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Pablo Molina

Pánico a internet en Ankara y Riad

La imposibilidad de controlar un medio de comunicación que excede técnicamente la capacidad de censura de un Estado provoca serios problemas a estos gobernantes.

De sobra son conocidas las reticencias que los Gobiernos islámicos tienen hacia el uso popular de la red de redes en sus respectivos países. La imposibilidad de controlar un medio de comunicación que excede técnicamente la capacidad de censura de un Estado provoca serios problemas a estos gobernantes, para los que la observancia de determinadas costumbres y el respeto a las numerosas prohibiciones religiosas en las relaciones humanas, el arte, la cultura o la economía no admiten ninguna excepción.

En las últimas semanas tal vez haya sido Turquía el país que más se ha caracterizado por su persecución a las redes sociales. A pesar de su carácter moderado –comparado con otros países observantes de un islamismo más radicalizado-, el Gobierno de Erdogan ha impuesto restricciones de todo tipo al libre uso de internet, hasta llegar al extremo de valorar la posibilidad de excluir al país entero de la red mundial conectada con las famosas tres w, para hacerlo por medio de una intranet cuyo acceso se realizaría a través de direcciones encabezadas por las letras ttt, en referencia a la inicial de Turquía. Sin embargo, los últimos acontecimientos en el interior de Arabia Saudí de los que hemos tenido conocimiento vuelven a situar al reino del desierto como el lugar en el que se persigue con más saña cualquier ámbito de libertad utilizado para criticar aspectos de la política cotidiana del país, o lo que resulta más grave para sus dirigentes, a su dinastía reinante.

El mayor quebradero de cabeza para el Gobierno saudí es en estos momentos el popular canal de vídeos YouTube. El motivo es la llamada Revolución de los carnés de identidad, iniciada por el joven Abdelaziz Mohamed al Dusari con un vídeo de protesta contra el Gobierno del rey Abdulá. En el vídeo, Al Dusari clama:

Sólo gano 1.900 riyales [unos 500 dólares al cambio]. Te pregunto, en nombre de Dios, oh Abdulá ben Abdulaziz, ¿es esta cantidad suficiente para la dote, o para el coche o la casa? Hemos tenido suficiente. Y tú no haces más que culpar a todos los que cometen atentados de esto y de lo otro. Danos lo que nos corresponde del petróleo, que te guardas para disfrutarlo tú y los tuyos. Danos lo que es nuestro.

El vídeo, que ya ha tenido más de dos millones de visitas, finaliza con el protagonista mostrando su carné de identidad y repitiendo en voz alta sus datos personales, como gesto de coraje y para evitar que se le pueda acusar de aprovecharse del anonimato que permite la red.

Como era de esperar, a las pocas horas las autoridades detuvieron a Al Dusari, acusado de incitar a la sedición y de rebelión contra el Gobierno, lo que provocó una oleada de solidaridad entre los jóvenes saudíes, algunos de los cuales siguieron el ejemplo del precursor de la idea colgando vídeos similares en sus respectivos canales de YouTube. Todos ellos han corrido la misma suerte que Al Dusari, pero esta vez acusados de un delito de mayor gravedad, como es el de mantener vínculos con organizaciones terroristas, en un intento de evitar que se produzca un aluvión de protestas a través del famoso canal de vídeos de internet.

La amenaza que el popular canal supone para la dinastía reinante es muy real. La interpretación wahabista del islam vigente en Arabia Saudí prohíbe la existencia de salas de cine y de música en directo, lo que ha motivado el crecimiento exponencial del uso de YouTube hasta convertir al país en líder mundial en número de visitas según datos de su propietaria, la multinacional norteamericana Google. La amplísima penetración del famoso canal de vídeos en la población saudí lo convierte en un arma muy peligrosa en caso de que se prodiguen campañas como estaRevolución de los carnés de identidad.

Precisamente para conjurar este peligro las autoridades saudíes ya se han puesto manos a la obra, anunciando una regulación inmediata de los canales de YouTube accesibles para la población del país. El pretexto de este plan de control es la necesidad de adaptar internet a los valores culturales y religiosos vigentes en el Reino, para lo cual el presidente de la Comisión General Saudí para los Medios Audiovisuales, Riyad Najm, está elaborando una guía que tendrá que ser observada por las compañías locales responsables de los contenidos de los canales de YouTube accesibles para la población de Arabia Saudí. Además, los autores de los canales de vídeos en internet tendrán que estar en posesión de una licencia que certifique que cumplen los límites establecidos por las autoridades en materia religiosa y moral.

Resulta obvio que cualquier intento de regular el negocio de una empresa extranjera en un medio universal como es internet ha de contar forzosamente con el beneplácito de sus propietarios. Sin embargo, hasta el momento Google no ha emitido ningún comunicado acerca de las pretensiones saudíes de establecer qué contenidos son admisibles y cuáles habrán de ser eliminados para no perturbar la paz social, tal y como la entiende la dinastía del reino del desierto. Pero, sobre todo, queda por ver la manera en que la población saudí, especialmente sus capas más jóvenes, acepta en los próximos días la restricción siquiera parcial de su ventana favorita -prácticamente la única- para ver sin censura cuanto sucede en el mundo exterior.

© elmed.io

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