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Pablo Molina

Qué hay detrás de la tregua en Siria

No está claro que el cese de las hostilidades vaya a influir positivamente en la población civil, cada vez más necesitada de ayuda humanitaria.

Después de más de cinco años de Guerra Civil, parece que la población siria va a tener finalmente un respiro gracias al cese de las hostilidades que va a dar comienzo este fin de semana. La tregua ha sido posible gracias al acuerdo entre EEUU y Rusia, las dos potencias mundiales que maniobran en el avispero sirio en defensa de sus propios intereses: Washington apoyando a la oposición moderada con ayuda de las naciones suníes y Moscú tratando (junto al régimen chií de Irán) de mantener al dictador Bashar al Asad en el poder, sin el cual perdería probablemente su único acceso al Mediterráneo.

Dada la enorme complejidad del conflicto y la diversidad de grupos enzarzados en él, este cese de las hostilidades tendrá un carácter parcial según el tipo de organización de que se trate. Así pues, ni al Estado Islámico ni a la franquicia siria de Al Qaeda, el Frente al Nusra, les alcanzará este alto el fuego. Los dos bandos seguirán atacando a estos grupos, lo que supone una ventaja añadida para Asad, que seguirá golpeando a las fuerzas rebeldes con el pretexto, en parte justificado, de que tanto el califato terrorista como los fieles de Ben Laden operan principalmente en territorios controlados por la oposición.

Pero si con los dos grupos terroristas suníes el acuerdo sobre su exclusión de la tregua no ofrece problemas, otra cosa muy distinta es el caso de las milicias kurdas, perseguidas por el Gobierno turco y apoyadas, en cambio, por la coalición occidental por su papel relevante en la contención del Estado Islámico en distintas áreas de Siria e Irak.

Se trata del Partido de Unión Democrática (PYD) y las Unidades de Protección del Pueblo (YPG), a las que el Gobierno turco vincula con la organización terrorista del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Ankara acusa a las dos organizaciones kurdas de estar detrás de los atentados que vienen sacudiendo Turquía con especial saña en los tiempos recientes. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, hacía un llamamiento este pasado miércoles para que las organizaciones internacionales acepten de una vez que los dos grupos son filiales del PKK y, por tanto, deben quedar excluidos de la tregua pactada en Siria.

Erdogan ha convertido el estatus de las dos organizaciones kurdas en un argumento central para cuestionar su pertenencia a la alianza anti islamista. El líder turco no admite que los países aliados occidentales no combatan a los que él considera grupos terroristas al mismo nivel que el Estado Islámico o Al Qaeda.

Así las cosas, no está claro que el cese de las hostilidades pactado para Siria vaya a influir positivamente en la población civil, cada vez más necesitada de alimentos y ayuda humanitaria. La presencia activa de grupos terroristas en medio de la guerra civil facultará a unos y otros llevar a cabo operaciones militares y aprovechar esos movimientos para afianzar sus posiciones. Turquía, por su parte, querrá aprovechar la tregua para acabar con la amenaza de los grupos armados que persiguen la independencia del Kurdistán. Todo ello hace que las perspectivas de que este alto el fuego contribuya a avanzar hacia un acuerdo para la transición política en Siria no sean nada halagüeñas. John Kerry, de hecho, ya ha comenzado a hablar de la necesidad de pensar en un "plan B". El resultado de la tregua que comienza este próximo sábado puede ser determinante para saber si ha llegado el momento de poner en marcha esa segunda posibilidad.

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