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Emilio Campmany

Rajoy veleta

La forma en la que el Gobierno está enfrentando esta cuestión no es la que le gustaría al PP, pero esto no es motivo bastante para retirar el apoyo. Y si lo es, Rajoy debería retirar su apoyo a toda su política antiterrorista.

El pasado día 16, el Grupo Parlamentario Popular decidió apoyar una moción de Rosa Díez que instaba al Gobierno a disolver los 42 Ayuntamientos en los que manda la proetarra Acción Nacionalista Vasca (ANV). Fue un error.

Es verdad que aquella parte del electorado del PP que desea una enérgica política antiterrorista simpatizaba con la moción de Unión Progreso y Democracia y aplaudió que su partido la votara. Pero no sólo ellos, también los gallardonitas, partidarios de que el PP esté con el Gobierno en la lucha antiterrorista, vieron con buenos ojos que esta vez su partido votara a favor de la disolución de los consistorios gobernados por los filoetarras. Los primeros pensaron que ya era hora de que Rajoy pusiera en solfa a un Gobierno del que sospecha que todavía quiere negociar con la ETA. Y los otros creyeron que, tras el asesinato de Uría en Azpeitia, el PP no podía dejar que Rosa Díez se pusiera al frente del clamor con el que la sociedad española rechaza que el Ejecutivo tolere que ANV gobierne ayuntamientos y administre dinero público. Sin embargo, insisto, fue un error.

La política antiterrorista es una cosa muy seria. No es sólo política criminal. El terrorista coacciona a la sociedad porque carece del respaldo democrático necesario para obtener el cambio que pretende por cauces legales. Cuando una parte del electorado entiende el terrorismo, otra lo disculpa y una tercera, aunque sea pequeña, lo apoya, siempre habrá organizaciones políticas dispuestas a recoger los frutos de esa coerción. Por lo tanto, el daño que el terrorismo puede hacer a una sociedad es altísimo, muy superior al que puede infligir ninguna banda de criminales.

Corresponde al Gobierno diseñar y dirigir la política antiterrorista. Lo deseable es que lo haga de mutuo acuerdo con la oposición. Pero puede preferir cargar él solo con la responsabilidad. Si hay acuerdo, a la oposición sólo le cabe apoyar mientras el Gobierno respete lo acordado. Si no lo hay, tendrá que decidir si sostiene o no la política del Gobierno. Debe respaldarla mientras no la considere claramente equivocada. Lo que no puede hacer es apoyarla en parte sí y en parte no.

Parece que Zapatero y Rajoy no han suscrito ningún acuerdo. Por lo tanto, lo que le toca al líder del PP es decidir si apoya o no la política antiterrorista del Gobierno. La legislatura pasada decidió no hacerlo y actuó en consecuencia. En ésta, por creer que el Gobierno ha cambiado, aún sin reconocerlo, decidió respaldarla. ¿Por qué de repente, y sólo para lo de ANV, ha dejado de hacerlo? Es obvio que la forma en la que el Gobierno está enfrentando esta cuestión no es la que le gustaría al PP, pero esto no es motivo bastante para retirar el apoyo. Y si lo es porque Rajoy considera que esta actitud indulgente con ANV es verdaderamente esencial, lo que debería hacer es retirar su apoyo a toda la política antiterrorista, no sólo en cuanto a lo de ANV.

Lo que desde luego no cabe es respaldar al Gobierno cuando acerca presos al País Vasco y atacarlo cuando no enfrenta el problema de ANV del modo que exige Rosa Díez. En política, la coherencia es una virtud. Pero, cuando se trata de terrorismo, se convierte en una necesidad.

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