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Santiago Navajas

Un rey para todos los hispanos

Es prácticamente imposible la conversión de las repúblicas populistas hispanoamericanas en una Mancomunidad liderada por el monarca español.

Es prácticamente imposible la conversión de las repúblicas populistas hispanoamericanas en una Mancomunidad liderada por el monarca español.
Felipe VI en la investidura de Gustavo Petro. | EFE

Al ultraizquierdista Juan Carlos Monedero, que estuvo en la toma de posesión del nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro, los seguidores de extrema izquierda del nuevo mandatario en la Plaza de Bolívar en Bogotá le preguntaban: "¿Y el Rey –de España– qué hace acá?". Lo que viene a continuación es un ejercicio de ficción política, al estilo de los que piden la república para España o la independencia para Cataluña. Pero en este caso es una ficción que en lugar de conducir a la destrucción y la decadencia apunta a introducir un grano de sal de razonabilidad y prudencia, planteando lo que podría suceder si en lugar del odio y el resentimiento nos impulsara el deseo de mejorar nuestros países hispanos con patriotismo, es decir, amor por la libertad, respeto a nuestras raíces comunes, y responsabilidad hacia el futuro de las próximas generaciones.

El antiespañolismo ha sido usado por las élites extractivas hispanoamericanas para desviar la atención del pueblo sobre su fracaso histórico desde la independencia. También, una manera de autoengañarse sobre su incapacidad política, su incompetencia económica y su miseria moral. A diferencia de los anglosajones y su commonwealth, los hispanos a ambos lados del Atlántico no hemos sabido armonizar nuestras diferencias a través del común denominador de la lengua, las costumbres y la religión –institucional y/o cultural–. Fue una sabia decisión de muchos países de cultura anglosajona apostar por la independencia sin cortar del todo los lazos con la metrópoli a través de la institución monárquica. Porque, a pesar de lo que suele creerse, Australia y Canadá no son repúblicas, sino reinos dentro de la Mancomunidad de naciones anglosajonas. Es decir, países con monarquías constitucionales pero teniendo la particularidad de tener al monarca del Reino Unido como su propio jefe de Estado. La guinda del pastel de los reinos mancomunados es que en cada uno de ellos existe la figura del gobernador general, algo así como el delegado del rey británico en dicho país, propuesto por el gobierno nacional pero nombrado por el rey del Reino Unido. Hay nueve reinos de este tipo en América –Canadá, Antigua y Barbuda, Bahamas, Belice, Granada, Jamaica, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas– y cinco en Oceanía –Australia, Nueva Zelanda, Papúa Nueva Guinea, Islas Salomón y Tuvalu–.

¿Por qué estos países prefieren como forma de Estado la monarquía constitucional vinculada al rey inglés en lugar de la república? Hay razones de estabilidad institucional, austeridad presupuestaria y defensa de un modo de vida común. En primer lugar, prefieren un jefe de Estado apolítico, sin poder ejecutivo pero sí representación simbólica, en lugar de elegir a un candidato partidista cada pocos años. En Juego de Tronos se dice que cada vez que nace un Targaryen, los dioses tiran una moneda al aire jugándose si va a ser más bien como un dios o un bufón cruel. Algo semejante ocurre con los nominados a presidente. Imaginen la posibilidad de Pablo Iglesias como presidente de la Tercera República para hacerse una idea. En las repúblicas hispanoamericanas desgraciadamente no tienen que imaginar nada –salvo excepciones: Uruguay, Ecuador, Costa Rica–. Por otro lado, no les cuesta prácticamente nada la monarquía británica a estos países de la Commonwealth comparación con tener un Jefe de Estado propio.

Canadá, por ejemplo, está vacunada contra tentaciones republicanas gracias a sus vecinos republicanos, empezando por los EEUU, pero siguiendo por esa cacofonía de demagogia, populismo, ignorancia, violencia, corrupción, estados fallidos y sociedades desestructuradas que son las repúblicas de México a Argentina pasando por Venezuela y Bolivia. Comparando a Biden, López Obrador, Maduro, Fernández, Petro y Boric con Isabel II hasta Manuel Azaña se declararía campeón monárquico.

Se podrá argumentar que es prácticamente imposible la conversión de las repúblicas populistas hispanoamericanas en una Mancomunidad liderada por el monarca constitucional español, dada la deriva de dichos países hacia el esperpento y el suicidio económico, social y moral. Pero también es casi impensable que Cataluña se convierta en una república independiente, como quisieran los golpistas, o la propia España en una república bolivariana, como querría la extrema izquierda, y no por ello dejan de hacer campaña sus partidarios. De ahí esta modesta utopía de una monarquía liberal panhispánica para unir a todas las naciones hijas de Cervantes. ¿Qué qué hace el rey en Colombia? Pues lo mismo que hace cuando va al País Vasco y Cataluña: llevar un poco de clase, elegancia, saber estar, inteligencia, coraje, tolerancia, talante democrático y espíritu liberal. Que falta les hace a la mayor parte de los políticos nativos.

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