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EDITORIAL

Rajoy y los cambios

El principal problema del PP es Mariano Rajoy, y aunque su retirada pudiese resultar insuficiente, resulta absolutamente necesaria.

Resulta sorprendente que unas promesas de cambio tan tardías y poco creíbles como las hechas por Rajoy puedan despertar tanta expectación en el seno del Gobierno y en el partido que lo sustenta. Y resulta sorprendente por varias razones: en primer lugar, porque conviene recordar que la reacción inicial del presidente, tras la debacle sufrida por su partido en las últimas elecciones, fue mostrarse muy "tranquilo y satisfecho" y descartar cambio alguno. Sólo dos días después, tras las críticas lanzadas por algunos barones del PP y en algunos editoriales de prensa, dejó la puerta abierta a esos cambios para más adelante.

Por otra parte, aunque Rajoy destituyera, tal y como apuntan algunos miembros del partido consultados por este periódico, a ministros como José Ignacio Wert, José Manuel Soria o incluso Cristóbal Montoro, ¿qué cambio y qué golpe de efecto sería ese? Los ministros, con independencia de la popularidad que tengan, no dejan de ser meras correas de transmisión del máximo responsable de la tremenda crisis que vive el PP, que no es otro que Rajoy.

Ya podrá un líder regional del PP asegurar que el partido sería "una fiesta" si Rajoy echase a Montoro, porque dicha afirmación sólo ilustra lo desnortados que están en ese partido, como para pensar que lo de Rajoy es culpa de Montoro y no al revés.

El principal problema del PP es Mariano Rajoy, y aunque su retirada pudiese resultar insuficiente para corregir la histórica y catastrófica deriva ideológica del PP, resulta absolutamente necesaria.

Tan errado e injusto es culpar del generalizado revés electoral del PP a sus candidatos municipales y autonómicos como lo sería culpar ahora a tal o cual ministro.

No hay que descartar que Rajoy haga un cambio de este tipo, pero en todo caso será un cambio cosmético para que todo siga igual. De hecho, cabe creer que ni siquiera Rajoy confía en ellos –a los que sólo se ha comprometido a regañadientes para mantenerse al frente del partido. En lo que confía es en el miedo a Podemos y, en menor medida, en que Ciudadanos, principal refugio de los votantes descontentos del PP, cometa errores tan graves como para que muchos vuelvan a votarle, aunque sea con la nariz tapada. Esa es su apuesta, aunque arrastre España a una segura decadencia.

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