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Varias personas me han hecho notar el mayor porcentaje de liberales que parece haber en mi profesión. No hay, por supuesto, encuestas fiables al respecto. De hecho, no creo que haya ninguna, fiable o no, pero es cierto que entre mis conocidos las tesis liberales tienen mucha mayor aceptación en los informáticos que en los que no lo son. Para buscar una relación, me temo que tendré que bucear en el secreto a voces más vergonzoso entre los programadores.

Ser informático resulta, a menudo, frustrante. Un ordenador no es más que una máquina que obedece todas tus órdenes, al pie de la letra, sin olvidar una sola coma. Lo que significa, por supuesto, que todo lo que puede fallar, falla, y en ocasiones, falla incluso aquello que en teoría no debería dejar de funcionar jamás.

Este hecho incontrovertible, al que la "ingeniería" informática procura, sin demasiado éxito, poner freno, produce en todo profesional especializado un sano escepticismo hacia las soluciones perfectas e inmaculadas. Y si dichas soluciones fallan en máquinas, ¿cómo no van a hacerlo también en los seres humanos? ¿Cómo va a funcionar cualquier sistema que pretenda ordenar la sociedad de modo que reproduzca un resultado concreto, cuando ni siquiera podemos imponer nuestros deseos a un cacharro que nosotros mismos hemos inventado?

Supongo que por eso, en el fondo, en todo informático sincero que conoce su trabajo late un pequeño liberal pugnando por salir.


Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.

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