espacios protegidos no tengan a sus animales deficientemente alimentados ni les permitan campar libres por sus respetos.

Sabemos que lo último no es nada sencillo dado el carácter explorador del gato, muchos se escapan por la ventana y saltan a los tejados, no solo espoleados por sus escandalosos celos sino también por dicho instinto que les mueve a tratar de ampliar su territorio. Las vacaciones con gato son fuente de extravío de gatos en periodos veraniegos.

Tratar de denunciar el problema en medios rurales en urbanizaciones donde abundan gatos y gatófilos, que suelen alimentarlos, es labor arriesgada; sabemos de naturalistas acusados de gatófobos y aislados socialmente por llamar la atención sobre tan gran problema para la biodiversidad y el equilibrio rural. Hay que poner sentido común en el complejo tema.

Es necesario realizar censos fidedignos sobre gatos asilvestrados en todos y cada uno de los municipios próximos a zonas protegidas. Hay que inspeccionar la colocación de chips que identifiquen y permitan el control de los gatos domésticos, incluso en pueblos y urbanizaciones.

Cuando sea imprescindible, habrá que capturar aquellos ejemplares felinos que se hayan acostumbrado a depredar sobre fauna protegida o que estén en situación propicia a hibridar con gatos monteses. En este caso habrá que apoyar de manera decidida el establecimiento de albergues que ayuden a paliar el problema.

Porque no estamos hablando de matanzas de gatos: esas prácticas, derivadas del descuido de la prevención contra el abandono y la proliferación excesiva deben ser cosa de tiempos pasados, aunque no sea más que por cuestión de sensibilidad.

El gran naturalista sueco Linneo, padre de la Sistemática biológica, o Ciencia de la clasificación de los seres vivos estableció el curioso grupo zoológico que denominó "Educabilia", en el que dio cabida a los animales próximos al hombre cuyo desarrollo psíquico los hacía susceptibles de ser educados. En este grupo figura la mayor parte de los animales domésticos, el gato entre ellos, y nuestra sensibilidad juega a su favor a la hora de protegerlos.

Miguel del Pino, catedrático de Ciencias Naturales

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