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Javier Somalo

Pesadillas

Toñi y su marido no necesitan compasión. Lo único que necesitan es Justicia, la que castigue a los asesinos de Silvia e impida que un pistolero se convierta en político

La única imagen que tengo de Silvia es su nombre pintado en la frente de su madre. No conozco su rostro pero sí el de Toñi Santiago, que es donde la pequeña se ha convertido en inmortal, al menos para mí. Casi siempre necesitamos soporte material para entender el sufrimiento ajeno, pero el ejercicio es tan sencillo como egoísta: imaginar la desgracia en nuestras carnes, o sea, cambiar la foto de Silvia por la de un hijo propio y suspirar de alivio porque no es verdad. Y así pueden pasar los años, compadeciendo el dolor del vecino y dando gracias por no ser el nuestro. Saludaremos después con entusiasmo cualquier indicio que nos permita aligerar la carga: la familia rota rehace su vida, llega un nuevo hijo, se soporta algo mejor el terrible golpe. Y volveremos a suspirar porque parece que se alivia el luto.

Por bienintencionado que sea este equilibrismo moral –otros suelen ponerse sólo en el pellejo del asesino– no deja de ser una coartada para dormir mejor, con los mejores deseos para los otros mientras disipamos con las manos, como quien espanta moscas, la peor pesadilla, la de un hijo asesinado.

Toñi y su marido no necesitan compasión. Lo único que necesitan es Justicia, la que castigue a los asesinos de Silvia y no permita que un pistolero se convierta en político. La sangre propia no se salda jamás y muchas víctimas dijeron que es la Justicia ejemplarizante, rápida e inmutable –la Justicia– la única vía para no pensar en el equilibrio de un balance a través de la venganza.

Y ya se estaba aprovechando el silencio interesado de las pistolas para "traicionar a los muertos" –fue frase de Mariano Rajoy en 2005, en la oposición– cuando Toñi Santiago ha agitado con rabia esa balsa de aceite. Su desgarrador relato en el juicio por el atentado de Santa Pola añadirá imágenes terribles a nuestra pesadilla del hijo asesinado. No habrá forma de espantarlas de verdad si ETA, se llame como se llame, no sale de la política y entra en prisión. "No les debemos nada, somos acreedores", dijo también Rajoy ya en el Gobierno, y sin embargo ahora les pagamos un sueldo y velamos por su seguridad –la seguridad de los que asesinaron a Silvia y a tantos– mientras se prepara la infamia final. Si es así, que nos lo expliquen de una vez a todos. Que se lo expliquen a Toñi. Cuanto antes, por favor.

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