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EDITORIAL

El relevo de Piqué

Sirera puede liderar ese cambio, y debe recuperar el posicionamiento liberal y españolista, hoy más sinónimos que nunca, que jugó con brillantez y convencimiento Alejo Vidal Quadras.

Estos días hemos visto uno de los movimientos políticos más importantes del centro derecha en lo que llevamos de legislatura. Mariano Rajoy impuso unos cambios en apariencia menores, pero en realidad muy significativos en la directiva de su partido en Cataluña. Josep Piqué se sintió desautorizado, y no sin razón, porque los cambios no apuntaban precisamente en convertir al PPC en una versión un punto menos nacionalista que CiU. Se ve que Piqué exigió algún otro gesto que mostrara el compromiso de Génova con su ejecución política, y ante el sonoro silencio ha tomado la decisión más digna y coherente desde que se encargó de dirigir a los populares al desastre electoral: presentar la dimisión.

El nacionalismo es un espeso y sucio manto que lo cubre todo en Cataluña. En apariencia, al menos, pues incluso los medios privados de comunicación contribuyen a imponer el nacionalismo como canon de ciudadanía, sin apenas excepción. El Partido Popular ha caído en la tentación de dejarse arropar por el nacionalismo y seguir la política del eterno penitente por el delito de leso catalanismo. Piqué era el guía de ese cambio de rumbo y el artífice de esa política y de esa ruina moral y electoral. En consecuencia, su marcha y su relevo no han supuesto en realidad ninguna crisis; fue su mandato el que puso en aprietos al PP.

En todo caso, su dimisión dejó un hueco que se ha cubierto con tanto acierto como con prontitud por Mariano Rajoy. Daniel Sirera es a la vez un hombre del partido y un político de convicciones profundas. Tiene un verdadero aprecio por la libertad de los catalanes y la fe en sus propias ideas le permite mirar a los nacionalistas a la cara y hablar de los verdaderos problemas de los ciudadanos en esa comunidad, que no pasan precisamente por el sacrificio de los derechos individuales a definiciones nacionales ni por imposiciones lingüísticas.

Hay una corriente de los catalanes que necesita sentirse representada en el PP. En un Partido Popular, eso sí, con unidad de discurso en toda España. Que comparta el interés por los problemas ciudadanos alejado de los discursos pequeño-nacionalistas y anticosmopolitas. Sirera puede liderar ese cambio, y debe recuperar el posicionamiento liberal y españolista, hoy más sinónimos que nunca, que jugó con brillantez y convencimiento Alejo Vidal Quadras. Pero tendremos que esperar para comprobarlo.

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