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Pablo Planas

Ucrania, Europa y la cuestión catalana

Cataluña no puede ser independiente porque Europa no lo contempla, no lo prevé y no lo tiene en la agenda.

Cataluña no puede ser independiente porque Europa no lo contempla, no lo prevé y no lo tiene en la agenda.

En un inusitado rapto de realismo, el Consell Assesor per a la Transició Nacional (CATN) del president Artur Mas acaba de admitir la posibilidad de que Cataluña quede fuera de la Unión Europea en caso de declaración unilateral de independencia. El mero hecho de que el CATN contemple tal hipótesis supone un giro copernicano en el proceso catalán. Por primera vez sus impulsores y demiurgos aceptan que el separatismo puede acaber convertido en una estafa piramidal, tras ser presentado como un negocio redondo. Es importante porque un sector no menor del nacionalismo empresarial abraza las tesis separatistas siempre y cuando la secesión no comporte contraindicaciones europeas. Los sabios del CATN, no obstante, prevén que en el caso de que Cataluña quedara fuera de Europa no sería para tanto y enseguida se apañarían tratados, disposiciones adicionales y normas legales para encajarla como un nuevo Estado de Europa. Se impondría, afirman en su último informe los consejeros áulicos de Mas, el sentido práctico, la Europa de las normas anti-roaming, del precio de la cebada y las cuotas lecheras. La república naciente, alegan, sería un contribuyente nato, un país rico, y como tal sería rápidamente readmitido en el club.

Que el CATN aluda a las dificultades jurídicas comunitarias de la cuestión catalana no es óbice sino acicate para que Mas pida amparo en Europa y clame por que La Haya, Estrasburgo y Bruselas aborden el expediente catalanista como si fuera la cuestión kurda y manden observadores al referéndum, o lo que sea, del 9-N, o cuando sea. Ahí, en Europa, se va a encontrar Mas con Rajoy, quien habría urdido una compleja operación para que el plan de la Assemblea encalle en el marasmo legislativo comunitario. Así, ya no sólo sería el "No puedo y aunque quisiera es que no puedo" que esgrime Rajoy cada vez que le mentan la consulta separatista, sino un inconveniente mucho más grave que los límites volitivos del presidente del Gobierno. Cataluña no puede ser independiente porque Europa no lo contempla, no lo prevé y no lo tiene en la agenda.

Hay que reconocer que esa certeza apesadumbra mucho más a los nacionalistas que la invocación de la Carta Magna española. Pero la apuesta europea de Rajoy, el duelo al sol de Maastricht con Mas, no sólo implica una teórica disolución del reto separatista en el plomo líquido de la burocracia comunitaria, sino el riesgo de dar carta de naturaleza internacional a un problema, asunto o cosa nacional. Por no hablar del papelón que se hace en esa misma Europa dejando en manos de las instituciones comunitarias la política doméstica de un país miembro. Eso no es ceder competencias a la UE, sino quitárselas de encima y esperar a que inventen ellos. Además, el prestigio de Europa en España es inversamente proporcional a su capacidad resolutiva. Habría que ver qué harían y dirían Olli Rehn y Van Rompuy si Mas cumpliera sus amenazas. Seguramente su reacción tendría el mismo efecto que las admoniciones, advertencias y sanciones a Putin por lo de Ucrania. Mejor no imaginárselo.

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