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EDITORIAL

Rajoy y la descomposición del PP

El PP no tendrá enmienda ni podrá ser reconstruido mientras no cambie radicalmente de rumbo y de líderes.

Afirmaba José María Aznar, en una entrevista concedida hace unos meses al diario ABC, que el PP "tiene que ser reconstruido". Pues bien, todo parece indicar que esa reconstrucción, esa "rectificación enérgica, creíble y suficiente" que pedía el ex presidente del Gobierno, no se va a producir hasta que el partido termine de desmoronarse, como de hecho ya está sucediendo en territorios tan sensibles como Cataluña y el País Vasco.

Los indicios se han acumulado este miércoles, con el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, haciendo unas declaraciones explosivas y cargando contra casi todo el mundo ("Hay compañeros míos que se avergüenzan de ser del PP"), con Arantza Quiroga dimitiendo de la Presidencia del hundido PP vasco y con el yo acuso de Cayetana Álvarez de Toledo, que ha anunciado que no vuelve a presentarse en una lista del PP mientras lo presida Mariano Rajoy.

Por lo que hace a Montoro, a nadie debería extrañar que haya quienes no lleven a gala el pertenecer o haber votado a un partido que, desde el minuto uno de esta legislatura, se ha dedicado a traicionar su programa y su ideario. Es precisamente en el terreno económico donde el PP de Rajoy comete una de sus primeras felonías al acometer la mayor subida de impuestos aprobada en democracia; subida que, para colmo, no ha estado destinada a reducir el nivel de endeudamiento, sino a apuntalar el sobredimensionado sector público, lo que ha redundado la fragilidad de la recuperación económica. ¿Cree Montoro que es motivo de orgullo lo poco que el PP ha reducido el nivel de paro dejado por Zapatero? ¿Lo mucho que ha subido el nivel de endeudamiento? ¿Cree el ministro que es digno de legítima satisfacción que el Gobierno haya dejado en papel mojado su propia Ley de Estabilidad Presupuestaria, al no cumplir ni hacer cumplir a las autonomías sus cada vez menos exigentes objetivos de reducción del déficit?

No menos vergonzosa ha sido la forma en que el Gobierno de Rajoy ha afrontado el gravísimo desafío secesionista catalán. Y por ello no menos lógica ha sido la decisión de Cayetana Álvarez de Toledo de no volver a presentarse por un partido que no tendrá enmienda mientras no cambie de rumbo y de líderes.

Al margen de incumplir la promesa de restablecer la división de poderes, ni el Gobierno ni el PP se han molestado en dar la batalla de las ideas contra el nacionalismo golpista, que pretende dinamitar la Nación y el Estado de Derecho. Es más, con tal de evitarse el intervenirla, Rajoy hasta ha dedicado a la Generalidad catalana la mayor parte de los Fondos de Liquidez Autonómica; auxilio financiero que ha resultado decisivo para que Mas y compañía pudieran afrontar un proceso de construcción nacional que, además de radicalmente ilegal, resulta enormemente oneroso. A ello habría que añadir las no menos vergonzosas ofertas, ya sea a través de Alicia Sánchez Camacho, del ministro de Justicia o incluso del ministro de Asuntos Exteriores, de modificar la Constitución para encajar la singularidad catalana, conceder una agencia tributaria propia al Principado o ceder a las autonomías el 100% del IRPF.

En cuanto a Arantza Quiroga, sólo cabe repetir que su caso ha sido fiel reflejo de la falta de principios de Rajoy. No hay que olvidar que la ponencia que Quiroga impulsó, y en la que, a fin de ganar el respaldo de Bildu, no se hacía una condena expresa de ETA, tuvo el inicial visto bueno de la dirección nacional del partido, que sólo la desautorizó tras las críticas de las víctimas del terrorismo y de algunos medios de comunicación. Quiroga no hubiera desafiado a un Gobierno que, por otra parte, además de incumplir su promesa de permitir el voto a los exiliados vascos, también se ha acomodado al envilecido proceso de apaciguamiento iniciado por Zapatero, al punto de que ha dado carpetazo al caso Faisán, excarcelado etarras y dejado en papel mojado la Ley de Partidos.

Quiroga no es Gregorio Ordóñez, Mayor Oreja o María San Gil. Pero no es distinta de Oyarzabal, Sémper, Alonso o quien venga a sustituirla como correa de transmisión de Rajoy.

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