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Pablo Planas

Illa: además de incompetente, irresponsable

Los socialistas quieren que se celebren las elecciones catalanas el 14 de febrero caiga quien caiga. Les da igual que la pandemi

Los socialistas quieren que se celebren las elecciones catalanas el 14 de febrero caiga quien caiga. Les da igual que la pandemi
Salvador Illa. | EFE

Los socialistas quieren que se celebren las elecciones catalanas el 14 de febrero caiga quien caiga. Les da igual que la pandemia avance descontrolada, que los hospitales vuelvan a estar al borde del colapso, que los muertos diarios se cuenten por centenares, que la gente no se atreva a ir a los colegios electorales, que los componentes de las mesas se vean expuestos a un gran riesgo de contagio, que los comicios degeneren en una especie de infectódromo como la manifestación del 8 de marzo.

Confían los socialistas en el efecto Illa (Salvador) y manejan unas cuantas encuestas que sitúan al PSC en la pelea por la primera plaza, junto a ERC y Junts per Catalunya (JxCat). La candidatura de Miquel Iceta era un torpedo de esos que se quedan atascados en la recámara y acaban por hacer pedazos el mismo submarino del que tenían que salir propulsados.

Con la sustitución de Iceta por Illa, el PSC no deja de ser el Partido Separatista de Cataluña, pero con la novedad de que al todavía ministro de Sanidad no se le ha visto del todo el plumero en ese ámbito. Por otra parte, la gestión mediática del coronavirus ha dotado a Illa de un halo de supuesta templanza y presunta prudencia, sobre todo en comparación con Simón, el bocachancla de la pandemia. Así es que el aterrizaje de Illa ha causado una cierta agitación en el manglar catalán, porque si el dirigente socialista puede parecer poca cosa, menos aún son Laura Borràs, segunda de Puigdemont, y Pere Aragonès, el becario de Junqueras. Ya se puede imaginar el lector en qué clase de manos está la Administración en Cataluña para que Illa sea tenido por un brillante gestor, después de los resultados de la pandemia en España.

Con el viento de cola de las encuestas y el favor de los medios y las empresas, el PSC quiere que las elecciones se celebren cuanto antes para evitar que al efecto Illa se le vaya el gas y se quede en agua de borrajas. Son conscientes de que el ministro tiene fuelle para pocos asaltos y que como novedad aguanta no más de dos semanas. Además, su candidatura requiere de la cartera de ministro, porque sin ella Illa es un bulto retraído. El aplazamiento electoral haría de su mantenimiento en la poltrona ministerial algo más que una obscenidad.

Las razones políticas están claras. No así las sanitarias. Según los informes de los técnicos de la Consejería de Salud de la Generalidad, si las cosas no empeoran los contagios se pueden contar del orden de los cinco mil diarios a mediados de febrero, mientras la ocupación de las UCI ya está comportando la desprogramación de operaciones. Que en ese contexto el PSC se empeñe en celebrar elecciones no es una muestra de incompetencia, que también, sino de manifiesta irresponsabilidad.

La portavoz socialista en el Parlament, Eva Granados, decía este miércoles que la gente va a comprar, utiliza el transporte público y que al virus no hay que tenerle miedo sino respeto. Claro, y por eso hay toque de queda, los bares y restaurantes tienen los horarios limitados, las grandes superficies comerciales están cerradas y las tiendas no pueden abrir los fines de semana.

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