Es bien sabido que sólo en un grupo pequeño, y frecuentemente ni aún así, se puede mantener un cierto acuerdo entre sus miembros en cuanto a los medios a emplear y los fines a alcanzar. Por eso, los métodos de gobierno de una pequeña tribu son totalmente imposibles en nuestras enormes sociedades abiertas. Por eso causa tanta irritación que nuestros francos autonómicos se apropien de la opinión de sus representados como si fuera única.
Era inevitable que esta transición sucediera también en el mundo del software libre. Al principio, cuando sólo estaba Stallman y unos pocos acólitos, era razonable que las ideas de éste sobre lo que significaba el movimiento fueran casi las únicas que se podían oír. Sin embargo, la década de los noventa cambió el escenario, al convertirse el sueño de unos pocos locos en una comunidad enorme de diversos intereses.
Y el principal causante de esta explosión, el finlandés Linus Torvalds, es también uno de los máximos representantes de la que se puede denominar como opción pragmática. La forman los que piensan en el software libre como algo situado dentro de una industria más grande en el que también hay e, incluso, debe haber sitio para el software propietario. Muchos de ellos se acercan a este mundillo simplemente porque descubren que los programas libres funcionan mejor. No ven problema alguno en que se involucren empresas como IBM, Sun o AOL en los desarrollos de código abierto.
Por otro lado, en la opción radical, se sitúa Stallman y su influyente FSF (Free Software Foundation), para quienes el software propietario es poco menos que un invento demoníaco que debe desaparecer de la faz de la tierra. Hemos visto un último ejemplo en su condena a UnitedLinux. Llega incluso a afirmar que la libertad no consiste en que cada programador elija la licencia que prefiera para su software, sino que sólo existe libertad cuando se escoge una licencia libre. Pensando así, no es de extrañar que fuera estrella invitada en Porto Alegre.
Desafortunadamente para el creador de este invento, casi todas las personalidades importantes en nuestro mundillo le están saliendo rana. Torvalds, Eric S. Raymond o Miguel de Icaza están en clara disconformidad con la postura radical. Además, las grandes aportaciones de las empresas no se han producido, desde luego, por principios ideológicos. El propio interés funcionará mejor que el idealismo, incluso en una comunidad tan idealista como es ésta.
Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.
En Tecnociencia
0
comentarios
Servicios
- Radarbot
- Libro