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José García Domínguez

Cría cuervos

Uno, igual que La Vanguardia, también se pregunta perplejo cómo puede ser posible que semejante desagradecido haya osado abandonarnos.

Al modo de la Serenísima República de Venecia, que se daba al goce dionisiaco del carnaval con tal de conjurar la sombra de la peste negra, ahora que llega el fin del mundo y ya está a puntito de caramelo una lluvia fina de brokers engominados estampándose contra las aceras de la Castellana, Madrid, cálido refugio, generosa Esperanza, puerto franco abierto a todos los herejes que huimos de las taifas identitarias, ha acogido al gran Boadella para que, al menos, el Apocalipsis nos pille bailando. Feliz nueva que, como era de prever, no ha sentado ni medio bien entre las fuerzas vivas de Liliput.

"Del Boadella crítico al Boadella resentido que abdica de su catalanidad en un libro bautizado, apoyado y pagado por una editorial del reino", refunfuñaba a toda plana un propio del conde de Godó, glosando el exilio laboral de nuestro primer dramaturgo ante los cariacontecidos lectores de La Vanguardia. "Boadella es hábil para el cambio de discurso", apostillaba a continuación en un destacado el mítico rotativo antifranquista catalán, célebre por la firmeza insobornable de su lucha sin cuartel contra todos los poderes fácticos del Oasis. Y es que, tal como alertaba esa muy consternada crónica doméstica, "el fichaje de Albert Boadella por Esperanza Aguirre, para que dirija el teatro El Canal de Isabel II en Madrid [léase Madrit y arrúguese la nariz con infinito asco al pronunciar la t], puede haber causado alguna sorpresa".

Pues, como todo el mundo entiende, lo normal y razonable habría sido que Boadella rechazara la oferta, alegando que se siente muy feliz entre los suyos; sobre todo, al abrir los periódicos cada la mañana y ver cómo lo tildan de "hijo de puta" (Joan de Segarra, El País), "amalgama ridícula de falangista provinciano y militar melillense" (Osona), "Luzbel de pacotilla" (J. M. Cadena, El Periódico), "miserable puerco" (Joan Lacorte, Diari de Tarragona), "bufón tránsfuga y tramposo" (Rafael Vallbona, El Mundo) o de "bufón pagado por los franquistas" (M. Albisua, El Punt). Por no hurgar en denuncias que casi no nos atrevemos a reproducir, dada su extraordinaria gravedad. Repárese sino en el conmovedor testimonio que sigue: "Boadella y otros quieren un Barça vencido y españolizado. También están contra Laporta y su Junta. ¡Nosotros, con la Junta!" (El 9 Esportiu de Catalunya).

Y es que uno, igual que La Vanguardia, también se pregunta perplejo cómo puede ser posible que semejante desagradecido haya osado abandonarnos. Realmente inaudito lo de ese tipejo despreciable que, en su arrogancia infinita, ni siquiera se dignó a recoger el título de "persona non grata" que le concediera el Excelentísimo Ayuntamiento de la villa (más bien villorrio, según los que se han acercado alguna vez por allí) de Calafell. Cría cuervos.

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