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EDITORIAL

Una jauría para el PP

Equiparar al jefe de la Oposición con un vulgar terrorista y acusarle de "intento de coacción a los jueces" son sólo hitos en una operación de linchamiento y deslegitimación cuidadosamente modulada desde que Zapatero puso el pie en La Moncloa

Uno de los barreneros habituales de la guerra sucia del PSOE, Álvaro Cuesta, ha equiparado a Mariano Rajoy y Arnaldo Otegi, porque ambos "intentan coaccionar a los jueces" para que fallen a favor de sus intereses. En otro punto del país, José Blanco ha remachado las dos consignas con las que el partido del Gobierno concurre a las próximas elecciones autonómicas: "el PP es un partido ultra" y "el PP es el partido del engaño masivo de la Guerra de Irak".

El plan de aniquilación del PP por medio de una propaganda intensiva e industrial de calumnias e insultos está en marcha. Se trata de un método genuinamente totalitario, pero nada puede sorprender ya, a estas alturas, de las intenciones y los métodos de una organización de raíces despóticas y violentas, que ha regresado al poder para quedárselo; escandalizar, aún sí, al menos a ese sector de la sociedad que no se resigna a entregar la democracia; pero sorpresas del partido que utilizó a la Policía por primera vez en la etapa constitucional para detener a dos afiliados de la oposición, las justas.

La escalada difamatoria del Gobierno y de sus correas partidaria, sindical y mediática contra el PP irá a más, no reparará en minucias como la ética, la libertad, la verdad y la democracia, y no se detendrá hasta echar al PP del sistema o romper el sistema para siempre.

Equiparar al jefe de la oposición con un vulgar terrorista y acusarle de "intento de coacción a los jueces" son sólo hitos en una operación de linchamiento y deslegitimación cuidadosamente modulada desde que José Luis Rodríguez Zapatero puso el pie en La Moncloa. No es lo último ni será lo peor que se escuche contra una asociación democrática que representa a diez millones de españoles. Ni siquiera será lo más destructivo que intenten un Gobierno y un partido que ya se permiten vetar al PP en el Parlamento o utilizar la Fiscalía para perseguir a los cargos públicos de la oposición.

Cuanto más acosado se sienta el Gobierno por la impopularidad y el escándalo de sus mentiras y errores, mayor será la fuerza que desplegará –desde el Estado, el Partido y los medios de propaganda a su alcance, que comprenden la práctica totalidad de los medios de comunicación privados y públicos– para intentar aplastar al PP y sacarlo de la democracia o adiestrarlo a que acepte un papel de comparsa y de coartada.

No hay ninguna novedad ni alteración del plan maestro, una estrategia que Libertad Digital viene denunciando desde el Pacto del Tinell de 2003, con su corolario en la cumbre de Perpiñán con ETA. Sigue siendo una cuestión de grado –una agresividad en aumento, un flirteo con el exterminio físico o, en el mejor de los casos, con el encarcelamiento o la muerte civil de la oposición– y una cuestión de resistencia. El odio contra media España cabalga ya desbocado, como lo prueba el hecho de que la presidenta de la Asociación 11-M ha convertido la persecución penal del PP por la masacre en su causa personal como víctima del terrorismo.  

La cuestión sigue siendo: ¿sabe el PP que está en juego su propia supervivencia y de la democracia? Su electorado y la derecha social lo tienen muy claro.

En España

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