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Pedro de Tena

La catalepsia andaluza y España

España y Andalucía se merecen alguna esperanza, pero esto es lo que hay.

Se cumplieron en mayo 36 años –los mismos que estuvo Franco en el Gobierno, desde 1939 hasta 1975– de la llegada del PSOE a la Junta de Andalucía. Se cumplirán dentro de un mes 36 años del triunfo de Felipe González en 1982, que inauguró los 22 años de gobierno de los socialistas en España. En aquel tiempo había muchos andaluces esperanzados que habían clamado en las calles por la presencia del Sur entre las mejores regiones de España y Europa, con el ojo puesto, muy especialmente, en los privilegios catalanes, vascos y madrileños.

Hoy, sin embargo, Andalucía, un enorme trozo de España y el más poblado, con un millón de habitantes más que Cataluña y con cuatro veces la población del País Vasco, está cataléptica. Anestesiada por el fácil culto al himno y a la bandera, embotada por el blablablá del socialismo ocupante del poder sin alternancia democrática alguna y aletargada por la beocia oposición que soporta, Andalucía está cataléptica, en estado de muerte aparente, sin las funciones vitales adecuadas de un ente vivo.

Andalucía es la quinta parte de España en población y extensión, aproximadamente, y supone el tercer PIB de la nación, tras Madrid y Cataluña y muy por encima del País Vasco. Pero, claro, en PIB por habitante, que es lo que importa realmente, Andalucía está a la cola, sólo por delante de Extremadura y Melilla (datos de 2017). Desde hace 36 años, Andalucía avanza como los malos atletas. Se acerca a la meta –estaría bueno que no se moviera del sitio, como la Reina Roja del país maravilloso de Alicia–, pero cada vez está a más distancia de los de cabeza. De ello da fe que la Unión Europea la haya hecho descender de categoría socioeconómica y esté de nuevo en la última regional. Es decir, su catalepsia es evidente en cuanto a desarrollo económico y social.

Pero sus síntomas son igualmente alarmantes en otros aspectos. Ahí tenemos a un presidente del Gobierno de España impropio e indignante, plagiario, autoritario y favorecedor de la operación catalanista, y silencio. Ahí resoplan unas pretensiones del cuasi separatismo vasco, sulfurantes, y silencio. Ahí estallan las rebeliones, una tras otra, del desigualitario separatismo catalán, con más de un millón de cataluces en su seno, y silencio. Ahí truenan los infames resultados de una gestión socialista de 36 años de gobiernos, con tres presupuestos extras proporcionados por la UE sin contar la solidaridad nacional, y paro y silencio. Ahí braman los casos más importantes de corrupción de la historia de España y silencio. Ahí se descomponen la sanidad y la educación y se extiende como una hidra la administración paralela y arbitraria del PSOE y silencio. La catalepsia andaluza hace que España esté desequilibrada. Una Andalucía viva, antes española que partidista, no podría consentir nada de lo anterior y ayudaría a la cohesión, a la libertad y a la igualdad de oportunidades de todos los ciudadanos españoles vivan donde vivan.

¿Y qué hace la oposición política y sindical? La de los empresarios y sindicatos de clase, de la peor clase, haciendo de cómplices biempagaos del régimen. La oposición política, como un pollo sin cabeza. Teresa Rodríguez cagándose en Dios instalada en la estupidez, Ciudadanos residiendo en la doblez y la farsa y el PP andaluz cuarteado por dentro y por fuera hundiéndose en arenas movedizas. ¿Quieren un ejemplo? Son tan gaznápiros y de tan ínfima calidad que han logrado que la comisión de investigación sobre la fundación clave del fraude de la formación que inventó el PSOE para solaz de su régimen sea presidida por el propio PSOE. O a lo mejor no son tan tontos y algunos, cuando menos, van de cómplices encubiertos. Así no hay quien se recupere de la catalepsia inducida por 36 años de narcóticos publicitarios. Quedaría la sociedad civil, pero ¿dónde está, si es que le queda alguna sin penetrar por el régimen? Sólo resisten algunos medios de comunicación y minorías sin altavoces potentes.

Con una Andalucía que ni siente, ni padece ni se rebela ante lo que sufre y ante lo que se pretende: romper España, dinamitar la convivencia y la democracia para desigualar a sus ciudadanos, la nación tiene mal arreglo. España y Andalucía se merecen alguna esperanza, pero esto es lo que hay.

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