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Pablo Molina

Los contubernios de Pepiño

Si no hubiera sido por los flujos económicos que facilita el mercado y la compra masiva de deuda pública realizada por esas instituciones "especuladoras", Zapatero habría tenido que huir del país en medio de la bancarrota absoluta.

A pesar de que el voluntarioso González Pons, twittero y facebookero de pro, defienda las virtudes de la red como formadora masiva de opinión electoral, la realidad es que la inmensa mayoría de españoles decide su voto en función de los dos primeros minutos de los telediarios nacionales. Esa es la razón principal de que las majaderías de personajes como José Blanco, acusando a una oscura trama de especuladores de atacar al presidente español, sean asumidas como válidas por un importante número de individuos a los que un demasiado benévolo régimen electoral les concede derecho a voto.

Es que los votantes de izquierda son algo brutos y ante el estupor de ver "a los suyos" en el poder provocando la mayor catástrofe económica, social y política a que ha debido enfrentarse cualquier país en la época moderna, prefieren confiar en que, en efecto, todo se debe a una tenebrosa maquinación exterior urdida por avaros especuladores financieros. Sólo le faltó a Blanco añadir que esa conjura anti-zapateril ha sido instigada por Aznar y Bush, pero conociendo el nivel intelectual de la mayoría de sus simpatizantes, hay aclaraciones que resultan ociosas.

Los socialistas denuestan a los especuladores, pero si no fuera por ellos Zapatero no habría podido aguantar en el poder ni seis meses tras el estallido de la crisis. Los altos cargos socialistas, como si estuvieran hablándole a un parvulario con problemas de desarrollo, insisten en que el mercado y la especulación financiera son los culpables del desastre absoluto que se ha enseñoreado de España bajo su mandato. Ahora bien, si no hubiera sido por los flujos económicos que facilita el mercado y la compra masiva de deuda pública realizada por esas instituciones "especuladoras", Zapatero habría tenido que huir del país en medio de la bancarrota absoluta, porque con lo que extrae de nuestro sufrido bolsillo no tiene ni para pagar la mitad de lo que derrocha.

Los socialistas en general, y los progres españoles en particular, sienten un odio primario hacia lo que ellos creen que es la especulación. Su drama es que sin ella no podrían gobernar, porque son incapaces de administrar con cuidado y provecho la riqueza de un país. Y es que su voracidad depredadora no queda satisfecha con lo que producen los contribuyentes que han de sufrirles en el Gobierno, así que no tienen más remedio que acudir al maldito mercado y su avatar, la proterva especulación internacional, para seguir derrochando y llenando el bolsillo de los grupos de presión que les apoyan, con los sindicatos en primer lugar.

Si tuvieran algo de vergüenza, nuestros socialistas crearían el Día del Especulador con romería incluida y todos los liberados sindicales en el cortejo. Ah, y el galardón correspondiente dentro de los premios Príncipes de Asturias. Ya que hablamos de contubernios...

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