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Pablo Molina

No a la discriminación de la paella en el currículo

Una vez perfectamente catalogadas las tribus amazónicas y polinesias, los antropólogos han puesto el foco en el hecho autonómico.

Prueba de que la Ley Wert no va a reparar el daño que los mandarinatos autonómicos han hecho al sistema educativo español es el mantenimiento de un tercio de las asignaturas a libre disposición del consejero de turno. Como si la nefasta influencia de las comunidades autónomas en el desarrollo de las materias troncales no fuera suficiente, especialmente en autonomías con lengua propia, ahora también podrán inventarse nuevas asignaturas en defensa de sus respectivos hechos diferenciales, que es algo que preocupa a los responsables educativos mucho más que el hecho, este sí verdaderamente diferencial, de que la enseñanza pública española, desde que ellos tomaron las riendas, sea el hazmerreír del mundo civilizado.

El primer gobierno regional que ha decidido ponerse en serio con este nuevo desafío educativo ha sido el valenciano, cuya consejera del ramo, María José Catalá (sic), ya ha ofrecido las líneas maestras de una nueva asignatura denominada Cultura del Pueblo Valenciano, con la que la Generalidad pretende agredir a los niños sometidos a su tutela educativa a partir del próximo curso. Será, afirma la consejera, "un vehículo para la defensa de lo valenciano", en el que sin embargo no habrá cabida para la paella, porque la consejera afirma querer huir de lo meramente folclórico. Pero mujer, si precisamente la paella es la principal seña de identidad de la cultura valenciana, por utilizar la jerga autonómica al uso, y uno de los elementos que más ha hecho por internacionalizar lo valenciano, ¿a qué esa hostilidad contra una gloria autonómica que precisamente el gobierno valenciano debería fomentar en beneficio de la gastronomía local y la salud de los infantes?

En una asignatura tan absurda como este engendro dedicado a exaltar los rasgos culturales del terruño, lo más serio que se puede enseñar es la manera de cocinar una excelente paella, con los niños memorizando los ingredientes que se utilizan en cada modalidad y aprendiendo a darle al arroz su punto exacto de cocción. En lugar de materia tan nutritiva, las autoridades educativas valencianas incluirán en su nuevo programa curricular el estudio de los bous al carrer, porque la consejera, como ya quedó dicho, quiere huir de lo meramente folclórico.

Una vez perfectamente catalogadas las tribus amazónicas y polinesias, los antropólogos han puesto el foco en el hecho autonómico, mucho más rico en expresiones absurdas que los pueblos primitivos diseminados por el planeta. Bien: que trinquen un pastón escribiendo manuales para las editoras y dando cursos a los docentes sobre las tradiciones locales que hunden sus raíces hasta los tiempos de Atapuerca; pero, por Dios, incluyan a la paella, aunque sea como actividad extracurricular para subir nota. A estas alturas del desastre de nuestra enseñanza va a ser una de las pocas posibilidades de que los adolescentes valencianos que abandonen la ESO no acaben de ninis alcoholizados corriendo los bous al carrer.

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