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Pablo Planas

Violencia separatista sin complejos

Son independentistas, así que tienen patente de corso para recaudar el tres por ciento o pegarle fuego a Barcelona.

Son independentistas, así que tienen patente de corso para recaudar el tres por ciento o pegarle fuego a Barcelona.
Quim Torra, Elisenda Paluzie (ANC) y Marcel Mauri (Omnium) | Europa Press

No hace mucho, el nacionalismo se jactaba de que en sus manifestaciones no se tiraba un papel al suelo, de que era un movimiento "cívico", "pacífico" y "festivo", letanía con la que se llenaban la boca los principales dirigentes de ese movimiento cuando se les cuestionaba por el aplastamiento de los derechos ajenos, como el de los niños a ser educados también en español o el derecho de los hablantes de español a no ser discriminados, marginados y vilipendiados en su propia tierra.

Como todo movimiento totalitario, el separatismo miente y manipula, intoxica y adoctrina, engaña y falsifica la realidad presente, pasada y futura, pero llega un momento en el que hay que hacer un verdadero esfuerzo para no ver el cariz siniestro, violento y demencial de esa ideología y de quienes la sostienen, que se permiten hablar a los demás de conciencia y moral sin el más mínimo reparo.

Así es que mientras el preso Junqueras le escribe una carta a Miquel Iceta en la que le dice que si tiene la conciencia tranquila vaya a verlo a la cárcel y le cuente que la sentencia del Tribunal Supremo es justa, el exdiputado de la CUP Antonio Baños llama "hijo de puta notable", así, con todas las letras, al ministro de Interior en funciones, Fernando Grande-Marlaska, por unas declaraciones en La Razón sobre la violencia de las protestas separatistas. Y no pasa nada, pero no porque quepa dudar de que un político tenga conciencia y lo de Junqueras con Iceta sea como lo de la sartén y el cazo; o porque lo de Marlaska haya sido dicho, supuestamente, en sentido figurado, sino porque quienes así se expresan tienen patente de corso, son independentistas, carnet que en Cataluña no sólo sirve para decir lo que a uno le salga del pijo, sino para hacer lo mismo, sea recaudar el tres por ciento o pegarle fuego a Barcelona.

Si a Iceta o no digamos ya y sobre todo a Cayetana Álvarez de Toledo o Inés Arrimadas se les ocurriera dudar de la catadura moral de Junqueras, no podrían salir a la calle ni con escolta. Igual que si a un periodista como lo es Baños se le ocurriera llamar "hijo de puta" a Torra, por ejemplo, se le caería el pelo de inmediato, además de otras posibles consecuencias funestas por tal denuesto. Es el doble rasero, la doble moral o lo que hay en Cataluña.

Otro ejemplo son las últimas declaraciones de la señora Elisenda Paluzie, a la sazón presidenta de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), quien ha soltado en TV3 que la violencia desatada por la jauría separatista "hace visible el conflicto" y que "estemos en la prensa internacional de manera continuada", porque "el mundo es como es" y "el principal responsable de la violencia es el Estado". Es evidente que el independentismo no tiene la más mínima intención de condenar la violencia y menos cuando, como dice Paluzie, les hace "visibles". Aquello tan viejo y asqueroso del árbol y las nueces. Pero eso sí, los hijos de puta sin conciencia son los demás, razón por la que se puede tratar como ganado a todos aquellos que no comulguen con sus tesis. Apesta y es cada vez más peligroso.

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