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Pedro de Tena

Regeneración o caos

Algo no ha ido bien en la nueva España democrática, algo ha sido dañado y algo se ha perdido.

Regeneración es un concepto que hace referencia a la capacidad que tiene un organismo para generar tejidos o miembros nuevos cuando están dañados o se han perdido. Un cangrejo pierde una pinza y genera una nueva, esto es, se regenera. Aplicado a la política este concepto no se limita a indicar la necesidad de recuperar algo perdido o dañado sino que incluye, no sólo la restauración de viejos valores supuestamente esenciales, sino que alude a valores y comportamientos nuevos. En España la fiebre de la regeneración llegó con los acontecimientos de 1898. Ortega, que apenas usó esta palabra, consideraba que regeneración era idéntica a europeización y que Joaquín Costa era el "regenerador" por excelencia. Unamuno, por el contrario, no creía en la regeneración desde arriba y situaba la España regenerada en dos integraciones amplias: la de la diversidad regional y el problema social. Al final, como es sabido, vino la cruenta guerra civil y la dictadura. La instauración de la monarquía constitucional y parlamentaria desde 1978 hizo creer que la regeneración era un hecho: ingreso en la Comunidad Europea, prosperidad económica y social a pesar de las crisis y sistema autonómico con el fin de salvar la unidad nacional sin perder su diversidad.

Con la proclamación de Felipe VI, vuelve a hablarse abiertamente de regeneración pero mucho más extensamente abarcando desde la propia Monarquía a las instituciones fundamentales de la democracia, desde la política a la justicia. En estos últimos casi cuarenta años, hay demasiadas cosas que no han funcionado, sobre todo dos: la corrupción, el abandono generalizado de los comportamientos morales, y la traición nacionalista, alentada por el abandono de los valores patrióticos y nacionales. Ahora se le pide al nuevo rey que encabece el movimiento regeneracionista pero, como decía Unamuno, la regeneración es cosa del pueblo, porque la corrupción y el pasotismo de España no son sólo cosa de partidos, sindicatos e instituciones sino que es algo que está profundamente arraigado en cada uno de nosotros, en la gente. Proyectar los males de la nación en determinados grupos o personajes es hipócrita y una regeneración adecuada no puede comenzar con una mentira. Por ejemplo, para que un político pueda corromperse se necesita, cuando menos, de unos empresarios dispuestos a saltarse la competencia, de unos abogados capaces de vestir a cualquier santo, de unos sindicatos capaces de implicarse en porquerías laborales, de unos trabajadores convencidos de que no son nadie ni pueden nada y así sucesivamente.

Ciertamente, los políticos, rey incluido, pueden hacer mucho porque hacen las leyes y ocupan las principales instituciones. Pero sobre todo, seguimos necesitando, de abajo arriba, como en los tiempos de Costa, escuela y despensa, los brazos de Dios para la nación española como dijo Ramiro de Maetztu. Necesitamos una nueva educación moral, nacional y democrática desde la familia, que no puede seguir desertando de esa misión, a la universidad. Necesitamos valores ético-filosóficos y científico-técnicos que nos permitan seguir la construcción de la nación española, su escuela y su despensa, en el mundo contemporáneo sin nuevos ladrones ni gibraltares. La importancia de los educadores es decisiva, pero también la de los periodistas, las familias y las organizaciones emisoras de ideas y valores, desde las empresas y las televisiones a las iglesias.

Algo no ha ido bien en la nueva España democrática, algo ha sido dañado y algo se ha perdido. La regeneración es necesaria e imprescindible para preservar la nación, pero dicha regeneración abarca, es un poner, desde no asfixiar fiscalmente a ciudadanos que acaban prefiriendo cobrar y/o pagar en negro acostumbrándose a las corruptelas, a la ejemplaridad de la monarquía y los líderes sindicales y políticos pasando por un patriotismo activo que ame con pasión racional a la nación de la que somos parte. Sí. O regeneración o caos.

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