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Antonio Robles

Federalismo asimétrico

No sé qué les pasa a estos chicos progres de la meseta con Cataluña. A estas alturas, confundir el nacionalismo con Cataluña es muy grave.

No sé qué les pasa a estos chicos progres de la meseta con Cataluña. A estas alturas, confundir el nacionalismo con Cataluña es muy grave.

Éramos pocos y parió la abuela. También Pedro Sánchez, como su rival para la Secretaría General del PSOE, Eduardo Madina, se ha rendido al federalismo asimétrico de Pascual Maragall. A su paso por Cataluña ha dejado sentado que Cataluña es "nación", y por ello promete concederle competencias exclusivas en "cultura y lengua", y “acabar con el déficit fiscal” en el marco de un “federalismo asimétrico” como solución al choque de trenes. No debió recorrer suficientes emisoras de radio y platós de televisión nacionalistas, porque se dejó en el tintero el trío de ases al completo: cultura y lengua, cupo económico y tribunales de justicia propios. Miguel Iceta hace tiempo viene reclamándolos. Y como su rival vasco, Pedro Sánchez también está de acuerdo en una consulta legal por el derecho a decidir. Y, ya regazado, acusó a José Ignacio Wert de llevar a cabo una política de "segregación lingüística en Cataluña". Imposible mostrar más ignorancia, imposible herir a más ciudadanos de Cataluña que tienen al castellano como lengua habitual, imposible alejarse más de la igualdad socialista, e imposible mostrarse más sumiso a las letanías envenenadas del nacionalismo. ¡Y dicen que quieren inaugurar un tiempo nuevo! Mal lo tienen con discurso tan antiguo.

Desolador y erróneo. Sobre todo erróneo, porque si desolador es ver cómo sacrifican los derechos de los ciudadanos frente a los privilegios de los territorios, profundamente erróneo es no ver que abundar en la cesión de palabras y privilegios es alimentar a quienes solo utilizan estos escalones como medios intermedios para afianzar su objetivo separatista.

Inútil explicar lo que se niegan a ver. No sé qué les pasa a estos chicos progres de la meseta con Cataluña. A estas alturas, confundir el nacionalismo con Cataluña es muy grave. En personas que buscan tener responsabilidades políticas, un crimen. Se puede y se les debe pedir preparación intelectual, información y, a ser posible, coraje: no tienen derecho a ignorar que el nacionalismo es una ideología, no Cataluña, no toda Cataluña. Caer en ese error es diagnosticar mal un problema. Y partir de un problema falso solo te puede llevar a una solución errónea y, por ende, a un problema mayor.

Estamos asistiendo a la disolución del PSOE en el PSC. El PSC no tiene remedio. Y además desvía los verdaderos problemas de Cataluña. ¿Dijo algo Pedro Sánchez del cierre de tres plantas del hospital de Bellvitge, a su paso por Cataluña? ¿Apoyó a trabajadores y pacientes en su resistencia a abandonar el hospital? ¿Sabe que desde 2010 han cerrado en este hospital de Barcelona 225 camas y pretenden cerrar otras 210 ahora? Es posible que para un socialista perdido en la verborrea nacionalista sea vital la identidad y los derechos históricos, pero para un ciudadano corriente con cáncer ser atendido cuanto antes es vital, y hoy las intervenciones se retrasan sin que en Cataluña a nuestros socialistas se les ocurra arremeter contra los responsables del desmantelamiento de la sanidad pública. Porque en Cataluña los nacionalistas han desviado y están desviando hacia clínicas privadas funciones que el cierre de las públicas enmascara. Inútil repetir lo que malgastan en pedagogía del odio contra España.

A gritos se lo están diciendo los electores elección tras elección. En la encuesta de hoy de El Periódico de Catalunya el 63,9% de sus votantes prefiere acentuar su perfil de izquierdas, y sólo el 16% el nacionalista. ¿Están ciegos, son sordos? ¿Acaso tiene un paciente vasco o catalán más derecho a ser atendido que un extremeño? Ayer mismo, Artur Mas amenazó con no aplicar la rebaja fiscal en Cataluña del Gobierno de España si no le transfieren la fiscalidad. Y los socialistas haciéndole la ola con la cacicada de los 15.000 millones de déficit fiscal. En la misma encuesta Podemos irrumpiría con 9 o 10 diputados en el Parlamento de Cataluña. Los socialistas bajarían de 8 a 12. La venganza de los excluidos no la deberían echar en saco roto.

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